por Pablo Navas
Jorge Aleman viene advirtiéndonos muy insistentemente acerca de los grupos que se han apropiado o han llenado el significante 'libertad', para, bajo esa máscara, desinhibirse. Así manifiestan su desprecio por la vida y especialmente por la vida de aquellos a los que el proyecto neoliberal desprecia: los improductivos, los viejos; 'los hambrientos, los locos, los que están en prisión', la materia sobrante para un sistema intrínsecamente desigual. Han roto la relación con la verdad, con la ética, dicen cualquier cosa.
Durante décadas se habló de cuánto se podía correr un límite por los puntos de rating, sin embargo, la semana pasada quedó demostrado que los operadores independientes -como los llama Rinconet- están para que circule un tipo de discurso. Es que el programa de Viviana Canosa mide apenas 1.2; y se sabe que TN y Canal 13 siguen siendo parte del Grupo Clarín porque permiten generar la ponderación, el rechazo o la indignación de las políticas que afectan a los intereses económicos que el oligopolio tiene. Ni siquiera a Pol-ka quisieron rescatar.
El Gobierno nacional ya no pierde el tiempo en frenarlos, señalar la irresponsabilidad o penarlos por la apología de la imbecilidad. Sabe que esos voceros corren el arco para llamarle la atención a una serie de actores sociales que se están ocupando de otra cosa: básicamente de gobernar un país, de transitar y pasar esta pandemia con la menor cantidad de compatriotas posibles formando parte de una pila de cadáveres.
Los muñecos del poder mediático están esperando la oportunidad para desplegar un sketch en el cual ellos figuren como los perseguidos por una gestión que no respeta la libertad de expresión. Bien lo dijo Dady Brieva varias veces: pegan como grupo de tareas y se amparan con la libertad de prensa. Si alguna autoridad los sancionara, los fernando iglesias y los waldo wolff de este mundo, los invitarían a la comisión del Congreso para que puedan victimizarse. Además, en la discusión con esos delirantes -otra vez J. Aleman- se corre el riesgo de terminar delirando. Y si algo no puede perder el Gobierno de Fernández o el de Axel Kicillof, es precisamente esa gestión racional articulada con el carácter amoroso -elijo esa palabra- y sensible que ha impedido el colapso del sistema sanitario.
Al Grupo Clarín no le interesan en lo más mínimo las vidas perdidas y peor, festejan la muerte, sin mascarilla -¿sirven de algo los motivos miserables con los cuales Leuco pretendió justificarse?. Sus intereses no están en Argentina, como tampoco están los de Macri, que pasea por Francia, los de Nicky Caputo, que vive en Estados Unidos, o los de Longobardi, que practica la guetización de la vida social. Sobre todo, no les genera ninguna contradicción transitar un país en ruinas. Apenas exigirán que el Estado barra los escombros. Porque para eso sí quieren al Estado presente, para higienizar la calle, tapar los ecos del caos que ellos también propiciaron e invisibilizar las huellas del desastre.