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Familia y La noche

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El cine de Edgardo Castro




por Oscar Cuervo

Un equívoco bastante extendido alrededor de la recepción de Familia, el segundo largometraje de Edgardo Castro, tiende a oponerlo al presunto alto impacto que estaba destinado a causar el primero, La noche. Como si todos hubieran quedado esperando que Castro encontrara de un golpe su lugar natural en el submundo de la nocturnidad porteña, con escenas de una explicitud carnal que viniera a inaugurar un estado nomádico -si esto no fuera un oxímoron-, un imperio de los sentidos en pleno barrio del Once. Entonces muchos podrían haber creído que Castro tenía que ir ahora un poco más allá, correr la línea de lo filmable en el terreno de la joda, el pete, la falopa. Los que esperaban más pijas y más rayas quizá no hayan terminado de comprender La noche.

El rasgo que se revela esencial en la posición cinematográfica de Castro emerge cuando se disipan estos malentendidos. Familia no es "lo contrario" de La noche, ni un repliegue hacia el mundo de las convenciones sociales, ahí donde La noche parecía rebosar de "transgresiones". Lo que queda cuando se suprime lo superfluo es que Castro practica un cine sin adjetivaciones: La noche designa una instancia temporal cotidiana, sin calificativos, un presente continuo, sin ninguna adjunción ligada a la libertad, la sordidez, el goce, la felicidad, el pecado o la desdicha. Castro no romantiza el desvelo. Solo desvela. No hay moralización en ese tránsito nocturno ni en su prolongación hacia las mañanas de luz hiriente; tampoco ningún malditismo. Castro no celebra ni se conduele en su excursión por la parte oscura. La noche es oscura, saturada y ruidosa, porque es de noche y porque transcurre en lugares donde hay ruidos y colores saturados. La política del autor en aquella ópera prima exponía la presencia de los cuerpos, sus movimientos, sus roces, sus introducciones, sus fricciones, sin construir con ellos una épica ni una tragedia. Si La noche era inaudita para la habitualidad del cine argentino es porque rescataba para la cámara su capacidad de percepción material del tiempo, su inercia y su demora. Contra una cierta idea del drama construido a fuerza de encuadres y cortes de montaje, La noche practicaba una abstinencia del fluir, una exasperante serenidad del dejar ser: como una corriente que no se puede empezar ni terminar. Por lo tanto, sin drama, suspenso ni conclusión, no hay una instancia del juicio: el espectador no tiene que condenar ni absolver ningún acto de héroes ni villanos, más que nada porque no hay héroes ni villanos. La noche no es una posición moral contraria al día, es un mundo que el día dice desconocer, aunque esté hecho de su misma materia.




En este sentido, Familia viene a despejar los equívocos alrededor de la película anterior. Castro continúa fiel a su abstinencia de adjetivos. Es la familia, nada más. El telos hacia el que él se dirige -el mismo Castro, es decir, con toda probabilidad el mismo personaje de La noche- es la familia, sin ninguna calificación. Su inmersión en ese mundo es tan o tan poco promiscua como en La noche: tan o tan poco explícita. Castro viaja hacia Comodoro Rivadavia, aunque ese lugar carezca de atributos en el tratamiento del film. Es simplemente el espacio de la familia, lejos, cuya peculiaridad es la distancia que impone un viaje y por ende un tiempo. Si el viaje es largo, hay que parar en el camino, hay que cenar y compartir el silencio y un bocado con un perro de la ruta. En esa escena nocturna, pequeña y poderosa, Castro traza el primer puente hacia La noche. El silencio que rodea el encuentro del hombre y el perro vibra. Son dos cuerpos que se encuentran un momento y no necesitan hablar para decir su verdad.

El silencio de esa escena contrasta con la sonoridad continua que Castro hallará en la casa de su familia, un espacio invadido por el audio del televisor y los celulares, que los breves y desafectados intercambios entre sus habitantes parecen interferir o apenas comentar. La sordera del padre hace que nunca entienda bien de qué se habla y sin embargo parece haber entendido todo lo que (ya no) pasa entre todos ellos. La madre mira la tele y todo el drama que falta en el espacio familiar emana de ese rectángulo. En el led -que la cámara toma fuera de foco, porque importan los que miran y no lo mirado- se comenta toda la épica, la moralidad y la adjetivación de la que la vida familiar carece. Si de pronto una catástrofe interrumpiera la trasmisión televisiva, ese mundo quizás no resistiría, de un modo similar al que la droga y el alcohol sostienen la socialidad en La noche.

