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Mariu Vidal, mandíbula dura contra la Universidad

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"¿Es justo llenar la provincia de universidades públicas cuando todos sabemos que nadie que nace en la pobreza llega a la universidad?" dijo la gobernadora de la provincia de Buenos Aires ante el auditorio del Rotary Club. Vale la pena reparar por un momento en el auditorio que la aplaude: "todos los que estamos acá". Empresarios trajeados que interrumpen sus bocados para aplaudir. Si no es posible identificar quién es quién en esas mesas, se pueden reconocer los logos de las empresas que patrocinan la reunión en el panel detrás de escena oscura de la gobernadora, que dice la frase funesta con su mandíbula dura.

No sorprende que Vidal piense eso, salvo para los que creyeron en la entonación de Hada Buena que adoptó en la campaña electoral de 2015 y que desde entonces no abandonó. Hasta derrapar en la noche del miércoles. Es obvio que Vidal piensa eso, lo mismo que dijo Macri antes de ser presidente, en 2014 y en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA: "El problema no está en hacer más universidades. También soy muy crítico en eso. ¿Qué es esto de universidades por todos lados? Obviamente, muchos más cargos para nombrar. Acá hay que hacer más jardines de infantes. Acá falta que todos los chicos tengan la oportunidad de ir al jardín de infantes. Basta de esta locura". Hacer "todas esas universidades" fue una locura -otra locura de Cristina, obvio. Vidal y antes Macri machacan con eso de que habría que hacer jardines de infantes antes que universidades. Lo de los jardines de infantes también lo decían al criticar el Fútbol Para Todos. ¿Cómo vamos a televisar el fútbol gratis si acá lo que faltan son jardines de infantes? Hoy el televidente que quiere ver fútbol ha vuelto a pagarlo, lo que deja a amplios sectores del pueblo fuera de esa posibilidad, pero no hay noticias de que se hayan construido más jardines de infantes con el dinero que el estado ya no invierte en las trasmisiones futbolísticas.

Con otro dilema igualmente falso, Macri defendió ayer el veto a la Ley para frenar los tarifazos: "El costo fiscal para evitar los aumentos de tarifas tendría que haberlo financiarlo sacando las AUH, las pensiones para discapacitados, las jubilaciones". La imaginación de la derecha moderna, democrática y ajustadora es corta, más bien mezquina: un recorte a los ingresos populares solo se podría evitar si se aplica un recorte a un sector aún más vulnerable. Nunca se les ocurre transferir ingresos desde los sectores de las finanzas o desde las mismas empresas prestadoras de servicios que en estos años macristas están acumulando ganancias extraordinarias, los que aplauden a Vidal, mandíbula dura, en la escena oscura del Rotary. Por una razón obvia no se les ocurre recortar las ganancias desmesuradas de los más ricos: es que son precisamente ellos, la clase gobernante, los que recogen los beneficios de esas transferencias. La rapacidad de esta derecha moderna supera a la de los conservadores de antaño, que guardaban todavía algún aprecio por la educación pública. Estos bárbaros neoliberales hacen extrañar a la generación del 80 del siglo xix o a la nación preperonista.



Justo este año se celebra el centenario de la Reforma Universitaria llevada a cabo por el radicalismo popular, que puso a la universidad argentina en la vanguardia mundial y movió los cimientos de una educación superior que hasta ese momento sólo era para las élites. En 1949 el presidente Perón estableció por ley la gratuidad de los estudios universitarios. El kirchnerismo, en continuidad con esas tradiciones transversales, aumentó el presupuesto universitario de manera exponencial y abrió universidades en Avellaneda, Florencio Varela, Moreno, Merlo y José C. Paz (Provincia de Buenos Aires), en Villa Mercedes (San Luis) y en Tierra del Fuego. Una gran cantidad de los estudiantes de esas nuevas universidades fueron la primera generación de universitarios de sus familias. Puede conjeturarse que esta continuidad de la jerarquización de los estudios universitarios por más de un siglo -que ni siquiera las sangrientas dictaduras pudieron revertir- explica en parte la movilidad social que caracteriza al pueblo argentino entre otros pueblos de la región.

En octubre de 2015, una de las últimas leyes promulgadas por el kirchnerismo fue la modificatoria de la Ley de Educación Superior Nro 24521, sancionada durante el menemismo en 1995. El artículo 58 de la ley modificatoria dispone: "El aporte del Estado Nacional para las Instituciones de Educación Superior Universitaria de gestión estatal no puede ser disminuido ni reemplazado en ningún caso mediante recursos adicionales provenientes de otras fuentes no contempladas en el Presupuesto anual General de la Administración Pública Nacional". La autora de la ley fue la diputada Adriana Puiggrós, una experta en temas educativos que milita desde hace décadas en el campo popular. La ley tuvo el voto afirmativo de todos los bloques, excepto el PRO y el entonces diputado Eduardo Amadeo. En el Senado, Gabriela Michetti se retiró en el momento de votar.

