por Lidia Ferrari
Serían las primeras horas de la tarde. Como tantos otros días abro el diario Página 12 online. Estando tan lejos siempre ha sido un acompañante que me acerca las noticias de la tierra que una extraña tanto. Pegué un grito de dolor y me puse a llorar desconsoladamente… primero a putear, sí, también eso que sabemos hacer tan bien los argentinos. No lo podía creer. Mi compañero italiano contará a otros italianos sobre esta índole rara de los argentinos: “Lloró durante una semana la muerte de un político. ¿Cuándo nosotros vamos a llorar siquiera unos minutos a un político? Estos argentinos son un poco exaltados”. Pero él también lo sintió, aun siendo italiano, porque vivió al lado mío lo que significó el kirchnerismo en Argentina y en Latinoamérica. El kirchnerismo, el movimiento que lleva su nombre porque lo fraguó él, así, de zopetón, tomándonos de sorpresa con el mejor de los regalos, la construcción de la creencia en que podemos confiar en la política, que puede haber políticos de buena madera… ¡Tantas cosas nos regaló, que nadie todavía ha podido completar el inventario! Quizás porque lo que nos regaló está allí siempre produciendo alguna cosa más… Como ahora, su recuerdo, que nos vuelve a emocionar y nos recuerda todo lo que nos dio en una bandeja de cartón arrugada, como su traje, llena de cosas buenas para la gente, para nosotros.
Treviso, octubre de 2018