Después habrá ocasión para una celebración ritual, tan despojada de épica como todo lo que se ha mostrado, con fuegos artificiales que cruzan el cielo y arrancan en los personajes una sonrisa protocolar, que se disipa enseguida. Cuando la ceremonia acabe, Castro saldrá a la calle y verá pasar a un hombre y -otra vez- un perro, quizás una línea de fuga inexplorada, capaz un puente hacia La noche. Antes que el plano quede vacío, Castro girará por última vez su rostro a cámara, para desaparecer por el lado izquierdo.

¿Entonces? La cámara en el cine de Castro nunca compone, por lo que cada sucesiva situación queda des-compuesta. Es su manera de registrar el tiempo de la vida. Pero hay un signo que atraviesa inequívocamente ambas películas: la presencia de Castro, su mirada impasible, su concentración renuente a cualquier expresividad. Edgardo Castro es un hombre que viene del teatro pero parece entender qué cosa es el cine. Como la cámara, él no compone: simplemente está ahí. Eso es lo que nos inquieta.


Qué pavotes los críticos
Entrevista a Edgardo Castro en La otra.-radio (15/4/2019)

Audio primera parte acá
Audio segunda parte acá

- Todos tenemos una familia -nos decía Edgardo Castro una madrugada del otoño pasado en La otra, después de presentar su segundo largo, Familia- y las dinámicas familiares son hermosas y también pueden terminar siendo muy tremendas y para mí Familia tiene que ver con eso. La verdad es que no me importa que vos te vayas a tu casa pensando.en mi familia. Si la película funciona, es que al otro día te levantás pensando en tu familia. Son los vínculos de amor que yo empecé a investigar con La noche, cómo los seres humanos nos podemos relacionar con nuestra propia soledad, en este caso con los vínculos más primarios, tu mamá, tu papá, tus hermanos, y así te podés constituir como persona. Somos lo que somos en relación con ellos. Familia no es un documental, como dijo algún pelotudo -no, "pelotudo" es una palabra que no quiero usar, mejor digo "con algún crítico pavote"-, "es una película convencional y es un documental". Le digo al pavote: "Che, no entendiste nada". Generar ficción en este momento del país es muy difícil. Yo soy un actor ante todo, un actor que genera ficción en el cine argentino.

- Cuando Oscar dice -pregunta Maxi Diomedi- que da la impresión de que el mismo personaje de La noche agarra el auto y se va a Comodoro Rivadavia, ¿hay algo de eso?

- Sí. Mirá, en un momento con Mariano Llinás -porque El Pampero es la casa productora que acompaña mis películas y me apoya para que yo pueda ser lo que soy- le digo: "Che, los periodistas me van a preguntar si es el mismo personaje, ¿qué contesto?". Él me hace un par de preguntas y me dice: "Bueno, no digas ni que sí ni que no". Y para mí esa estupidez que me dice él cobra mucho sentido, es una película que me llevó 3, 4 años hacerla y siempre esa cuestión estuvo muy presente. Y digo: "Sí, es y no es ese mismo personaje". Pero hay algo que tiene que ver con el proceso creativo en el hecho de usar el mismo personaje de la ficción que lleva adelante una película y decir que lo viste antes en La noche, en ese derrotero de sexo, de promiscuidad, de drogas, y ahora lo ves viajando a una ciudad a 2000 kilómetros de la Capital, como es Comodoro Rivadavia. Y sí, es y no es.


Cada espectador completa los puntos suspensivos entre una y otra película, más allá de la intención del autor. Para mí es el mismo personaje de La noche el que al principio de Familia se está cortando el pelo, quizás después de una noche agitada, que se está preparando para viajar. Hay una primera iluminación en la parada en la ruta, el encuentro con el perro: ese silencio en compañía con el perro me resultó muy amoroso...

