Una sábado de fines de 2013 Gabo vino a Patologías Culturales y nos dijo: “Uno no debería ser el mismo después de escuchar ciertas canciones”. Hablaba de las canciones de otros, pero sabía -a esa altura- que casi nadie pasaba, ni pasa, ni pasará indiferente por su música.
Por eso, hoy lo recordamos con amor y respeto. Desde que empezamos la revista y la radio en la primera década del siglo, Gabo fue una presencia constante en La otra -revista, radio, blog- y en Patologías Culturales. Su voz y sus decires nos marcaron de manera decisiva. Nosotros no fuimos los mismos al escucharlo. Sus canciones, nuestras conversaciones con él, sus libros, su agudo pensamiento, su sensibilidad y su afecto ya forman parte nuestra.
Rescatamos esta entrevista que hicimos con Maxi Diomedi cuando vino a nuestros estudios a presentar su disco La primera noche del fantasma.
Se contó unas cuantas veces su historia: en los 90 Gabo era el cantante de una banda hardcore llamada Porco, una cierta noche, un show en el que había 15, 20 espectadores, Gabo se quedó sin voz; literalmente. No podía salir un sonido de su boca. Se bajó del escenario y se fue caminando por Callao.
Abandonó la escena, se dedicó a estudiar historia, se graduó. Y después de varios años de silencio, volvió. Claramente, el Gabo definitivo fue esculpido a partir de esa experiencia. Su canto puso a obrar la pregunta por la voz y por la escucha.