por Oscar C.
En su primer largo de ficción, el luxemburgués Govinda Van Male intenta una aproximación oblicua hacia el centro de la violencia a partir de un comienzo de apariencia bucólica. Un forastero parco llega a un pueblo rural en medio de la temporada de cosecha y la intriga busca crecer como resultado de lo que ignoramos tanto del vagabundo como de la comunidad que lo recibe. Todos esconden algo: eso se empieza a notar de a poco, pero el retaceo de información no siempre convoca al misterio. Al final todo cae en una especie de alegoría. El mecanismo dramático no engrana por la falta de espesor de los personajes, dibujados con trazos gruesos que no llegan a perfilarse. Los giros parece que aspiraran a ser sorpresivos pero se adivinan antes de lo conveniente. Van Male es más eficaz filmando bosques y sembradíos que descubriendo la rusticidad de los humanos. La fría luz de la campiña dibuja contornos precisos y a la vez sugestivos, mientras los personajes son siempre menos interesantes. Gutland (Luxemburgo, 2017) es más atendible cuando menos narra y se empobrece cuando quiere definirse.