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Sarlo: te vi venir por debajo de la mesa

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En 2008 percibí el alineamiento ideológico de Beatriz Sarlo en un momento que resultó prematuro, si lo comparamos con la reacción de todos los que recién ayer advirtieron su rol decisivo en una operación de la derecha contra el plan de vacunación de la provincia de Buenos Aires. Cuando algunos conocidos se sorprendieron de la rudeza de Sarlo para transitar su momento de mayor exposición social -ayer llegó por primera vez a la tapa de los diarios y no fue por ningún libro suyo, sino por la burda mentira que dio lugar a una fake news- recordé que la ensayista mediática ya se había alineado con total subordinación a la derecha oligárquica argentina en 2008. 

Este blog ya existía y la historia la íbamos escribiendo en tiempo real. En medio de un intento serio de las patronales agrarias, aliadas con La Nación y Clarín, para voltear el primer mandato de la presidencia de Cristina, Sarlo ya había levantado la mano para decir: yo estoy de ese lado. Enseguida se diferenció de algunos coetáneos del campo cultural, ex-militantes setentistas, que veían avanzar los intentos golpistas y empezaban a reunirse en lo que después se llamó Carta Abierta. Lo que se estaba rompiendo en ese momento era un clima político generado en los 80 alrededor de Alfonsín, de defensa de las instituciones democráticas ante los avances de los poderes fácticos. 

La primera secuencia de ese clima que en 2008 se rompió nos lleva dos décadas más atrás: se había generado en la Semana Santa de 1987 cuando una multitud acudió a la convocatoria de "defender la democracia" ante la rebelión carapintada. Los líderes de esa insurrección siempre negaron que trataran de voltear a Alfonsín y sostenían que solo estaban protestando contra los privilegios de las jerarquías militares, pero la sociedad civil olió el clima golpista y ese jueves santo en el balcón de la Casa Rosada el presidente Alfonsín, ante una plaza llena de personas de distintos partidos, fue apoyado por la dirigencia peronista de entonces, los "renovadores", un gesto de unidad fuerte que sacó a Alfonsín de la encerrona, mostró que la dirigencia opositora y el pueblo estaban alineados detrás de las autoridades legítimas contra los golpistas, aún cuando estos negaran que quisieran derrocar a Alfonsín. Sarlo, en el Club de Cultura Socialista, aún con su matiz antiperonista, formaba parte de ese clima de época.

Fue el momento fundacional de todo un período y a la vez único: parecía encarnarse en cientos de miles de cuerpos el Nunca más. Alfonsín malversó ese apoyo y en seguida negoció con los carapintadas, lo que hizo que a partir de ese momento se diera vuelta el reloj de arena de su credibilidad y el Nunca Más de esa semana santa se convirtió en Nunca más salimos a bancarte porque vos te rendiste frente a los poderes fácticos. Ese episodio podría considerarse también como precursor del kirchnerismo. Desde Santa Cruz, la pareja de dirigentes que décadas después se convertirían en los líderes políticos más importantes de la post-dictadura, Néstor y Cristina, aprendían algo de esa secuencia que iba del apriete de los poderes fácticos a la rendición de Alfonsín. Los Kirchner aprendieron que la bajada de banderas se convirtió en el patrón sistemático del alfonsinismo, lo que un gobierno democrático no tenía que hacer. 

Veinte años después Néstor y Cristina se enfrentarían a una coalición similar a la que intentó derrocar a Alfonsín, pero ahí donde el radical se arrodilló, Cristina y Néstor supieron que capitular los llevaría por la deslegitimación con que Alfonsín terminó en 1989. Si el kirchnerismo es todavía el hecho maldito del sistema político argentino, es porque en este ciclo Néstor y Cristina tuvieron la firmeza que Alfonsín no sostuvo. Por esa razón, todavía hoy, 13 años después del lock out agrario, 34 años después del "Felices Pascuas" alfonsinista, Cristina sigue siendo la dirigente popular que las clases dominantes no logran asimilar ni destruir. El ciclo popular del alfonsinismo duró desde 1983 hasta 1987 y solo post-mortem fue neutralizado como "el Padre de la Democracia". El del kirchnerismo lleva ya 18 años.

