Abel Fernández en La otra.-radio, mañana domingo a las 12 de la noche en FM 89,3, Radio Gráfica
No hace falta ser un experto en geopolítica internacional para advertir que lo que está pasando en estos días en Brasil es de gravedad inusitada. No solo para nuestro hermano pueblo brasileño sino para el mundo entero, y especialmente para nosotros los argentinos. Es difícil exagerar la profundidad de los lazos que nos unen al Brasil. Nuestro destino está atado al de ellos, como al de ningún otro pueblo.
Lo que presenciamos en estos días es que el poder financiero internacional está decidido a tensar la función de las instituciones republicanas hasta hacer crujir cualquier noción de democracia. La voluntad neoliberal parece haber llegado a una fase de su despliegue de poder en la que ya no quiere simular ningún apego a las banderas de libertad, igualdad y fraternidad. Los principios que esgrimieron las democracias modernas en su ruptura con el orden monárquico, como la igualdad ante la ley, el derecho al debido proceso, la presunción de inocencia y la imparcialidad de los jueces pudieron haber sido valores hipócritas que la burguesía sostuvo a regañadientes durante sus siglos de empoderamiento. Pero, como hoy muestra el desempeño de los poderes fácticos en Brasil, las clases dominantes están tirando el lastre de todo equilibrio jurídico para pasar a ejercer el poder de modo obsceno. Quizás al final sea este el rostro de la postmodernidad: la época en la que el poder trasnacional ya no trata de disimular su violencia y su codicia infinitas y está dispuesto a imponer un diseño mundial que condene a los pueblos al hambre y la humillación.
El poder extremista ejercido ya sin estilo, tal como lo auguraba Nietzsche meses antes de su brote:
"Somos, con mucho, los más fuertes entre los fuertes. Ni siquiera necesitamos la mentira: ¿qué otro poder podría prescindir de ella? Una fuerte seducción lucha por nosotros, quizás la más fuerte que haya: la seducción de la verdad... ¿de la verdad? ¿Quién me puso esta palabra en la boca? Pero ya la vuelvo a sacar, desdeño la orgullosa palabra: no, tampoco necesitamos la verdad, llegaríamos al poder y a la victoria también sin la verdad. El encanto que lucha por nosotros, el ojo de Venus que cautiva y enceguece hasta a nuestros enemigos, es la magia del extremo, la seducción que ejerce todo extremo: nosotros, inmoralistas, somos los extremos".
La brutalidad de la burguesía brasileña, el caracter faccioso del poder judicial y la violenta manipulación de las conciencias que practican las grandes corporaciones mediáticas muestran la decisión de sacudirse de encima a Lula, el PT, la democracia y con ello la dignidad del pueblo brasileño. Esta reacción coordinada a nivel continental prueba que los procesos que desde hace unos años viven los países sudamericanos responden a una sola matriz. No importa si Chavez llevó más lejos las transformaciones o si Lula y Dilma practicaron la versión más moderada de los populismos de comienzos del siglo xxi. No son tan decisivos los errores de construcción política del Frente para la Victoria en Argentina o la debilidad del armado de Lugo en Paraguay: en todos estos lugares el poder financiero trasnacional ataca de manera idéntica: lo ensayaron en Paraguay a escala pequeña y hoy están destruyendo el sistema político de uno de los países más grandes del planeta. Los gobiernos populares sudamericanos fueron una anomalía que hoy la internacional financiera quiere borrar para siempre. En todos estos años, la socialdemocracia europea se vació de sentido para allanarle el camino al poder financiero y las democracias populares sudamericanas fueron la excepción que ahora se pretende extirpar.
La prepotencia con que se está sacudiendo a la sociedad brasileña es tan grande que el imperio parece dispuesto a empujar al pueblo a la guerra civil y a alistar a los sectores medios consumistas como fuerzas de choque de este nuevo fascismo de mercado, contra los trabajadores y los excluidos. El poder no se muestra preocupado por preservar la fragilidad de los valores democráticos. Se instaura un orden policíaco sin control jurídico -y el uso de las fuerzas armadas en asuntos de seguridad interna, otra vez-; se enloquece a la población mediante campañas de acción psicológica para las que se usan los dispositivos tecnológicos que hicieron mutar la vida cotidiana hasta la monstruosidad; se transforman los tribunales en teatros grotescos manejados por crápulas; se exhibe un odio de clase con descaro hasta hoy desconocido; se buscan destruir todos los símbolos del poder popular y la solidaridad.
El intento que se está llevando a cabo en estos días en Brasil -y de ahí en toda Sudamérica- no es tímido sino radical y, hablando nietzscheanamente, inmoral hasta el extremo. Los pueblos asisten a esta ofensiva reaccionaria desconcertados, desguarnecidos. No sabemos cómo terminará esto, pero parece innegable que ya empezó.
Mañana domingo a las 12 de la noche en La otra.-radio hablamos de estas sombras del futuro con el veterano militante y el bloguero... ¿en retiro efectivo? Abel Fernández. FM 89,3 Radio Gráfica, online acá o acá.