El estado macrista mató en 2 años a una persona cada 23 horas
Los precios de diciembre y enero pintan complicados, revela Bonelli un diálogo secreto en su columna de Clarín del viernes. Muy secreto no sería el diálogo si lo publica un vocero oficial del régimen. Y qué secreto podría ser que los precios de diciembre y enero pinten complicados, si sabemos que la luz aumenta brutalmente desde una base ya brutal, que la factura de gas viene pimienta, que aumentó la nafta, que los remedios no paran de subir, que ellos mismos inducen a una suba del dolar que naturalmente empuja los precios para arriba y que en enero empieza una escalada implacable en las tarifas del transporte. Hasta un orate sabe que en diciembre, enero y febrero los precios vienen complicados. Toda la orientación de la política económica alza el costo de la vida, aunque el indec después pondere los precios de la canasta básica como si tuvieran baja incidencia en el número final, es decir: dibuja una inflación que disimula que, cuanto más pobre sos, más alta es. Rara idea del secreto maneja Bonelli. Le confiere carácter de diálogo secreto a lo que cualquiera sabe.
Pero macri va a esperar hasta febrero para ver si es verdad que la inflación le resulta complicada. No se acuerda ni de las cosas que leyó. Leyó que él mismo dijo que lo más fácil de todo era bajar la inflación, el mandamiento principal del evangelio neoliberal. No hay error: con las medidas que tomás, la inflación no puede no subir. Los únicos que pueden no saberlo son los integrantes del triunvigato, que también van a esperar hasta febrero, si llegan, para ver si la meta inflacionaria del 10% anual postulada en el presupuesto se cumple el próximo trimestre. ¿A que arrimamos a ese 10% de acá a marzo? Pero el triunvigato apuesta a ser convocado a seguir dialogando y deja en suspenso el plan de lucha anunciado el 22 de agosto, farfullado otra vez el lunes pasado, olvidado a las pocas horas, mientras considera la posibilidad de cerrar paritarias en torno al 10% con una cláusula gatillo que macri ya sabe que llegado el momento no gatillará.
Cuanto más inviable es el plan económico, que ni siquiera puede resolver "lo más fácil de todo", más violenta se pone la cana, a medida que las bases, los sindicatos combativos, las regionales y las organizaciones sociales empiezan a desbordar a la claudicante conducción cegetista y hasta una parte de los propios votantes del oficialismo sale a cacerolear porque se sienten engañada.
Sigue Bonelli: "El núcleo del poder real ─Macri, Peña, Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal─ recibió esta semana la primera encuesta sobre el costo político que pagó la Casa Rosada. Según esos datos la imagen presidencial cayó todo lo que había subido después de las elecciones. Hubo una baja de 8 puntos hasta el viernes pasado . Esta semana bajó otro escalón: en total 12 puntos".
El núcleo del poder real, el mismo que creyó que bajar la inflación era lo más fácil y que Trump nos iba a comprar los limones, no previó que la baja sistemática de jubilaciones, pensiones y asignaciones iba a ser mal recibida por los que hace dos meses creyeron que ahora venía la buena.
Abajo hay bronca, como se vio en los últimos días: el pueblo salió a la calle (perdón por la palabra pueblo). Como el equipo de profesionales de Big Data no supo comunicar las bondades del saqueo a jubilados, hubo que optar por una comunicación digamos más física. Balas de goma y gas pimienta contra transeúntes aterrados, indigentes, fotógrafos y señoras que salen a la puerta a ver qué pasa.
El pueblo en la calle provoca zozobra: ¿es que nuestro manejo profesional de las redes sociales y la operación permanente en los medios masivos no funcionan como Face Swap?
Obvio, como no baja la inflación ni puede reactivarse la economía con las tazas absurdas de Sturzenegger. Todo eso se sabía en septiembre de 2015 y en diciembre de 2001. Lo que sí funciona son las balas, no siempre de goma. En el informe anual de CORREPI se informa que en dos años el macrismo produce un muerto cada 23 horas en manos de las fuerzas represivas del estado, la cifra más alta desde 1983. Todo moderno y democrático. En diciembre del año pasado la contabilidad de muerte estatal daba un muerto cada 28 horas. Un año después, el macrismo puede exhibir al menos un índice de crecimiento sostenido, más de un muerto por día.
El plan es, si se quiere, simple: transferencia brutal de riqueza hacia los ricos y salir a matar.
El pueblo argentino no se presta al ajuste fácil. Una derech, más moderna que la mierda tiene que incluir la muerte como variable para regular el conflicto. Es lo que anuncia el fiscal Moldes y refrenda el propio macri, la violencia política ha vuelto: a matar, entonces.
El magnate sojero Grobocopatel le explica a Bercovich con franqueza: “El Gobierno tiene que hacer muchas cosas, feas, que no gustan. Porque si no las hace, lo que viene es peor. Si no puede pagar, si se endeuda demasiado, todo es peor que estas reformas. Tenemos un problema macroeconómico más grave del que pensamos que tenemos. No hay conciencia en la sociedad de que tenemos por delante varios años duros. Pero hay muchos países que pasaron por años duros y después prosperaron, como China, Corea o Chile. Tenemos que entender que hay que hacer esfuerzos y sacrificios para salir adelante”.
El contexto de estas declaraciones de Grobocopatel es interesante: el núcleo empresarial más concentrado banca políticamente a macri y abomina del kirchnerismo, pero está preocupado por la resistencia de esos a los que el gobierno les tiene que hacer cosas feas, cosas que no gustan. Años duros, de Robocops asolando las calles insumisas.
Esta gente noble y poderosa está alarmada por las últimas movilizaciones, sobre todo las del turno noche del lunes, las inesperadas: "Todos comandados por el kirchnerismo. La gentuza que nos gobernó, como (Agustín) Rossi o (Axel) Kicillof, tiene que irse a laburar y no quiere. Necesitamos que haya una oposición, porque no puede no haber, pero tiene que ser una oposición razonable, no ellos" dice con voluntad de poder Gabriel Martino, el CEO del HSBC, denunciado hace no tanto por lavado de dinero. Lo dice aún con la ley aprobada, lo que muestra que ni el abuso a diputados les sabe a victoria política. Están inquietos.
De esa alarma surge el dictamen del fiscal Moldes (lindo apellido) refrendado por macri: la movilización es violencia y la violencia se reprime. Las cosas feas requieren más cosas feas.
Quienes no terminan de entender un cuadro tan diáfano son las cúpulas sindicales. La burocracia que le dio dos años preciosos al macrismo ahora cruje entre la presión de sus bases y la necesidad de preservar sus estructuras y ponerlas a salvo de los zurdos. La página Mundo Gremial cuenta los pormenores de la pelea que esta semana se desató en la CGT, que terminó con el retiro de la UOM. “Tenemos que tener un plan de lucha contra el gobierno", grita el Barba Gutiérrez. “Sí, boludo, trosko, que me venís a decir” le dicee con fineza el gordo Daer. Después de pelear más de media hora, Gutiérrez se levanta, les tira las llaves de su despacho y se raja de la CGT. Parece que se va con la Corriente Federal. Los apólogos empedernidos de la unidad sindical recalculan. ¿Qué se consiguió en dos años de unidad paralizante?