Pero el compromiso del conjunto de la dirigencia política en defensa de las autoridades democráticas se habíaa roto en 2008. Ya no había una oposición dispuesta a estrechar filas en defensa de las autoridades legítimas, sino que indisimulablemente se había alineado con los facciosos para apoyar una nueva modalidad de los golpes de estado que surgía en la región, ya sin la participación de las Fuerzas Armadas. Los golpes de estado del nuevo siglo se dan en Latinoamérica con otro dispositivo, el lawfare, un concepto importado, insuficiente y poco expresivo para denominar los procesos de destitución que con patrón similar se fueron dando en Honduras, Paraguay, Ecuador, Brasil y Bolivia. Esta modalidad tuvo varios intentos para derrocar, encarcelar o proscribir a Cristina durante todos estos años y hasta hoy lo siguen intentando sin éxito. Con Cristina no pudieron.

Vuelvo a Sarlo: ella se destaca porque ya en 2008 se convirtió en la vocera de un sector que en los 80 había acompañado al alfonsinismo y en los 90 a la Alianza, pero en el nuevo siglo volvió sobre sus pasos y borró de su memoria el pacto del Nunca Más. Ella fue de las primeras en articular un discurso negacionista de esta nueva clase de golpe que se propagó por la región. Antes que ningún otro referente de la cultura ella dijo "Esto no es un golpe", como decían los carapintadas del 87. Junto con ella, los radicales se alinearon detrás de los que en 1987 habían acorralado a Alfonsín.

El neo-negacionismo se convirtió en el discurso del lawfare. En una perversa inversión de los significados, quisieron consentir la caída del gobierno popular "en defensa de la República", ya no de la democracia. Este borramiento del 87 no innovaba, sino que retrocedía hacia el 55. El mito de la República Perdida, proferido en la fundación del alfonsinismo, caducó. Las clases dominantes perfeccionaron sus métodos para interrumpir los períodos democráticos, disponiendo de la fuerza movilizadora de los medios de comunicación, los golpes de mercado y los sectores medios de la población que habían borrado de sus conciencias todo compromiso con la democracia. Así destituyeron a Dilma en un proceso de degradación política inaudito, así encarcelaron a Lula y proscribieron a Correa. Así voltearon a Evo. El problema con Cristina es que aún no pudieron, aunque lo siguen intentando.

Sarlo en 2008 hizo punta. En una entrevista dada a ADN, el suplemento cultural de La Nación, instaló la tesis de que no se podían interpretar los intentos destituyentes de la Sociedad Rural y los medios oligopólicos aliados al poder financiero internacional como una continuidad de los golpes de estado clásicos del siglo xx: según ella, no era lícito establecer una continuidad histórica entre la Rural que apoyó el golpe del 55 con la que apoyó a Videla y Martínez de Hoz en el 76 y la que en 1983, en la retirada desordenada de los milicos, declaró en una solicitada en el diario Convicción que, ante circunstancias similares a las del 1976, no dudaría en volver a actuar de la misma manera. La importancia simbólica del gesto de Sarlo no radicaba en que su voz gozara de un gran eco popular, sino en que una operadora cultural que en los 80 se había encolumnado detrás del Nunca Más volvía a intervenir desde La Nación para decir "Esto no es un golpe". Ese negacionismo que Sarlo pronunció por primera vez en 2008 lo mantiene hasta hoy.

Cuando vi el intento faccioso de 2008, presté especial atención a la posición de personas como Tomás Abraham y Beatriz Sarlo. Mi sorpresa de 2008 fue ver que se habían convertido en negacionistas de nuevo estilo.

El 19 de agosto de 2008 escribí:

El conflicto desatado a partir de la fallida resolución 125 -nunca mejor puesto el mote de “fallida”, porque el gobierno no pensó que iba a desencadenar todo esto- vino a mover todas las posiciones en el tablero. De alguna forma, todos hemos sentido la necesidad de re-ponernos, re-definirnos, re-pensarnos. La versión más degradada de esta experiencia coloca el problema en el lugar lo más lejos posible de sí mismo: acá lo único que pasa es que el gobierno, que Kirchner está loco, que el matrimonio perverso, que el clientelismo (...). 

