¿La unidad es superior al conflicto? Este domingo a medianoche en La otra. Radio Gráfica. FM 89,3
Parecería un asunto menor pero yo pienso que hay una concepción política en juego.
En medio de los conocidos daños que el macrismo ocasiona al país -despidos, corridas cambiarias, alza del costo de vida, tarifas impagables, ajuste concertado del poder central con los gobernadores pejotistas, pasividad irritante de la CGT, crecimiento exponencial de la deuda externa, caída de las reservas, bicicleta financiera y enfriamiento de la actividad económica-, puede parecer un episodio menor, depende cómo se lo mire.
El miércoles se vio el patético espectáculo dado por Guillermo Moreno en el programa del Gato Sylvestre en C5N. El nivel de confusión política, prepotencia, cerrazón ideológica, sectarismo, clericalismo y macartismo desplegado durante más de media hora ante la mirada entre incrédula y divertida de Myriam Bregman arrojó una palada de tierra a cualquier intento de comprender al peronismo como un movimiento emancipador y modernizador de los vínculos sociales del país.
Entre las gemas histriónicas del desaforado Supersecretario pueden contarse el reproche a Sylvestre: "vos tenés una tendencia a invitar a filomarxistas y no invitás a peronistas"; los dislates dirigidos contra Myriam Bregman: "vos tenés una visión atea de la vida, yo voy a misa todos los domingos" o "vos querés lucha de clases, querés terminar con la propiedad privada, yo me referencio en el Papa". Frente a esos exabruptos, haciendo alarde de plasticidad política, Bregman reivindicó los programas de La Falda y Huerta Grande propuestos por la CGT durante la resistencia peronista.
Más tarde Moreno delineó el mapa de su sectarismo, poniéndose en Guardián del Movimiento Nacional: "acá ni la izquierda, ni los radicales K, ni Nuevo Encuentro, ni Heller con ese partido... los únicos que nos podemos hacer cargo es el peronismo (sic)". También reivindicó a los gritos a Duhalde: "fue extraordinario el año y medio de Duhalde, por eso le tenemos que pedir perdón". Bregman aprovechó justo la arenga desquiciada del Supersecretario. "Que Moreno hable fuerte no quiere decir que tenga razón; si grita, me va a ganar. Pero reivindicar a Duhalde es difícil, no solo por el golpe devaluatorio que su gobierno aplicó contra los trabajadores, sino porque yo conocí a Darío Santillán, durante muchos años había compartido muchas movilizaciones con él, entonces recordar a Duhalde, uno de los responsables de la masacre de Puente Pueyrredón, a mí me cuesta mucho". El zángano se la dejó picando en el aire y Bregman hizo el gol. Y después ella desnudó la inconsistencia gritona de Moreno: "mucho blabla, pero no dice qué medida va a tomar contra los poderosos, a qué sectores vamos a afectar y a cuáles vamos a defender [y ella volvió a reivindicar el programa peronista de Huerta Grande]".
Bregman después marcó al peronismo colaboracionista: "cuando Macri busca cómplices es porque sabe que los tiene". Ante el cuestionamiento de esta complicidad, Moreno insistió con las falacias descalificatorias sin argumentos: "Esto ya parece una asamblea estudiantil, es para los foros estudiantiles, no para cuando está en peligro la Patria", Y después dejó otra vez la pelota picando en el área: "No creo que Macri nos llame, porque ningún oligarca llama a ningún peronista". Obviamente Bregman respondió con risas: "¡A Pichetto lo vive llamando! ¡y a todos los senadores! Más colaboracionista que Pichetto...". Darío Villarruel preguntó: "¿Pero Pichetto es peronista". Y el Supersecretario: "No hay duda, ¿qué va a ser Pichetto?". Villarruel: "¿Y por qué le da tanta ayuda a Macri?". Moreno: "¿Y cuál es la ayuda?". Bregman: "¡Las leyes contra el pueblo!". Moreno la emprende de nuevo contra los marxistas y Bregman acota divertida: "¡Cómo odia al marxismo!".