- Hermoso lo que decís -interrumpe Castro-, porque a la hora de hacerla, no solo de dirigirla sino de actuarla, cuando la llevamos a cabo en un parador de Río Colorado, a mí me conectó con algo de lo que estás diciendo y dije: "Che, yo estoy sintiendo que hay algo hermoso acá". El perro se me acercó solo y empecé a improvisar con él. Y de repente tuvimos una relación que me llevó a sentir: "No estoy solo". Hay un perro, como en La noche decís "Hay un travesti que me puede acompañar". Ahora hay un perro. Cualquiera puede decir: "Este es un facho hijo de puta comparando". Pero, digo, somos seres vivos que conectamos.

- En silencio, comparten un pedazo de comida, él se te arrima y hay una corriente que los atraviesa y atraviesa el plano.

- Y compartir la soledad que tenemos, seas un perro o una persona.

- Un perro de la ruta, ahí en la noche. Y vos sos otro perro de la ruta ahí en la noche.

- Ese perro tiene que ver con las putas, los taxi-boys, los trans, los chorros que están en La noche, que no creen en nada y que para llevar adelante esa película tenían que creer en mí y en lo que íbamos a hacer. Es lo mismo. Es un perro de un parador en la ruta que puede estar con cualquiera, todo el tiempo, y entonces se armó algo que tiene que ver con otra cosa: hay algo, el mundo no está perdido.

- Un momento de lo real que aparece y el cine está ubicado justo para captarlo.


- Sí, para mí el cine tiene que ver con eso, con la capacidad de los que pueden generar ficción y captar esos momentos. Eso es lo que me interesa del cine, es lo más difícil. Soy actor y hago películas de otros, genero ficción todo el tiempo. Entonces mi responsabilidad tiene que ver con generar la verdad. Y el perro es eso: "Che, apareció esto, qué hacemos: ¿lo tomamos o nos hacemos los boludos?".

- Cuando hace tres años apareciste en el cine con La noche ganaste la competencia internacional del BAFICI. La película produjo una gran conmoción que ahora, viéndola en perspectiva y con la recepción que tuvo Familia, me lleva a pensar que aquella conmoción fue por motivos equivocados, que no la entendieron bien.

- No es que son motivos equivocados, sino que digo: qué pavotes son los críticos, qué pavotes los periodistas. Vivimos en un momento en el que hay que pensar, hay que ver y sentir. Una película es una cosa muy compleja, no sé, yo no estudié cine, soy un actor, hago películas de otros donde me pagan plata para producir mis películas. El hacer cine me da una paz en el mundo que no tengo en otros lugares.

- Algunos críticos decían que en Familia hay un giro en Edgardo Castro que, después de La noche vuelve hacia algo más convencional. Pero yo encuentro que hay una idea del cine que las une, a pesar de que los espacios y las situaciones que mostrás en las dos películas sean tan diferentes. Hay escenas puente entre las dos películas -como la del perro-, pero sobre todo una idea del cine...

- Y una idea de la vida, de cómo llevás adelante el deseo. Ahora estamos hablando de cine, pero para mí es mucho más complejo. Cuando les digo "pavotes" me refiero a eso: son procesos creativos. Para mí es un trabajo enorme en un momento de Argentina donde el sistema político y social hace que estas cosas se mueran. Poder producir con independencia es una cosa importante hoy en este país. Nos olvidamos de hablar de poner el deseo por delante. Necesitamos de esto para no morir. Si no, todo está atravesado por la muerte. Vos hablaste del BAFICI, yo no quiero hablar del BAFICI, de ciertas plataformas, pero sí quiero hablar de la muerte, de cómo la muerte nos está atravesando a los argentinos. Yo no quiero estar conectado con la muerte. La noche no está conectada con la muerte, sino con la ternura y con la esperanza que podemos tener las personas en este país. Y Familia es seguir investigando lo mismo.

Familia se exhibe en la Sala Lugones hoy por última vez a las 19:00 hs.

Se seguirá exhibiendo en el MALBA los viernes 13, 20 y 27 de marzo a las 20:00

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