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Variaciones del encierro y de la fuga real o ilusoria

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Una conversación radial con Martín Piqué en la madrugada de AM 750 sobre el ciclo de cine La otra


Ya se hizo una buena costumbre cruzarnos en el aire radial de las horas altas de la madrugada en el programa de Martín Piqué en AM 750 (Vayan a laburar) o recibirlo a él en La otra.-radio (medianoche del domingo en Gráfica 89,3).

Esta vez me tocó a mí ir a la 750, entre las 2:50 y las 4:26 de anoche. Fui a contar cómo va a ser el ciclo de cine Cuerpos Capturados, de comienzo inminente. Hablamos del ciclo, del concepto que vincula las ocho películas que vamos a ver y pensar los sábados de julio y agosto a las 19:30 en Ayacucho 483. Y por supuesto la conversación derivó hacia otros asuntos.

Los otros asuntos: modos de habitar un territorio en que nuestras vidas transcurren. Más específicamente, con Martín compartimos un especial apego por las veredas de Corrientes entre Callao y el Obelisco, una ubicación no meramente geográfica, mejor dicho existencial. Los dos nos topamos alguna vez con la estampa ceñuda de David Viñas, leyendo y remarcando La Nación, sentado a la mesa que daba a la ventana de alguno de esos bares. ¿Quién que haya pasado por ahí entre los 80 y los 2000 no se habrá topado con la figura de Viñas? Martín trabajaba de cadete cuando compraba La otra, V de Vian o Cerdos y Peces en el kiosco de la esquina de Corrientes y Montevideo, en la puerta del Bar La Paz. 

Yo desde mi adolescencia recorro esas veredas, así que ya dejé una huella imperceptible de mí en esas cuadras. Con mis amigos arrancábamos en la esquina de Corrientes y Callao y seguíamos para el lado del Bajo, enfilando hacia San Telmo, derivas que podían terminar en el Parakultural donde Batato, Urdapilleta y Tortonese protagonizaban las veladas teatrales de risas más desaforadas que yo haya vivido. O pasábamos noches enteras en el Británico frente al Parque Lezama, abandonados a una conversación incesante sobre la grieta que existe en todas las cosas por la que una luz se filtra, cobijados en una amistad que todavía persiste, ahora que el Británico cierra temprano. ¡Aguante la amistad!

Corrientes no es la que era: por obra de ya demasiados años de macrismo porteño, hoy luce como una ciudad bombardeada, llena de escombros y vallados que estorban las caminatas, mientras familias enteras duermen en la calle en las noches gélidas. Las marcas de la historia se hallan inequívocas en estos territorios y solo un estúpido o estúpida no sabe encontrarlas. Mientras tanto los filósofos baratos de la posmodernidad se pierden en los meandros de la no verdad y la omni-interpretación, como fruto de un Nietzsche mal leído.

De las marcas presentes de la historia hablamos y de eso se trata también el ciclo Cuerpos Capturados, que fui a anunciar en la radio esta madrugada.

Me gusta programar ciclos de cine porque no trato de elegir películas desde un regodeo cinéfilo que cada vez me complace menos. El cine es una prolongación y perfeccionamiento de nuestra capacidad perceptiva y nos permite elaborar más finamente la verdad de nuestra propia mirada. 

Bajo el eje Cuerpos Capturados quise rastrear, a través de una serie acotada de películas, las marcas del sistema legibles en los cuerpos singulares, como la Ley escrita en la piel en la colonia penitenciaria kafkiana. El cine captura cuerpos reales, no imaginarios, y la mirada puede reconocer las marcas del sistema colonial, penitenciario o crasamente neoliberal. Como los jugadores de Fulboy (Martín Farina), encerrados en su espacio concentracionario, acicalándose, resbalando las horas vacías, mirándose uno en el espejo del otro para ver cómo les queda esa ropita que compraron, tatuándose un signo de algo sobre la carne o haciendo cuentas de cómo repartirse la guita que ganan si ganan el torneo. Esos cuerpos fulboyeros, tan expuestos como portadores de marcas, también de marcas publicitarias, tienen el cuarto de hora en el que se saben deseados por todas las miradas, como héroes, como objetos de goce o como mercancía, hasta ser descartados. Una cámara atenta puede filmar el sistema en sus cuerpos. También puede reconocerse la debacle de la post revolución maoísta en el cuerpo agobiado del carterista sin horizonte de Xiao Gu (Jia Zhang-ke), que más adelante vamos a ver en el ciclo. O en Paris is burning (Jennie Livingston) percibir los modos en los que la cultura callejera gay y trans de los 80 neoyorquinos vacila entre la asunción de una diversidad propia o la mera reproducción de los estereotipos del consumo straight. Hay procedimientos todavía más literales de captura de los cuerpos, como el del condenado a muerte que no se escapa en Into the abyss (Werner Herzog), mientras charla con el cineasta detrás de su jaula de vidrio y espera la ejecución inminente. Variaciones del encierro y de la fuga, real o ilusoria.

El cine no es evasión del mundo, el que afirma eso es un tarado.

Las películas vistas así y conversadas abren sentidos guardados que aguardan ser mirados.

Marcas carnales del sistema, territorios vividos, cuerpos capturados: de todo eso hablamos con Martín Piqué en las primeras horas del día que comienza, mientras escuchamos canciones de Prince, de Charly, Gabo y Sergio Ch, todo lo cual puede escucharse acá.



El ciclo de cine empieza el sábado de la semana que viene (7/7) y volveré sobre el asunto. ¿Con qué fotos ilustro este post?

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