por Daniel Ramírez
Fuente: La Garganta Poderosa
Tengo mucha bronca, mucha tristeza. No se imaginan lo que se siente haberlo visto morir y encima escuchar tantas mentiras sobre él en los medios, en las redes; que aparezcan fotos de otra persona con un arma, que inventen cualquier cosa para denigrarlo, que omitan su nombre… ¡Ismael Ramírez se llamaba! Era tranquilo, querido por todo el pueblo, no molestaba a nadie. Un pibe bien educado, que de la escuela volvía al barrio e iba a jugar a la pelota con sus amigos, o a las bolitas con los más chiquitos.
Antes de hablar de Ismael, tendrían que haberlo conocido.
Varios años vivimos en Santa Fe y de ahí nació su mayor pasión: Rosario Central. En casa siempre ayudaba y nos hacía divertir con su ingenio, aunque a veces se ponía cargoso. Lo voy a extrañar cada segundo de mi vida. ¿Con quién voy a salir ahora a caminar? ¿Quién me va hacer reír a carcajadas? ¿Quién me va a molestar todas las mañanas? Les juro que va a ser insoportable no tenerlo nunca más a mi lado.
El lunes por la noche fuimos a buscar a mi mamá que había ido a visitar a unos conocidos. De casualidad pasábamos frente al supermercado cuando de repente escuché un tiro. Miré al costado y mi hermano ya estaba tirado. Le hablé y le hablé, pero no me respondía. Los vecinos llamaron a la ambulancia en vano porque la Policía no dejó que pasara. Al llegar al hospital no lo pudieron salvar.
Resistir se está volviendo muy difícil en Sáenz Peña, porque casi a diario aumenta el precio de la mercadería. Parte de la sociedad, que quizá nunca pasó necesidades, piensa que la gente reclama por gusto. ¡No es así, todo lo contrario! La gente va porque la está pasando muy mal, porque necesita, porque tiene hambre.
Con mi familia exigimos justicia por Ismael y que metan preso a quien gatilló, para calmar un poco este dolor. Si queremos que esto no se repita, el pueblo debe vivir mejor.