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El totalitarismo de las redes sociales y la relación con nuestros líderes

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por Lidia Ferrari
Ilustración: Carmen Cuervo

En la tradición intelectual occidental, en el siglo XX, hubo una marcada inclinación a pensar en la relación entre líder y pueblo con el sesgo de las experiencias nazis, stalinistas y fascistas. También la lectura del central texto de Freud, Psicología de las Masas y Análisis del Yo, condujo a considerar la relación entre el líder y la masa con la manera en que Freud analizaba al Ejército y a la Iglesia. La manera de considerar la relación entre líder y pueblo quedó ligada a las experiencias totalitarias y la idea de líder político a la imagen de Hitler, Stalin o Mussolini. El pueblo que le corresponde a esas experiencias se convirtió en masa y cada persona había perdido su individualidad. No se advierte que la idea más totalitaria y vencedora del siglo XX es la de la consolidación del capitalismo de mercado y su ideología del libre consumidor. La representación de la libertad en nuestra sociedad capitalista es la de que el individuo es dueño de sus elecciones, de sus actos y no está sujetado a ningún liderazgo. Así constituido este imaginario en el siglo XX, los líderes que han sabido construir una relación fuerte con su pueblo fueron leídos como experiencias totalitarias y negativas para la vida democrática. El sujeto correlativo a la democracia es el individuo consciente, dueño de emitir sus opiniones, independiente y seguro de sí mismo y de sus ideas. Las redes sociales y la posesión de los dispositivos tecnológicos nos permiten ver lo que queremos, cuando queremos, sin necesidad de espacios comunes, tanto como para prescindir salir de la habitación para comer o para intercambiar con otros. Estamos convencidos también de que esta clase de vida auto suficiente está en las antípodas del individuo que pierde su identidad en la experiencia totalitaria. Con este individuo tan consciente de sí mismo, de sus ideas y de lo que quiere hay que construir un sujeto político colectivo. Aquí radican las dificultades del presente.

Los líderes se sostienen en las redes sociales pero las redes sociales, manipuladas por las grandes corporaciones mediáticas, pueden fragilizarlos rápidamente. Las redes sociales nos han dado megáfonos a cada uno de nosotros. Cada uno de nosotros es dueño de una idea, de un gusto, de una elección política y reclama que esa voz sea escuchada. Pero esa no es la voz del pueblo. Es una voz individual. No hay posibilidad de construir un sujeto colectivo sumando individualidades donde cada reivindicación o demanda tiene su lugar propio y no se articula con la de otros.

Lo que me interesa con este largo preámbulo es advertir la situación delicada que se puede producir al mes de asumir el nuevo gobierno de Frente de Todos. La labor ardua, estratégica de los líderes, empezando por la genial estratega Cristina, donde cada uno de los que se unió en ese Frente renunció a su singularidad para hacer algo común, esa tarea ardua y gigante, que unió a quienes no estaban bien juntos, se realizó básicamente por la postergación de las singularidades de estos líderes. Sin esa donación no habría gobierno popular en Argentina y estaríamos definitivamente habitando el infierno. Pero como el infierno de la devastación que dejó el macrismo está presente y no va a ser fácil salir de ello, se debe seguir unidos a pesar de las diferencias. 

Los líderes, nuestros representantes han construido esa unidad y la sostienen. Pero muchos de nosotros, desde el llano, estamos inoculando sospechas, dudas, objeciones, reivindicaciones varias a este flamante gobierno. No son los líderes que se empiezan a pelear, como suele ocurrir. Los electores macristas le reclamaban al kirchnerismo que no podían comprar el té de Ceylan. No voy a hacer la lista de los reclamos, reivindicaciones, objeciones, sospechas que se empezaron a producir por las redes sociales. Estamos en nuestro derecho, porque somos individuos democráticos y el capitalismo nos ha enseñado que querer es poder y, si quiero algo, tengo derecho a reclamarlo y adquirirlo. Pero es el peor escenario que puede ocurrir: que los propios protesten y reclamen. Las sospechas, las dudas socavan la esperanza y la confianza que son los bienes que nos ha donado este gobierno, hecho de líderes que han sabido postergar sus intereses, por el bien común. Muchas cosas buenas tienen las redes sociales, pero a veces, cuando aparecen las agresiones, las patoteadas, los compadritos y también compadritas, se nubla todo y aquello que fue una tarea común para poder lograr la realidad de un triunfo tan ansiado se puebla de resquemores y dudas. Los argentinos heredamos el temple agresivo, irreverente, soberbio y también la lucidez y la super inteligencia para saber qué es lo que debe hacer primero un gobernante recién asumido en un país devastado.

Me preguntaba en 2011 si nos merecíamos a Cristina, porque nos llevaba varios cuerpos de delantera, a nosotros, al pueblo argentino. Los líderes, como Néstor, Cristina y ahora Alberto, están adelante nuestro, tomando decisiones delicadas, claves, y pueden equivocarse, claro. Debemos seguirlos. Esto puede ser leído como algo no democrático. Es la línea ideológica que hemos mamado desde pequeños. La democracia es que cada uno exprese lo que piensa y tome lo que quiere. El totalitarismo capitalista ha hecho la mejor propaganda del siglo XX y XXI. Nos ha convencido de que los totalitarios son los otros. Nosotros, que elegimos lo que queremos y pensamos como se nos ocurre y eso es lo que está bien, somos libres y democráticos. Así estamos hoy horadando a aquellos que hemos elegido y que tienen una tarea titánica por delante.

Recuerdo hace dos años en Madrid cuando escuchaba a militantes de Podemos hablar de modo destemplado acerca de los errores de todos. Hablaban descarnadamente criticándose unos a otros, sobre lo que no hicieron, sobre lo que no lograron, sobre lo que podrían haber sido y también críticas a sus dirigentes. No conozco demasiado de la política española. Con lo que vi y escuché de los propios protagonistas, Podemos parecía estar liquidado. No podía comprender cómo podían denostar tanto algo que estaban recién empezando a construir. Lo mismo he visto en Italia con el M5S. La horizontalidad en su constitución condujo a tanta gente a criticar todo, a no dejar títere sin cabeza. Por suerte tienen algún líder que los mantiene unidos para poder hacer su programa. Que la crítica feroz se haya desencadenado de este lado del tablero ahora en Argentina me hace sospechar no en nuestros líderes. Me hace volver a preguntarme, como en el 2011, si nos merecemos los líderes que hemos sabido acompañar. Los líderes son imprescindibles, porque tienen la decisión en sus manos. Nosotros, los que opinamos desde detrás de una computadora, deberíamos ser más humildes ya que no nos jugamos nada, salvo algún prestigio imaginario de las redes sociales. Ellos están trabajando para tratar de poder mejorarnos la vida. Quizás debamos modificar nuestra idea de los líderes, deconstruir la lectura de que ellos son todopoderosos y que perdemos nuestra individualidad si los seguimos. Más humildad no es ser rebaño. Quizá sea tiempo de ensayar otras lecturas de la relación del sujeto colectivo que se construye entre líder y pueblo.

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