Ante la pregunta concreta sobre si hay que votar la ley contra el tarifazo, Moreno se escapa por la tangente con una triste imitación del estilo sanatero de Fidel Pintos, un divague incomprensible sobre Doña Rosa barriendo la vereda, sin definir si los senadores tienen que votar el proyecto ya aprobado en diputados. "¡Hay que enfrentar a Macri!" acota Bregman, a lo que Moreno descalifica: "Ella quiere enfrentar a Macri, a la Iglesia, a los monopolios, a todo el mundo, pero ese es un debate estudiantil. ¡Hay que hacerse cargo de la institucionalidad". Como Moreno se encuentra sin respuestas ante las preguntas concretas sobre cómo oponerse a este gobierno, termina por atacar al propio Sylvestre: "Gato, yo sé que a vos te gustan los radicales, pero lo único que queda es el peronismo. Pero como los maltratamos, tenemos que ir a pedirles perdón al Adolfo y a Duhalde. Y ahí van a parecer los héroes que se hagan cargo de la Patria si es necesario".
¿Con esta sarta de incoherencias el peronismo puede ofrecer algún atractivo político ante el desastre macrista?
Puede parecer una anécdota menor que da risa. El problema es más complejo si este despliegue lastimoso despierta entusiasmo entre sectores intensos que celebran los derrapes nacionalistas, clericales y macartistas. En las redes sociales, hay grupos nac&pop que salieron a aplaudir que Moreno hubiera puesto en su lugar a la "trosca" de Bregman, a la que de paso le volvían a pasar factura por no haber votado a Scioli en el ballotage de 2015. ¿Desde qué coherencia con su historia lo iba a votar? Si el FPV perdió frente a Macri, fue por llevar a un candidato que se parecía mucho al que ganó, con la diferencia de que Macri era más confiable para las clases dominantes que Scioli. Recordemos el inolvidable "gabinete de ministros" que Scioli anunció días antes de la primera vuelta en 2015: ¿podríamos pedirle al trosquismo que abandonara su identidad histórica por un candidato que despertaba tanta desconfianza incluso entre sus propios partidarios?
Si entre los intensos del Aguante esta demostración de confusión mental y torpeza discursiva despierta júbilo, enfrentamos un síntoma de la desarticulación política con que llegamos a 2019. ¿Este peronismo de sainete es lo que podemos oponer a la monstruosa maquinaria neoliberal?
Para encuadrar la extraña lógica de la sanata de Moreno podemos ayudarnos con unas declaraciones recientes. Hace solo 6 meses, cuando el Senado aprobó la fórmula Pichetto que empeoró el cálculo del aumento de las jubilaciones propuesto por el macrismo, Moreno declaró:
“Si la economía explota, esta ley es la que te permite salvar en algo a los jubilados. Porque si el Gobierno de Macri no termina, vas a tener una inflación galopante. Entonces, con esta ley las jubilaciones se ajustan por inflación. No hay que atacar a los senadores del peronismo que votaron a favor de esta fórmula, porque lo que no hay que hacer es señalar con el dedo a ningún compañero. Habrá compañeros que votan por proyección económica, habrá compañeros que votan por otra proyección económica, porque ninguno creo yo que va a votar pensando que se va a perjudicar a los jubilados”. (FUENTE)
Si esta intervención reciente no basta para perfilar a Moreno y entender a los entusiastas "peronistas" que lo tienen por un "soldado de Perón" al frente del Movimiento Nacional Justicialista, podemos ir más atrás. En el libro de conversaciones de Horacio Verbitsky con Diego Sztulwark, Vida de perros, puede leerse:
