Todo lo que Leonardo D'Espósito no supo decir de Tierra de los Padres
por Oscar Cuervo
De las críticas aparecidas hasta ahora de la película Tierra de los Padres hay una que se destaca por su mezcla de ineptitud y mala fe: me refiero a la que hizo Leonardo D'Espósito en el diario BAE. Una posición imprecisa y vacilante se anuncia ya entre el título y la bajada de la nota:
De las críticas aparecidas hasta ahora de la película Tierra de los Padres hay una que se destaca por su mezcla de ineptitud y mala fe: me refiero a la que hizo Leonardo D'Espósito en el diario BAE. Una posición imprecisa y vacilante se anuncia ya entre el título y la bajada de la nota:
Un proyecto documental sobre la violencia argentina
Tierra de los Padres, un debatible ejercicio de cine político
¿Qué será para D'Espósito un "proyecto documental"? Un lector que no se haya informado por otros medios puede creer que no se está hablando de una película estrenada, sino de una que se halla "en proyecto". La bajada no termina de resolver la imprecisión: el proyecto pasó a ser ahora "un ejercicio", que, además, es tildado de "debatible", como si alguna película no lo fuera. Esta falta de precisión para titular expone desde el primer momento la dificultad de su autor para llamar a las cosas por su nombre y, sobre todo, su incomodidad por impugnar la película disimulando los motivos que lo llevan a hacerlo. La reseña dice esto:
El film Tierra de los Padres se ganó, antes de su estreno, el mote de “polémico” al no haber sido seleccionado en las pasadas ediciones de los dos mayores festivales de cine del país, el de Mar del Plata y -especialmente- el Bafici. Hubo acusaciones cruzadas y se habló incluso de censura, de ajustes de cuentas políticos, etcétera. Más justo sería decir que el film puede gustar o no, y que la selección depende de criterios subjetivos. El hecho de que el film se proyecte en la Sala Lugones del Teatro San Martín en exclusiva debería cerrar cualquier polémica.
¿Por qué, en parte estas discusiones? Porque el segundo largo de Nicolás Prividera (realizador de la notable M, donde cuestiona la historia reciente argentina a partir del secuestro y desaparición de su propia madre durante la dictadura) es un ensayo que toma textos históricos que se relacionan con la vida -y la violencia- política en la Argentina del último siglo y medio. Se suceden discursos de Rosas, de Sarmiento, de Alberdi, de Hernández, de Guido y Spano, de Ascasubi, de Eva Perón, de Walsh y de muchos otros, leídos en el cementerio de la Recoleta, ese lugar donde han quedado guardado (no solo) los restos de las familias patricias de nuesteo país. Mientras, vemos también el trabajo de los empleados del cementerio, algunos visitantes, los constantes gatos, las esculturas. Este sector del film, que es el que ocupa casi toda su duración, está enmarcado por un prólogo donde, al son del Himno Nacional, vemos imágenes documentales de actos de violencia política desde principios del siglo XX hasta 2001. Al final, con el “Va pensiero” de Verdi, un largo plano aéreo recorre los alrededores del cementerio, los une a la villa de Retiro en el mismo movimiento y se adentra en el Río de la Plata. El film es, claro, un ensayo político totalmente subjetivo y una toma de posición.
Decir que la película no tiene su belleza, que los textos no son interesantes o que el film no tiene suficiente potencial como motivo de discusiones. Pero no cinematográficas: el gran problema de la apuesta de Prividera es que se reitera, que, incluso si se trata de textos dispuestos cronológicamente, repiten una situación que no ha cambiado. O sí: hoy en las escuelas nadie glorifica a Roca, y se condena la masacre de Plaza de Mayo en 1955. Si el objetivo es hablar de un discurso “de los vencidos”, hay que decir que hoy ese discurso forma parte de nuestro acervo, que no somos ingenuos ante esos elementos. Pero esto, se dijo, es materia discutible: lo que es indiscutible es que el film se vuelve redundante en la medida en que sigue al pie de la letra su procedimiento, sin cuestionarlo y sin provocar en el espectador la necesidad de ir más allá de él. Cerrado en sí mismo, subrayado y sobre explicado, queda como un intento logrado a medias.
