Un par de apuntes para matizar el post anterior, escrito en caliente mientras recibía con estupor las noticias sobre la razzia política concretada por el nefasto fallo de Bonadío encarcelando a D'Elía, Timerman, Esteche, Zanini, Kahlil y el pedido de desafuero y prisión preventiva para Cristina, bajo la absurda acusación por "traición a la Patria". En lo principal, lo que escribí ayer se mantiene en pie hoy: el estado de derecho sufrió un deterioro dramático, un daño que va a costar mucho revertir. Bonadío es responsable directo; la Corte también, por consentir con indolencia esta degradación jurídica a la que estamos sometidos. Más responsable es macri que instrumenta estos atropellos para tapar sus fracasos políticos y económicos -fracasos incluso dentro de sus propios parámetros. Desde 1983 nunca hubo menos respeto por la Constitución que la que hoy vive el país y se agrava cada semana. Estos episodios represivos, los muertos y los presos políticos implican un daño irreparable. También es alarmante la complacencia de gran parte de la dirigencia política, judicial, empresarial, sindical y mediática ante esta situación.
Pero algunos hechos ocurridos después de que mi posteo fuera publicado matizan el pesimismo que transmití. Ante todo, la movilización popular que se produjo como respuesta espontánea a estos hechos. Hubo mucha gente en Plaza de Mayo durante el atardecer y una parte siguió toda la noche y sigue todavía, porque coincidió con la tradicional Marcha de la Resistencia de las Madres. En la Plaza hubo una concurrencia plural: partidos de izquierda trosquista, kirchneristas, la CTEP, el MUP, la 26 de Julio, columnas del Movimiento Evita y mucha gente suelta convocada a través de las redes sociales, con una rotación alta de asistentes. La confluencia de la izquierda en una movilización en defensa del estado de derecho junto a sectores del kirchnerismo y del peronismo y las declaraciones categóricas de dirigentes como Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Néstor Pitrola y Manuela Castañeira muestran un salto de calidad en la cohesión del campo popular, superando los sectarismos históricos que caracterizaron a unos y otros, toda una novedad. Hay que agradecérselo a la brutalidad de macri y constituye un principio de unidad en la acción que no debe subestimarse ni descuidarse. Como era de esperarse, es muy importante el comunicado de la Corriente Federal de Trabajadores:
Fue positiva la reacción de algunos (pocos) dirigentes distanciados desde hace años con el kirchnerismo, como Alberto Fernández y Felipe Solá repudiando los atropellos judiciales. También es destacable la presencia de Gioja, el presidente del PJ, en la conferencia de prensa que dio Cristina. Y por último es muy positiva la declaración que consensuaron los intendentes que componen la nueva conducción del PJ bonaerense, que tardó algunas horas en aparecer pero finalmente salió: "La justicia debe actuar de manera independiente, buscando siempre la verdad, no como herramienta de persecución política. (...) Estamos convencidos que la voz de la ex presidenta Cristina Kirchner será fundamental en el Senado y reiteramos que el Poder Judicial debe ser una garantía para que esto suceda, no un instrumento para callar y limitar la democracia". La declaración marca una continuidad política -al menos frente a esta situación crítica- del frente electoral Unidad Ciudadana, que en los últimos días se puso en dudas por la dificultad de armar un bloque unificado en la legislatura bonaerense.
La situación que atravesamos es gravísima, pero estas reacciones marcan una diferencia notable con el grado de parálisis que se vivía en los meses anteriores al golpe cívico militar de 1976. Los que se pronunciaron contra esta escalada represiva ayudan a destacar también el silencio de los políticos y sindicalistas que no lo hicieron. Ese es el lado negro del asunto.
Creo que también hay que marcar que estos atropellos son síntomas de una debilidad política del macrismo, contra lo que a primera vista aparece. El oficialismo, con su impresionante concentración de poder, no logra traducir ese poderío en su gestión (evaluada en sus propios términos). La prepotencia exhibida no muestra fortaleza, porque la auténtica fortaleza política no se juega en términos de desbordes autoritarios.
Un gobierno fuerte no tiene necesidad de gastar toda su artillería en causas mal dibujadas. Ganaron hace poco y solo garantizan poder de daño. Un gobierno políticamente fuerte actuaría como lo hizo Menem en los 90: deja hacer, dejar que lo critiquen y seguir adelante. Censurar, encarcelar de manera atropellada, sentar estos precedentes de anomalías jurídicas no constituyen señales de fortaleza política sino de prepotencia. Y no hay que confundir fortaleza política con prepotencia. Los gobiernos políticamente fuertes no necesitan apelar a la prepotencia. Lamentablemente esta debilidad se disimula por la simultánea desarticulación opositora.
Habrá que seguir alertas y movilizados.
Un gobierno fuerte no tiene necesidad de gastar toda su artillería en causas mal dibujadas. Ganaron hace poco y solo garantizan poder de daño. Un gobierno políticamente fuerte actuaría como lo hizo Menem en los 90: deja hacer, dejar que lo critiquen y seguir adelante. Censurar, encarcelar de manera atropellada, sentar estos precedentes de anomalías jurídicas no constituyen señales de fortaleza política sino de prepotencia. Y no hay que confundir fortaleza política con prepotencia. Los gobiernos políticamente fuertes no necesitan apelar a la prepotencia. Lamentablemente esta debilidad se disimula por la simultánea desarticulación opositora.
Habrá que seguir alertas y movilizados.