Es muy interesante repasar la entrevista que la periodista de La Nación Luciana Vázquez le hizo a la autora de la ley. La periodista argumenta en favor de poner exámenes de ingreso restrictivos y cobrar aranceles, e insiste una y otra vez en la conveniencia de orientar el presupuesto universitario hacia la formación de élites, con el pretexto de que los sistemas de ingreso inclusivos como el CBC representan un gasto desperdiciado en estudiantes que no terminan sus carreras, gasto que sería mejor destinar a la formación de minorías de graduados con saberes ultra específicos. Puiggrós rebate esa concepción elitista alegando que aun los alumnos que no terminan sus estudios ejercen el derecho a la formación superior, que debería reconocerse mediante certificados de las materias que hayan aprobado. Puiggrós reafirma que el conocimiento es un bien que se distribuye colectivamente sin que sea un objetivo excluyente la formación de los alumnos "superdotados".

"Yo no creo -dice Puiggrós- que la sociedad salga adelante con superdotados. El hacer inversiones enormes en quienes están superdotados es muy restrictivo y para una sociedad muy chica. Si pensamos en una sociedad que tenga futuro, en una sociedad que crezca, donde haya igualdad y se reconozcan los derechos, tenemos que pensar en la cultura del conjunto. Es la cultura del conjunto la que eleva, no es la cultura de la elite sino la del conjunto la que permite incluso que haya Premios Nobel. Los Premios Nobel no son solo productos del individuo, son productos de las sociedades que han logrado sacar adelante" [a esos individuos].

La periodista reivindica la posibilidad de arancelar los estudios universitarios, ya que "claramente la educación universitaria argentina no es gratuita, la pagamos con nuestros impuestos". Cuando Luciana Vázquez dice "nuestros" habla en nombre de los mismos sectores que esta semana escuchaban, patrocinaban y aplaudían a la Vidal. "Nuestros impuestos" es la guita que ellos se quieren llevar a las guaridas fiscales. Puiggrós rechaza esa impugnación de la gratuidad, ya que obviamente cualquier sistema educativo solo puede funcionar en base a una inversión, pero únicamente el estado puede garantizar una educación igualitaria. Vale la pena repasar la entrevista, porque es esta concepción de una universidad para las élites la que hoy es política oficial.



Entonces no es llamativo que Vidal piense eso que dijo en el Rotary. Lo que resulta sintomático, en todo caso, es el derrape discursivo de la gobernadora, quien hasta ahora había impostado el perfil sensible del régimen ajustador. Con astucia, Vidal se cuidaba de decir las barbaridades clasistas que otros funcionarios con menos inhibiciones dicen con descaro todos los días. Ese astuto cuidado de la gobernadora la preservaba del desgaste acentuado que venían sufriendo otros funcionarios oficiales. "A ella no le entran las balas" era un lugar común de los analistas políticos del establishment. Con el desprecio que mostró en las recientes declaraciones contra las clases populares que aspiran a acceder a la universidad, Vidal mostró su mandíbula dura, su cara fiera y verdadera.

El exabrupto coincide con el momento en que las encuestas dicen que la crisis política afectó también su imagen. Justo cuando los sectores dominantes se empiezan a preguntar si no sería ella la candidata más conveniente si Macri sigue cayendo en las encuestas (el índice de aprobación del gobierno nacional está hoy en un 26%, según una encuesta presencial realizada a mil personas de todo el país por la consultora de Hugo Haime). La pregunta política se refiere al timing con que Vidal dijo lo que dijo. El régimen macrista se está resquebrajando, la ilusión gradualista mostró que era cosa de ilusos, la dirigencia política que hasta ahora le cedió gobernabilidad empieza a distanciarse, como muestra el desempeño de la bancada de Pichetto en el Senado o el enojo de Macri con los gobernas pejotistas. 

¿Vidal está también ganada por la zozobra que muestra el resto del elenco gobernante? ¿Se le soltó la cadena? ¿Su radicalización discursiva es un fallido porque en realidad no quiere hacerse cargo de la papa caliente del próximo período? ¿O píensa ganar votos acompañando al resto del gobierno en su giro hacia la ultraderecha? ¿La mandíbula dura y la escena sombría marcan el fin de la fiesta en el bunker Pro?

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