De los tres párrafos de que consta la reseña, D'Espósito dedica uno entero a discutir el mote de "polémico" que el film se habría ganado. Un desperdicio de espacio que le impide fundamentar más extensamente su análisis sobre la película. D'Espósito no dice quién motejó de "polémico" al film; quien fuera que sea, no es un mote que la película reseñada reclame para sí, sino algo que le ha sido endosado desde afuera. En todo caso, es bastante torcido discutir si la película es o no polémica, cuando en realidad lo que el crítico quiere hacer (si bien de un modo vacilante) es polemizar con ella. D'Espósito, después de referirse vagamente a la exclusión que la película sufrió por parte de los festivales de Mar del Plata y Bafici, despacha el asunto descartando un "ajuste de cuentas político" (¿por qué lo dirá?) y alegando que "la selección depende de criterios subjetivos", como si pudiera ser de otra manera. Lo curioso es que, de pronto, D'Espósito concluye que el hecho de que ahora la película se proyecte en la Sala Lugones "debería cerrar cualquier polémica" (?). No se entiende por qué tanto apuro en cerrar toda polémica ni de qué modo una polémica quedaría cerrada cuando la película recién se estrena, en la sala Lugones o en cualquier otro sitio.
Lo evidente es que D'Espósito mismo no puede, aunque parece desearlo, cerrar toda polémica, porque en el párrafo siguiente retoma las discusiones que acaba de dar por cerradas. Después de describir un poco toscamente la estructura del film, sin entrar en precisiones que podrían servirle para pensarlo, concluye que las discusiones se deben a que "El film es, claro, un ensayo político totalmente subjetivo y una toma de posición". La misma subjetividad que antes le sirvió a D'Espósito para esquivar una discusión sobre los criterios de exclusión de los festivales ("el film puede gustar o no, (...) la selección depende de criterios subjetivos") le sirve ahora para explicar una discusión sobre la película ("El film es, claro, un ensayo político totalmente subjetivo y una toma de posición"). ¿En qué quedamos? ¿El ser "totalmente subjetivo" nos exime de polemizar o nos conduce a la polémica?
Pero, además, ¿podría un ensayo político no ser subjetivo? ¿debería no serlo? Sería interesante que D'Espósito se extendiera al respecto, para poder dar cuenta de su propia subjetividad. Ya que habló de la subjetividad de los programadores y de la del director de la película, sería muy enriquecedor para su lector que D'Espósito explicara mejor su posición respecto de la subjetividad de un ensayo político. Después de todo, una crítica de cine es una toma de posición y también un ensayo político (sobre todo si el film criticado es un ensayo político). Sería enriquecedor, pero D'Espósito no es capaz de hacerlo.
La cosa se pone sumamente interesante en la primera oración del tercer párrafo, porque D'Espósito escribe una frase sintácticamente defectuosa en la que su posición frente a la película se retuerce en un nudo semántico: "Decir que la película no tiene su belleza, que los textos no son interesantes o que el film no tiene suficiente potencial como motivo de discusiones". Todo un síntoma esta oración unimembre: ¿quiso decir o no quiso decir D'Espósito que la película "no tiene su belleza, que los textos no son interesantes o que el film no tiene suficiente potencial como motivo de discusiones"? Nunca lo sabremos.
En los últimos renglones, la reseña d'espósita obra por acumulación de objeciones no fundamentadas y contradictorias: el "gran problema" de la película sería, por un lado, que los textos "repiten una situación que no ha cambiado" (si fuera el caso que la situación no ha cambiado, ¿por qué eso sería un problema de la película?); pero, por otro lado, D'Espósito abandona rápidamente la idea de que la situación no cambió, y pasa a afirmar que sí cambió, ya que "en las escuelas nadie glorifica a Roca, y se condena la masacre de Plaza de Mayo en 1955". Es un poco absurdo que se le objete algo a una película y que seguidamente se le objete todo lo contrario.
