La columna política de la semana en La otra.-radio, para escuchar clickeando acá
Decir por ejemplo que la fórmula de los Fernández está ganando por mucho para tratar de que el sector lobotomizado por los medios se asuste por el peligro de la invasión de los usurpadores de cuerpos de la Cámpora como si estuviéramos viendo una película en blanco y negro de la época de la guerra fría y así lograr que algunos que consideraban la posibilidad de no reincidir en la defraudación macrista revean su decisión y se abroquelen alrededor del charme irresistible de la fórmula macri peceto.
Predecir lo que se pretende que no pase para que el sector más vulnerable a las operaciones reaccione evitando lo que se predice. Calcular que lo que el otro dice no es lo que sabe que va a pasar sino lo que no quiere que pase.
O, si no, profecía autorrealizada: crear expectativas positivas acerca de una mejora de la situación económica para que el que está mal se sienta mejor y espere más: "hay que darles un poco más de tiempo, las cosas deberían empezar a ponerse interesantes de un momento a otro".
Esta es la forma de hacer política a la que la sociedad argentina está siendo sometida en un experimento de ingeniería psicopática colectiva indudablemente fundado en el asesinato de la verdad y el reino omnímodo de la ficción profetizado por Nietzsche. Así es como el neoliberalismo pretende diseñar una sociedad que hasta ahora se ha mostrado renuente a ceder.
A medida que se acercan las PASO, que tendrán un efecto directo sobre las expectativas del resultado de octubre y pueden acentuar la polarización hacia un lado u otro de la balanza, hacerle zancadillas a la realidad mediante ilusionismos desinformativos: si el 11 de agosto ganan los FF por un margen muy grande, por ejemplo, sugerir que los mercados reaccionarán castigando a la sociedad con una corrida descomunal que lleve al dolar adonde debería estar si hoy no estuviera pisado por un ilusionismo de sentido inverso. Los $ 43,50 que hoy dicen los tableros muestran una cotización dibujada en función de la necesidad de la sensación de alivio, la paz cambiaria, a pesar de que los precios no bajaron nada de lo que habían subido cuando estaba a $ 46. Paz anunciadamente precaria, si metemos miedo con la posibilidad de una corrida ante el triunfo de la oposición en las PASO, podemos hacer que el ciudadano operado vaya a votar con el miedo por las consecuencias catastróficas de la ira de los mercados.
El neoliberalismo que necesita imperiosamente imponer la destrucción de los derechos laborales y naturalizar la destrucción del empleo -que, como todo el mundo sabe, se debe al crecimiento vegetativo de la población- tiene que extirpar el cáncer peronista del cuerpo de la nación y pasar al siglo xxi alineándonos con los pueblos que ya se han dado por vencidos. Postmodernizarnos.
Estas son las semanas que estamos viviendo. Se trata de generar en la intersubjetividad colectiva una torsión por la cual pesen más las sensaciones que se manejan desde los hashtags de twitter y el control de los mensajes hipersegmentados que la percepción de la realidad tangible. Que no importe que comemos menos, que dejamos de tomar los remedios que necesitamos, que compremos sachets de productos con contenido lácteo marca pindonga o que las escuelas a las que van nuestros hijos se estén viniendo abajo sino que vivamos en función de los estados de ánimo construidos por una tecnología de la percepción.
La revolución neoliberal será tecnológica o no será.
Desalentar a la militancia opositora instalando la idea de una máquina electoral invencible. Convencernos de que no hay forma de que ellos pierdan, que ganan si el dolar se queda en 43 y ganan también si se va a 70 o en cualquier posición intermedia. Que tenemos la manzana rodeada y no hay modo de escapar. Producir el agobio y la depresión de los que aún resisten y la resignación de los arrepentidos.
La verdad como ficción útil para una raza de poderosos que no conoce límites en su desmesura dionisíaca.
El análisis político se ha convertido en estos tiempos en el torneo de la sofística. No por nada los filósofos de la postmodernidad han venido rehabilitando el prestigio de los sofistas durante las últimas décadas.
Es el momento interesante que atravesamos. Mucho más interesante que dramático, si no fuera que, si resulta como ellos quieren, unos cuantos vamos a quedar en el camino.
Ilustración: Carmen Cuervo