"La realidad les está dando señales de tormenta. De esas que se desatan con tanta facilidad al amparo del ánimo fatalista de los argentinos" cierra su columna de opinión de hoy el circunspecto editor de la sección política de Clarín Fernando González. En la misma edición, en página 3, Clarín pasa una lista de 10 encuestadoras que coinciden en marcar una caída fuerte de la imagen presidencial, que viene desplomándose desde diciembre pasado, cuando el oficialismo forzó la aprobación de la reforma previsional que recortó jubilaciones, pensiones y asignaciones universales. No es que la valoración del gobierno haya bajado solo por esa ley que castigó a los sectores más vulnerables, muchos de los cuales lo habían votado meses antes, sino que desde entonces la bronca no deja de aumentar. La suba brutal de tarifas y transporte, la persistente inflación que carcome el poder adquisitivo de los salarios, el límite impuesto a las paritarias, los despidos, el cierre de pymes y comercios, la insensibilidad que muestran los funcionarios macristas ante el padecimiento social que producen sus políticas y la codicia con que benefician a sus propias empresas integran el cóctel que determina la bronca de sectores que hace poco habían renovado su voto de confianza al oficialismo.
Con seguridad, el deterioro que marcan estas encuestas no llegó todavía a sentir el efecto del desbarajuste económico, monetario y financiero de los últimos días. Esta semana los índices de desaprobación deben haber aumentado. Esta severa crisis es descripta con concisión por el economista Mariano Kestelboim: "Después de este show que le costó al país U$D 3.000 millones de sus reservas, la tasa volvió al nivel previo a la fatídica conferencia de prensa del 28/12 y con el dólar un 20% más caro. Todo muy ordenado y disciplinado por el gran equipo de gobierno. El intervencionismo vía entrega de reservas e indirectamente a través de la subas de tasas (hasta 500 puntos) de esta semana fue, por lejos, el más agresivo de la historia. Pero siguen con el verso de la flotación y de que el mercado fija el precio del dólar. Una meta de inflación del 15% y tasas de referencia del 31,5%. Es de locos. Increíble. Ni siquiera después de la salida del cepo la tasa superó por tanto margen a la meta.".
Kestelboim reúne en este párrafo consideraciones económicas, políticas y comunicacionales sobre el macrismo. La conferencia de prensa del día de los inocentes subió de repente las metas de inflación anual hasta el 15%, doce horas después de que el Congreso hubiera aprobado el presupuesto anual que proyectaba una meta de solo un 10%. Por supuesto, ya nadie se atreve a afirmar que ese 15% vaya a cumplirse, los oficialistas conceden que la inflación anual va a ser del 20%, pero las estimaciones más realistas saben que el costo de vida subirá por lo menos un 25%, salvo que los temblores de esta semana no persistan hasta lo inmanejable y una nueva devaluación del peso dispare los precios por las nubes. Lo que sugiere Kestelboim es que aquella conferencia de prensa marcó el comienzo visible del desbarranque que esta semana se acentuó drásticamente. Fue esa movida política de un equipo envalentonado por el triunfo electoral de octubre lo que precipitó esta crisis. ¿Error o daño deliberado?
