Lluvia

Mi madre se encarga de eso, como se encarga de todo en casa. Yo traigo el sueldo, nomás. "Justi- yo me llamo Justiniano- hacé esto, hacé lo otro". Ella es la que decide, desde que mi padre se fue, las cosas son así. Alguien tenía que tomar las determinaciones. Así que ese día de un verano ardiente, pesado, ella lo decidió sin consultarme. Cuando me despertó ella ya había avisado.

Igual lo tenemos acordado porque, si llamamos al médico, después hay que dar explicaciones, y una vez me quisieron mandar a la psicóloga. Preguntan mucho y no solucionan nada los psicólogos, así que ese es un trámite que hay que evitar, al menos eso dice mamá.

Hacerle caso a mamá es lo mejor, porque es inteligente y siempre tiene razón en todo. Siempre querés tener la razón en todo, le dijo papá un día y no volvió más. No lo hablamos mucho, tampoco, ni eso ni nada. Pongo música y ella cocina. Después decide. Siempre nos hemos llevado bien con ese sistema.

Mis compañeros de trabajo, que son insufribles, me dicen que ella me domina y que debería pensar por mí mismo, a los 30 años. Eso es lo bueno de los días de lluvia: que no los tengo que escuchar. Con mamá nos entendemos sin palabras.

Ni un sí ni un no.