Hacia el final del enredo, D'Espósito parece decidirse a mostrar el motivo de su disgusto: supone que el objetivo de la película es "hablar de un discurso “de los vencidos”". Lo cual sólo se desprende de la mala lectura que él hace de un cartel que aparece al comienzo de Tierra de los Padres, lectura que no da cuenta del dispositivo completo del film, sino de su confusión d'espósita. Porque el cartel en cuestión no propone como objetivo del film "hablar de un discurso de los vencidos", sino lo siguiente:
"El cementerio de la Recoleta es el más antiguo de Buenos Aires. En 1881, en coincidencia con la formación del estado moderno, se lo transformó en una necrópolis; una simbólica ciudad dentro de la ciudad, en la que los mausoleos de los 'padres fundadores' trazan un recorrido por la historia oficial. Sin embargo, esta historia también puede ser leída desde la perspectiva de los vencidos..."
Es decir: además de la historia que se propusieron contar los vencedores a través del relato que instaura la necrópolis, la historia también puede ser leída desde la perspectiva de los vencidos. La película propone una operación más compleja que la de "hablar el discurso de los vencidos", dado que el "sin embargo... también" propone una disyunción inclusiva. De hecho, eso es lo que el film realiza, no excluir un relato, sino incluir también, junto con ese relato, otro. Y, además, otros (esta pluralidad se le escapa totalmente a D'Espósito, obnubilado tal vez por el temor de escuchar el discurso de los vencidos). Porque en la película se escucha, y de manera abundante, el discurso de los vencedores.
Muy distinto sería el caso si la película asumiera una voz que condenara a unos y aprobara a otros, como una mera inversión de la historia oficial de los "padres fundadores": si, por ejemplo, condenara el asesinato de Valle y aprobara el de Aramburu, cosa que Prividera a todas luces no hace. Incluso sería una película muy distinta si una voz condenara a ambos asesinatos por igual. Tierra de los Padres no hace nada de todo esto. Al trasmitir esa idea, D'Espósito está informando mal a sus lectores acerca de lo que la película es.
Lo más inquietante del dispositivo cinematográfico de Tierra de los Padres es algo que D'Espósito ni siquiera escuchó: el silencio posterior a cada cita de Sarmiento, Alberdi, Hernández, Mitre, Evita, Ocampo, Massera, Walsh; y aún de las más difíciles de reducir citas de Mallea, Girondo, Gianuzzi... Silencio del que tiene que hacerse cargo el espectador, apropiándose de un espacio de indeterminación en el que puede elaborar y decidir su propia posición. Es notorio que cuando Prividera aparece como personaje dice el poema de Joaquín Gianuzzi -citado en el post anterior- que, aunque no pretende asumir un posición neutral ni equidistante, no está escrito desde una u otra trinchera sino desde una distancia poética. Distancia que no deja de ser política, pero que instaura una enunciación diferente respecto a los partes de guerra y otros discursos polémicos.
Cerrado en sí mismo, confuso y sub explicado, el comentario de D'Espósito queda como un intento totalmente malogrado de polemizar con Prividera.
NOTA: Tierra de los Padres sigue en cartel en la Sala Lugones hoy a las 14:30, 17:00, 19:30 y 22:00, y a partir de mañana jueves en nuevos horarios: 14:30 y 18:00 hs. Ver agenda de la Sala Lugones.
NOTA: Tierra de los Padres sigue en cartel en la Sala Lugones hoy a las 14:30, 17:00, 19:30 y 22:00, y a partir de mañana jueves en nuevos horarios: 14:30 y 18:00 hs. Ver agenda de la Sala Lugones.