Pero esta crisis no es sorpresiva: muestra la inconsistencia esencial del proyecto político del gobierno. Lo que atravesamos ahora es una puja entre el poder financiero que promueve un ajuste brutal -la interna de la derecha discute la velocidad, pero no la brutalidad del ajuste- y la resistencia tenaz que ofrece la sociedad civil con mayor convicción que la dirigencia opositora. El síntoma de la resistencia popular es que ningún funcionario de alto rango puede aparecer en público sin ser repudiado, como pasó este jueves con el ministro de cultura en la Feria del Libro. Y, cuando se juntan cientos o miles de personas en el espacio público, es invariable que se putee a macri con entusiasmo. No se ve, fuera de los sets televisivos oficiales, que haya multitudes que aprueben el rumbo del gobierno. La ventaja relativa del régimen es que la dirigencia opositora está desarticulada, pero las bases no dejaron de resistir ni un solo día a las políticas ajustadoras. Esa resistencia social es la que promueve las contradicciones secundarias entre el ala dura del ajuste y los llamados "gradualistas" (La Política Online titula hoy "Los bancos internacionales advierten que la deuda entra en fase "crítica" si no avanza el ajuste"). La fórmula exacta que el macrismo se desespera por encontrar es el equilibrio entre la destrucción de la economía nacional y la sustentabilidad política del régimen. Si los sectores trasnacionales que lo sostienen mostraran sus intenciones estratégicas sin disimulo, el proyecto de un partido de derecha que gane elecciones estrecharía dramáticamente su viabilidad.
El macrismo es el gestor político de un poder que lo trasciende: si su proyecto político fracasa, el poder financiero internacional habrá producido de todas maneras un deterioro del tejido social que llevará muchos años revertir. Ningún análisis racional puede esperar un escenario menos malo que el que en estos días se hace visible hasta para los más tardos. Objetivamente, desde que en diciembre de 2015 el gobierno tomó sus primeras medidas -la devaluación brusca llamada con un eufemismo "apertura del cepo" y la quita de retenciones al agro- ningún análisis racional podía esperar otra cosa que esta ruina que hoy empieza a verse. La fábula de la lluvia de inversiones era inverosímil ya en ese entonces, tanto como la espera del segundo semestre, el tercero, el cuarto y la ajada teoría del derrame. Y por cada mes que el macrismo pase en el poder el deterioro de la vida popular solo va a empeorar. Lo que dilata la manifestación de esta ruina es el tremendo blindaje mediático de que goza el gobierno y el entusiasmo colaboracionista de gran parte parte de la dirigencia política y sindical que se simula opositora.
El macrismo es el gestor político de un poder que lo trasciende: si su proyecto político fracasa, el poder financiero internacional habrá producido de todas maneras un deterioro del tejido social que llevará muchos años revertir. Ningún análisis racional puede esperar un escenario menos malo que el que en estos días se hace visible hasta para los más tardos. Objetivamente, desde que en diciembre de 2015 el gobierno tomó sus primeras medidas -la devaluación brusca llamada con un eufemismo "apertura del cepo" y la quita de retenciones al agro- ningún análisis racional podía esperar otra cosa que esta ruina que hoy empieza a verse. La fábula de la lluvia de inversiones era inverosímil ya en ese entonces, tanto como la espera del segundo semestre, el tercero, el cuarto y la ajada teoría del derrame. Y por cada mes que el macrismo pase en el poder el deterioro de la vida popular solo va a empeorar. Lo que dilata la manifestación de esta ruina es el tremendo blindaje mediático de que goza el gobierno y el entusiasmo colaboracionista de gran parte parte de la dirigencia política y sindical que se simula opositora.
El enorme poder económico y represivo que el régimen acumula explica la actual estabilidad política de un proyecto necesariamente antipopular. Nunca tuvieron la habilidad política ni de gestión que los analistas más complacientes le adjudican: lo único que pasa es que las clases dominantes se alinearon férreamente como nunca antes para sostener esta aventura de final incierto. Los analistas complacientes hasta hace poco seguían diciendo que la "apertura del cepo" era una de las medidas exitosas del oficialismo. Pero es justo esa medida la que marcó el comienzo del camino hacia la "crisis" que esta semana salió a la superficie. En rigor, no se trata de ninguna crisis sino de la exhibición de la auténtica naturaleza del gobierno. Si se quiere, lo único que entra en crisis es el relato del "giro hacia el centro" y la derecha moderna y democrática de quienes en 2015 se jactaban de caminar por la ancha avenida del medio. A medida que el tiempo pasa, el régimen va a mostrar inevitablemente su naturaleza extremista. Cada minuto hay menos lugar para los grises.