El cine y lo que queda de mí (de Hernán Musaluppi) sobre Papirosen (de Gastón Solnicki) *
"Cuando Gastón Solnicki filma, en Papirosen, las miserias de su familia durante diez años ininterrumpidos y genera, en mi opinión, la película argentina más valiosa del año, no se propone hacerlo dentro del sistema. Y los motivos son sencillos. Por un lado, el modelo de producción (filmar durante diez años seguidos) no encaja con las obligaciones que impone el estado, pero le permite, como contrapartida, una libertad creativa inusitada. Le da la posibilidad de generar una intimidad tal, que logra que la cámara se vuelva invisible y nos permita ser partícipes de la vida cotidiana de los personajes que retrata la película, de sus logros, de sus bajezas, emociones y contradicciones, de la particular forma de relación familiar que establecen. Y, por el otro lado, como Solnicki no reniega de su origen de clase alta, no necesita la ayuda del estado para filmar a su famili. Y esto es, a mi entender, lo que le otorga a él, como autor, la posibilidad de expresarse con total libertad ante la historia que aborda nada menos que su vida y la de sus seres queridos. Solnicki, con esta decisión, se da el lujo de prescindir de intermediarios, de obligaciones, de reglas preestablecidas. En Papirosen existe una coherencia absoluta entre lo que cuenta la película y la forma en que esta ha sido concebida, desarrollada y producida". (Hernán Musaluppi, El cine y lo que queda de mí, Capital Intelectual, p. 148-9).
* Sobre Papirosen hemos hablado y escrito abundantemente en La otra; lo vamos a seguir haciendo. Esta es nuestra primera referencia al libro de Musaluppi, sobre el que seguramente volveremos. Es un texto breve y corrosivo en el que no abundan párrafos elogiosos como el que acabamos de reproducir. Su autor es un productor cinematográfico que en los últimos años se movió entre el cine independiente y la industria (La libertad, Silvia Prieto, Los guantes mágicos, No sos vos, soy yo, Medianeras, entre otras). El libro es un retrato bastante despiadado del snobismo porteño y, especialmente, del cinismo con que se construyen ciertos mitos de la pseudodesobediencia. Los párrafos dedicados a El estudiante y Los salvajes (esta última película, de Alejandro Fadel, se estrena en por estos días) son demoledores. Y confirman nuestras peores sospechas, escritas en este blog sin conocer la trastienda de estas operaciones. Musaluppi descorre el velo. Volveremos.