Beatriz Sarlo lo dijo con su talento de comunicadora: “Para un intelectual progresista o peronista era muy difícil no tomar una posición porque cuando el Gobierno convoca a la historia en su epopeya anticampo, evoca a través de la historia algunos hechos fehacientes de los últimos cincuenta, sesenta o setenta años" dijo de los otros que no son ella. Y de ella misma dijo: “yo no quisiera ser alineada como miembro del Partido Comunista Revolucionario prochino, del cual fui miembro hasta los cuarenta años. Quisiera ser alineada con mis transformaciones ideológicas y políticas en los veinticinco años que siguieron. Alinear a un protagonista respecto de ese pasado me parece inaceptable”. Sarlo no quiere ser alineada consigo misma y de paso le acerca a la Rural y a La Nación unas ideas persuasivas para que estas beneméritas instituciones no queden alineadas con su pasado... [Completo acá].

Me veía venir lo que vino. Un nuevo ciclo antidemocrático atraviesa toda Latinoamérica y expresa su racismo, su odio de clase y su oscurantismo con más desfachatez que los golpes de estado clásicos. Manejan los medios de comunicación que dirigen las insurrecciones -los fierros mediáticos, los llamó Néstor- y conquistaron la penetración de las redes sociales para inducir tecnológicamente estados de conmoción civil. Cuentan con la base social que estuvo siempre: los sectores medios carentes de proyecto estratégico, pendulantes entre momentos de cercanía con el pueblo y momentos violentamente reaccionarios [ver "La clase media, nosotros"]. 

La extraña operación de distanciamiento con su propia tradición propuesta por Sarlo terminó por volverse modélica para el neo-negacionismo. Por los acontecimientos de esta semana, algunos de los que en 2008 mi miraron raro por señalar el alineamiento de Sarlo con la derecha empiezan a advertir que ella es una agente orgánica de la derecha.

En estos años vi cómo Sarlo fue construyendo su personaje mediático con aura académica. Cuando Fantino o Novaresio la presentan, la llaman "la intelectual", cosa que no se sabe bien qué es. Se supone que ella pasó 50 años analizando discursos. Pero todo hizo eclosión cuando hace algunas semanas tiró como al pasar en TN que le ofrecieron la vacuna "por debajo de la mesa". Después no aclaró más nada, hasta este miércoles, cuando aparecen los hilos de la operación contra la campaña de vacunación de la provincia de Buenos Aires, en la que otra vez Sarlo hace punta. Hay una incongruencia ya inocultable hasta para muchos que la semana pasada la consideraban una referente intelectual: diestra analista de discursos, crítica literaria, académica que ostenta prestigio por analizar signos, durante los últimos años se vuelve comentarista política apoyada en su presunto saber. Justo ella no podría ignorar que una expresión tan grosera como "me ofrecieron la vacuna por debajo de la mesa" iba a desatar un escándalo. 

En la nota que el miércoles le hace Bercovich, después de su declaración en Comodoro Py, ella dice que no sabe lo que en ese momento están diciendo los medios corporativos, que ella "lee los diarios de papel", jactándose de una cultura letrada que ya forma parte del personaje, pero que Página 12 siempre la ataca. Se ofusca y acusa a los periodistas -amedrentados por su presunto prestigio- de ser... ¡agentes del gobierno de Kicillof! Un delirio macartista. No tiene escrúpulos en incriminar a una ex docente de su cátedra con la que ni siquiera se comunicó en los últimos 20 años. Evade toda responsabilidad por la forma en que sus dichos confusos son usados por Clarín y La Nación, se va por las ramas, se exaspera. Jamás admite su rol decisivo en la operación. Lo cierto es que Sarlo jamás podrá alegar ser una incauta. Se presta con oportunismo a ser disparadora de una operación para desprestigiar a Kicillof. ¿Casualmente? esto salta el día después del colapso del plan de vacunación de Larreta. En la entrevista con Bercovich ella, sin que nadie le pregunte, dice que la vacunación porteña está funcionando a la perfección y que un familiar suyo se vacunó sin que ella haya avisado que era familiar suyo. Aprovecha el escándalo para pasar el chivo de Larreta. No creo que reciba guita por eso, solo es un gesto para afirmar su pertenencia al club: quiere seguir formando parte de La Nación y Clarín. Lo raro es que alguien pueda todavía suponerla una intelectual progresista. 

Sarlo ya perdió la elegancia para simular su odio. Es interesante ver que sus últimos movimientos le están haciendo perder el respeto que le tenían hasta ayer nomás. En 2008 se la veía venir.

   


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