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¿No se acuerdan del 19 de julio de 2001?

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Intoxicados de poder: parece que ya no alcanzan Bonadío, Durán Barba, los trollcenters, Lanata ni el respaldo de la CIA y el Mossad






"Yo no paro esta locura - se jactaba hoy a la tarde Emilio Monzó-, yo tengo el control".

Aunque parezca raro aclararlo, la serie de fotografías que ilustran el post provienen, todas ellas, de las jornadas del 19 y 20 de julio de 2001. ¿No es asombroso que exactamente 16 años después nos vuelvan a resultar actuales? ¿No parecían hace poco tiempo muestras de un clima de disolución social al que ya no sería posible volver?

Si hace 10 días alguien predijera que este clima social iba a revivir, yo habría pensado que no sería posible. Tampoco era imaginable siquiera ayer mismo la vuelta de los cacerolazos espontáneos, aquellos que no se programaban con meses de anticipación ni se promovían con entusiasmo desde los medios masivos de comunicación.

Esta vertiginosa sucesión de acontecimientos, atravesada por una ostentación de violencia ofensiva y estéril de las fuerzas de seguridad  no es la exacta repetición de lo mismo. Hoy gobierna una derecha dura y está haciendo con nuestra sociedad un experimento cuyos resultados empiezan a hacerse visibles. Hace menos de dos meses Natanson pasaba a la historia del ridículo caracterizando al gobierno como una "derecha moderna y democrática". Otros analistas políticos dedicaron las últimas semanas a especular sobre quién acompañaría a macri en la fórmula de su reelección. En los últimos dos años los medios masivos solo hablaban del gobierno anterior, en un intento de tapar lo que está pasando en el país. Hace solo dos meses el gobierno ganó las elecciones de medio término y esto parecía garantizar un fin de año sin sobresaltos, en el que podrían aplicar todas las recetas que venían ocultando y negando durante la campaña electoral.



La explosión social de estos días no es un logro de la desarticulada oposición: es una mezcla de una asombrosa mala praxis oficialista que acumuló toda la cantidad de errores que fueran posibles cometer y todavía algunos más, la asombrosa defraudación de la palabra política ejercida por una parte del establishment político elegido para oponerse y acostumbrado a negociar gobernabilidad burlando a sus representados; y por último, pero quizás lo más importante, la reserva de vitalidad política que mantiene la sociedad argentina.

¿Qué va a pasar ahora? No parece un momento propicio para hacer predicciones ni para cancherear con caracterizaciones apresuradas: el papelón Natanson está muy fresco para todos. A la hora que escribo este post ni siquiera se aprobó la ley de saqueo a las jubilaciones, pensiones y asignaciones sin la cual, según amenazaba macri hace una semana, el país podía estallar. Hoy las hipótesis de estalllido suenan verosímiles incluso con la aprobación de la ley, o con su reemplazo por un decreto de necesidad y urgencia.

Una sola cosa me gustaría agregar: el sorprendente curso de los últimos acontecimientos reafirma la tesis que en el blog sostuve en los últimos tiempos: contra toda apariencia, con todo el poder desplegado y el respaldo macizo de las clases dominantes, con los medios masivos apoyándolo full time, el macrismo se muestra como un régimen frágil y vulnerable. Parece que ya no alcanzan Bonadío, Pichetto, Durán Barba, los trollcenters, Lanata ni el respaldo de la CIA y el Mossad. Ni moderno ni democrático ni republicano ni astuto: el régimen parece intoxicado por su propio poder, lo que lo vuelve curiosamente impotente.

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