Peor no le pudo ir al gato
Con el inmenso acto de ayer en la 9 de Julio, convocado por sectores de la sociedad civil contra la vuelta del FMI, culmina la semana más horrenda para el régimen macrista, lo que equivale a decir que fue la mejor semana para el pueblo argentino desde el 10 de diciembre de 2015. Este acto es la continuación natural de aquel 1 de marzo de 2015 en Plaza Congreso y del 9 de diciembre del mismo año en Plaza de Mayo. Entonces Cristina Kirchner había dicho que dejaba un país incómodo para los dirigentes y estos días lo corroboran.
La firmeza con que desde hace meses los distintos sectores del pueblo vienen resistiendo cotidianamente los intentos de imponer un rediseño neoliberal de la sociedad fue empujando al régimen a esta crisis que en las semanas previas mostró síntomas de inconsistencia macroeconómica. Es un error creer que los sacudones del dolar, las reservas y las tasas tienen un origen en causas meramente financieras. Ahora que "la turbulencia ya pasó", con la devaluación brutal del peso, el rebrote inflacionario, las tasas exorbitantes que determinan una recesión inexorable, la desconfianza con que miran los mercados la poca solidez del esquema de poder macrista y el sometimiento al control del FMI que impondrá un ajuste más severo y más rápido, esta semana la crisis mostró su naturaleza verdaderamente política.
El fracaso del gradualismo -el "si pasa, pasa" que fue condición de gobernabilidad y electorabilidad del período cambiemita- es resultado de la resistencia tenaz y cotidiana que cada sector del pueblo ofreció a los intentos de conducirnos gradualmente al abismo del que supimos salir en 2003. O, para decirlo como Jorge Asís a un destemplado Alejandro Fantino la noche anterior a la marcha, esta sociedad trae desde los 12 años kirchneristas una gimnasia política que la hace reacia a insertarse en el lecho de Procusto neoliberal. "No somos un país normal". Por los principios sociales... que se supo conquistar... para que reine en el pueblo el amor y la igualdad...¿cómo era?
Con mentiras ganó el macrismo en 2015 y con anabólicos electorales, extorsión judicial y blindaje mediático retuvo un discreto 40% en octubre pasado. Pero los recursos de ingeniería electoral son fungibles y el crédito que parte de la sociedad le extendió se fue agotando a medida que se revelaba la auténtica naturaleza del régimen: una brutal transferencia de recursos en favor de los más ricos, aliados al poder financiero internacional. En marzo, el ministro de finanzas vino a contar que dejaban de tener acceso al crédito internacional. La deuda acumulada es monstruosa pero, paralelamente a esta clausura, el macrismo había dilapidado su crédito social.
La semana que termina es horrenda, no solo porque ayer se reunió la mayor concentración popular en oposición al macrismo y al FMI -el poder financiero percibirá estas imágenes para evaluar las garantías que puede dar Macri de conducir el ajuste-, sino también porque los relatores oficiales tuvieron que hacer malabarismos retóricos para caracterizar de modo indoloro el sentido de la movilización: ¿Fue un reclamo convocado por un grupo de actores? ¿Fue el kirchnerismo, tantas veces dado por muerto, el capaz de movilizar a cientos de miles, solo con un par de videos de youtube, en una magnitud que ningún sello partidario, mediático ni sindical puede mover hoy?
¿Fue "la oposición golpista"? No parecía. Majul en su programa de cable dijo la noche anterior que la convocatoria le daba miedo. Y tenía razón, a pesar de la naturaleza pacífica y festiva de la marcha. Para un operador como él, que trató de infundir odio y terror en la sociedad a fuerza de mentiras sistemáticas, el estado de movilización popular es su fracaso profesional. Todos sus esfuerzos de meses, sostenidos con una artillería mediática nunca vista en la historia nacional, se mostraron ahora insuficientes.
EXCLUSIVO: La marcha de la oposición contra el Gobierno por el acuerdo con el FMI, vista desde el drone de El Destape. pic.twitter.com/p8v9elxvyo— El Destape (@eldestapeweb) 25 de mayo de 2018
Fue una marcha de reconocible aroma kirchnerista, a la que se sumaron miles de personas que no salían a la calle desde hace tiempo. Bastante más que la "minoría intensa" que gustan ningunear los cancheros gorilas. La cultura kirchnerista, incluso más allá de la identidad política asumida concientemente, supo perforar el cerco en el que se la intentó enclaustrar. No fueron los peronistas perdonables, ni los ortodoxos de misa de domingo los que movieron a tamaña multitud. Esta asamblea popular desplegada en la avenida más ancha del mundo es también la consumación de las pequeñas plazas de la resistencia, subvaloradas por los cancheros que se quisieron adaptar rápidamente a la derecha moderna y democrática.
El tormento macrista de estos días no se debe solo a la concentración de ayer en el Obelisco: 48 horas antes los docentes de todo el país, los trabajadores más aborrecidos por el macrismo, exhibieron una capacidad de movilización incomparable a la de otro sector del trabajo en la era amarilla. El lunes que viene empieza la Marcha Federal de las CTA y las organizaciones sociales de todo el país que confluirán el 1 de junio en el Congreso. Tres plazas -que sumarán más de un millón de argentinos de identidad plural en pocos días- ya es demasiado. Es mucho peor que tres tapas de Clarín en contra. Marca un grado de articulación y vitalidad de la resistencia popular que desnuda la debilidad política del régimen. No alcanza con extorsionar a senadores con pasado endeble ni sobornar a gobernadores oficialistas de todas las épocas para disciplinar al pueblo. No alcanzaron tampoco los escarceos represivos con que se quiso disuadir las movilizaciones de fin de año pasado.
A la mañana de ayer, atravesando una vallada Plaza de Mayo, enrarecida por el aislamiento artificial y el despliegue represivo temeroso del repudio popular, el gabinete macrista se encaminó hacia una humillación adicional: el Tedeum pronunciado por el cardenal Poli versó sobre la historia de Zaqueo, jefe de publicanos de Jericó, narrada en el evangelio de Lucas. Zaqueo tenía "un oficio despreciable, porque la mayor parte del dinero que recaudaba iba a parar a las arcas romanas, no sin retener una buena parte de los impuestos, de modo que se enriquecían notablemente". Estos funcionarios “eran indiferentes al patriotismo de sus conciudadanos que luchaban por obtener la libertad de su pueblo humillado. Estas y otras actitudes les valieron el desprecio popular y eran considerados grandes pecadores. (...) La indiferencia y el egoísmo de los ricos frente a la miseria de los pobres no pasan inadvertidos a los ojos de Dios. (...) El primer deber del Estado es cuidar la vida de sus habitantes, los débiles, los pobres y los marginados", dijo Poli, leyendo palabras que parecen salidas de la pluma de Bergoglio, ante los gestos forzadamente impávidos de Macri y su team. Debe haber sido dura la paliza simbólica a la que Macri y su pandilla fueron sometidos porque un rato después la Jefatura de Gabinete se encargaba de difundir entre sus voceros que el gobierno "celebró el tono moderado" del sermón.
Esta semana fue horrible para el macrismo. Pero no hay señales de que las próximas sean mejores.