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Tenembaum, Zlotogwiazda, Bonadío, los sofistas: "algo habrán hecho"

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La complicidad de los periodistas "neutrales" en la abolición del estado de derecho


Un ejemplo de sofística:

Tenembaum banca la persecución judicial a Cristina. Entonces eleva las creencias de un testigo "arrepentido" al rango de pruebas jurídicas. "Yo creo que Cristina hizo esto y lo otro...", dicho por López, sería para Tenembaum, igual que para Bonadío, la prueba de un delito de Cristina. Tenembaum refuerza su beneplácito en la justicia de esa persecución alegando que el fallo tiene "carácter histórico", sin detenerse a analizar su juridicidad, lo que según él sería solo un detalle formal. No sé cómo puede establecerse que un fallo es histórico al día siguiente de producirse -y no dudar de que la historia vaya a terminar considerándolo un oprobio- pero, aún si lo fuera, ello no constituiría una prueba de los delitos imputados. Cuando Graciana Peñafort en esta entrevista que reproducimos le marca a Tenembaum la falta de carácter probatorio de unos dichos proferidos bajo chantaje ante un tribunal constituido irregularmente, Tenembaum sonríe cínicamente. Es claro que él ya decidió desde antes que Cristina es culpable de lo que Bonadío le imputa. Como no hace falta probarlo en un sentido estricto -y Tenembaum como periodista no se molesta en averiguar qué tipo de evidencias hacen falta para probar los delitos y bajo qué condiciones se validan-, basta con reírse de los que piden que se prueben los cargos que él da por descontados. Tenembaum sabe que Cristina es jefa de una asociación ilícita y parece suponer que todos los sabemos aunque algunos queramos cerrar los ojos a esa evidencia, entonces los mecanismos de validación de la sentencia serían irrelevantes, engorrosos procedimientos que nos distraen de lo importante. El fin es tan alto que los medios están justificados. Por eso, con su gestualidad se burla del empeño de los K para desconocer la importancia del fallo. Como el fallo es importante, no hace falta fundar además que sea verdadero.



Lo interesante es que él, como comunicador con llegada a una parte de la audiencia que lo considera un tipo mesurado y equidistante, es partícipe de la construcción de la verosimilitud que suplanta a la verdad. Hacen falta 5, 10, 20 Tenembaums que, con diversidad de recursos retóricos y entonaciones, persuadan a la mayor cantidad de gente posible que no tiene oportunidad de sopesar ni controlar el carácter probatorio de los procedimientos sino a través de su relato periodístico que Cristina es la jefa de esta asociación ilícita . El argumento sobre el que se sostiene Tenembaum es análogo a los que en la dictadura sostenían, ante las desapariciones seguidas de muerte, "algo habrán hecho". Algo habrán hecho si hay tantas voces coincidentes (Bonadío, Stornelli, Clarín, La Nación, América TV, Tenembaum, el gobierno, los arrepentidos que dicen lo que Bonadío quiere para no sufrir prisión preventiva). La sonrisa sarcástica que la fotografía de este post congela manifiesta el desprecio que a Tenembaum le merece la argumentación de la abogada Graciana Peñafort cuando ella señala, por ejemplo, que no le corresponde a Bonadío juzgar estos presuntos delitos o que las confesiones fueron arrancadas bajo métodos extorsivos, abusando del poder que le confiere el sistema jurídico, abuso al que hoy ninguno de los que deberían hacerlo en Argentina tiene interés por limitar. El motivo por el que ella no puede decir nada que a Tenembaum le haga revisar sus prejuicios es que ella es K, un claro disvalor. Que la causa tenga "magnitud histórica" será la premisa que para Ernesto justifica que se vulnere la presunción de inocencia y se renuncie al rigor de las pruebas objetivas. Bonadío creó la causa y se apropió de ella a partir de cuadernos desaparecidos, imposibles de periciar, y desató con los nombres allí escritos una razzia para amenazar a los detenidos con permanecer en la cárcel si no decían lo que él pretende. La confesión como procedimiento de veridicción, como le gustaría decir a Foucault, quien encontraría en la Argentina actual un territorio plausible para su concepto de verdad.

