Fotografía de Yousuf Karsh
por Lidia Ferrari
Pensamos que las fake news signan el tiempo presente. Es cierto que las herramientas neoliberales han agigantado el fenómeno de tal modo que podemos decir que vivimos inmersos en medio de casi sólo noticias falsas. Pero el uso de la mentira para la consolidación del poder es tan viejo como la historia misma. Hay muchas fuentes para la divulgación de falsos sucesos. Una de ellas es la ignorancia. La gente expande noticias que escucha o creer haber escuchado con la velocidad de la luz a pesar de su error o falsedad. Todos lo hacemos todo el tiempo. Wittgenstein nos absuelve de estos pecados, cuando plantea que nuestras certezas se basan en la autoridad de quien las transmite pues no podemos estar en estado de verificación permanente de todo lo que leemos y oímos.
El problema es cuando alguien desde ese lugar de autoridad simbólica, desde un lugar de rigurosidad y seriedad reconocidas en el mundo de las palabras también se hace víctima o culpable de esparcir falsedades. Así me sorprendió Marguerite Yourcenar en el texto “Borges o el vidente”. Porque para mí es una de las escritoras más admiradas y respetadas, a pesar de que habitamos un mundo de ídolos caídos. Este texto no la destituye pues su obra es inmortal, pero me tropieza una vez más con la idea de que nadie es infalible. Idea que es más fácil enunciarla que hacerla propia con todas sus consecuencias.
En esta suerte de elogio a Borges, Marguerite no sólo nos muestra que lo ha leído, sino que lo admira y lo conoce muy bien. Ella parece adherir a sus ideas políticas, pero no vamos a creer que Yourcenar sea antiperonista, pues ella no está en condiciones de serlo. Sólo puede ser antiperonista un argentino. Los no argentinos podrán simpatizar o no con nuestras mitologías, pero no dejarán de ser convidados de piedra de ese sentimiento tan argentino que es el antiperonismo.
Tampoco podemos pedirle neutralidad a una admiradora de Borges de la estatura de la Yourcenar, pero la rigurosa y brillante escritora de Memorias de Adriano nos sorprende cuando sostiene errores ostensibles para cualquier persona que conozca algo de la historia argentina. No vamos a defender a Perón frente a Yourcenar. Sólo le diríamos que nos sorprende su falta de indagación en temas históricos argentinos frente al conocimiento exhaustivo que muestra de su admirado Borges. Algunas cosas que dice no las sostendría ni el mismo Borges.
Dice Yourcenar: “El primero de los dos “reinados” de Perón (de 1946 a 1955) vio a Borges…”[i] y comenta cómo fue ridiculizado cuando lo promueven al cargo inspector de aves de corral. Todos conocemos esa historia. La ironía de los dos “reinados” la dejamos pasar porque no es sino una identificación con el relato borgeano. El problema es que la frase termina así: “la caída del tirano tras las revueltas de Córdoba le inspira algunos bellos versos…”. ¿De qué revuelta de Córdoba habla? ¿La del “Cordobazo” de 1969? ¿Es tan difícil hacerse a la idea de que Perón fue elegido por el voto democrático y que lo derrocó una dictadura militar en 1955?
Más adelante insiste: “La segunda dictadura de Perón, en 1972, le costó a Borges el exilio”[ii], para mostrar cómo ese exilio fue nutriente para su poesía. ¿Nadie le dijo a Yourcenar que Perón ganó las elecciones democráticas en el año 1973 por más del 60% de los votos, después de una proscripción de dieciocho años? ¿De dónde sale esa idea del exilio de Borges? Porque Borges no partió al exilio ni en 1972, ni en 1973 ni en ningún momento por razones políticas. Este texto elogioso de Borges fue la última conferencia de Yourcenar que dio en la universidad de Harvard en 1987.
Si Yourcenar ha divulgado en el universo literario y académico estos errores históricos, sin haber tomado nota acerca de la validez de los hechos que relata, ¿cómo vamos a pedirle a cualquier hijo de vecino que se cerciore o no difunda todo lo que le llega a través de las “a veces” nocivas redes asociales, si ni siquiera ha hecho el esfuerzo de ir buscar esa noticia ni se debe preparar para una conferencia en Harvard?
[i] Yourcenar, Marguerite, Peregrina y extranjera, Madrid, Alfaguara, 1992. p. 264.
[ii] Ibid. p. 266.