El domingo 26 de diciembre de 2004, Verbitsky publicó un perfil pionero de Guillermo Moreno, “a quien sus amigos llaman El Napia”, organizador de una agrupación denominada “Guardianes de la Democracia”, dentro del kirchnerismo de la Capital. Según Verbitsky, Moreno tuvo militancia en la “línea interna del exjefe de la Side, Miguel Ángel Toma”, y se define como un peronista “tan ortodoxo que no le hace asco ni siquiera al reclutamiento de los exconcejales Raúl Padró y Juan Carlos Suardi, prohombres de las prácticas que extinguieron al Partido Justicialista en la Capital”. Moreno llegó “a De Vido a través de Eduardo Curia, un economista de vinculación histórica con José Luis Manzano y Eduardo Bauzá, y autor del primer plan de flexibilidad laboral de Menem, junto con el asesor de la UIA Daniel Funes de Rioja. De trato prepotente, suele recibir en su despacho con un arma de fuego sobre el escritorio”. Esta crítica temprana a un funcionario tan característico del kirchnerismo no relativiza las simpatías de su autor por el gobierno, aunque sí ilustra otro rasgo del método Verbitsky: un ejercicio que consiste en desmarcarse de la oposición binaria y excluyente entre las únicas actitudes habitualmente admitidas: adherente u objetor. Ni una ni otra: Verbitsky se percibe como un actor que aspira a incidir en el proceso político a partir de la celosa constitución de un lugar propio que lo enorgullece: “Esa nota sobre Moreno la hice yo, no la hizo Morales Solá, ni Pagni ni Lanata.
La trayectoria evocada por Verbitsky hace juego con la simpatía actual de Moreno con el duhaldismo y con Pichetto. En todo caso, su curriculum vitae desentona en el gobierno kirchnerista. Por alguna razón, después de echarlo de su gobierno, Cristina nunca volvió a recibirlo. Verbitsky señala que uno de los peores errores del kirchnerismo fue la vandalización del INDEC, privándose así de un instrumento precioso para medir los índices de la economía real, lo que luego fue convenientemente aprovechado por el macrismo para distorsionar los efectos desastrosos de sus políticas.
Más allá de su trayectoria sinuosa, lo preocupante es que la sanata de la unidad peronista "por encima del conflicto" encuentre eco en sectores militantes: "la única forma de ganarle a Macri es si nos juntamos todos los peronistas" -lo que excluye, como Moreno se encarga de remarcar, a todo el que no se denomine peronista, a la vez que incluye a los colaboracionistas del macrismo, sin cuyo apoyo Macri no habría podido hacer tanto daño en sus dos años y medio-. "La unidad es superior al conflicto" es una consigna claramente bergogliana. ¿Qué unidad? ¿Unidad con quién? ¿Cómo se conjuga esta unidad con los excluidos por el actual esquema socio-político?
La resistencia social al macrismo crece y es uno de los factores que explican su derrape reciente. Pero este crecimiento todavía no encuentra expresión en una alternativa política. Hay amagues tímidos de reorganización de las corrientes más progresivas del peronismo y el kirchnerismo, que no son precisamente las que Moreno reivindica. Curiosamente una trosquista como Bregman es la que menciona los programas de La Falda y Huerta Grande. El estado de la lucha popular no cabe en la retórica vetusta del peronismo de mausoleo. El kirchnerismo todavía tiene que articular un discurso por encima de esta vocinglería de Moreno y los "soldados de Perón".
Ante la difusa indeterminación peronista, la timidez kirchnerista, el sinuoso oportunismo de los dirigentes del Evita, el clericalismo de algunas organizaciones sociales al borde de negociar la caridad de los ricos con los pobres y la desesperante pasividad de las jerarquías cegetistas, hoy los contrapesos contra la agresión neoliberal se ubican en el movimiento de derechos humanos, las CTA, la Corriente Sindical Federal, el feminismo y los sindicatos de base trosquistas. A pesar de todo lo que se habla contra el trosquismo, es una suerte para el ecosistema político argentino que este sector subsista. Al menos su activismo marca una diferencia frente a la continua tentación de la burocracia sindical y política por entregar definitivamente al pueblo.