En estos días escuché varias entrevistas de Tenembaum y Zlotogwiazda a distintos dirigentes que objetan la legitimidad de la causa de los cuadernos con argumentos similares a los de Peñafort. Los periodistas se encargan de bajar el precio de la palabra de los entrevistados durante el propio reportaje al que los convocan. Zlotogwiazda entrevista a Oscar Parrilli e insiste en que la desaparición de los cuadernos que desencadenaron la pesquisa es irrelevante dado que luego muchos empresarios se "arrepintieron". Toda la sagacidad que Zloto emplea para desacreditar la palabra de Parrilli no la necesita para cuestionar el valor jurídico de esos arrepentimientos arrancados bajo coacción.

Este abuso de poder fue denunciado públicamente por el abogado Mariano Cúneo Libarona, defensor de Sergio Taselli, Hugo Eurnekian y Alejandro Ivanissevich: "Si [mi defendido Taselli] no sale en libertad en breve lapso va a mentir y va a involucrar a alguno. No va a presentarse como arrepentido, salvo que quede preso y tenga que inventar algo, confesar algo, involucrar a alguien. Tenés que arrepentirte, confesar algo e involucrar gente. Si decís que sos inocente quedás preso. Hay que ir y confesar. Si no, quedás preso. ¿Qué querés que haga?". Pero Zlotogwiazda no se enteró.

Parrilli le cita los dichos de Cúneo pero Zloto no sabe de qué le habla. Un periodista de 60 años que atravesó la dictadura militar y presenció el escrupuloso juicio democrático a las juntas genocidas no comprende la ajuridicidad de los actuales métodos inquisitoriales, a los que durante el reportaje  que aquí reproducimos considera meras cuestiones de forma. A pesar de su trabajo cotidiano como periodista, desconoce las declaraciones de Cúneo Libarona, que fueron reproducidas hasta por Clarín. "Se ha creado una especie de derecho penal premial: se le da premio al alcahuete. Entonces, fomenta algo gravísimo: no solo el arrepentimiento semi coactivo en algunos casos, sino que también fomenta la mentira", había dicho Cúneo Libarona. Pero Zloto repite como argumento para desestimar las declaraciones de Parrilli que solo los ex-funcionarios kirchneristas se manifiestaron contra los procedimientos de Bonadío. Como si el ser acusados los convirtiera en desdeñables. Zloto no le teme al lugar común afín a los procedimientos inquisitoriales de "¿usted pondría las manos en el fuego por...?". Tampoco conoce la lógica elemental de que la proposición que contradice a aquella que afirma "Todos los testigos dicen la verdad" no es "Ningún testigo dice la verdad" sino "No todos los testigos dicen la verdad". Con este tipo de falacias hace dos mil quinientos años los sofistas confundían a los incautos en Atenas.



¿Por qué detenernos en Tenembaum y Zlotogwiazda? Porque ellos hacen marketing de su objetividad y equidistancia. Pero la verdad no es un término medio respecto de la mentira: es su extremo opuesto. Estos dos periodistas trabajan para construir verosimilitud para un público "independiente", aunque su posición es altamente funcional al oficialismo, al consolidar un sentido común que coincide exactamente con el de los medios dominantes de los que pretenden diferenciarse. Moviéndose por el viscoso sendero de la verosimilitud, omiten por completo el concepto de lawfare al que periodistas de otros países apelan para analizar los abusos judiciales que se están produciendo simultáneamente en varios países latinoamericanos. ¿Por qué será?

Tenembaum y Zlotogwiazda no son simples relatores de esta época: son sus coautores. Aunque su trabajo periodístico tenga una calidad degradada no podremos olvidarlos.

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