Quantcast
Channel: La otra
Viewing all articles
Browse latest Browse all 4312

Beatriz Sarlo contra Cynthia García

$
0
0
El domingo a la medianoche todo sobre el 8N
La otra.-radio. FM La Tribu. 88,7. online



El 8N mereció todo tipo de análisis, disponibles ahora en la red. A mí me interesa particularmente el efecto post 8N visible en los medios y las redes sociales. En las horas posteriores a la gran marcha cualunquista fue llamativo que los temas que acapararon la atención fueron la violencia contra los periodistas de C5N y DDD y, sobre todo, el desempeño de Cyntia García en el propio epicentro del caceroleo. Eso se podía constatar en los TT de twitter durante todo el viernes, entre los que no aparecía ninguno que hiciera referencia directa al 8N, algo llamativo si se acepta la tesis que quiso instalar la derecha de que la marcha fue "un fruto espontáneo de las redes sociales, sin dirección política". 

Si los caceroleros se entusiasmaron con que la jornada iba a marcar un antes y un después histórico, los indicios inmediatos de esa nueva época no pudieron encontrarse ayer precisamente en esas redes desde las que se "autoconvocaron" "espontáneamente". 

La derecha puso el jueves toda la carne en el asador, la marcha fue espontáneamente pautada con dos meses de anticipación desde los diarios La Nación y Clarín, tanto en sus ediciones impresas como en sus páginas web: dónde concentrarse, cómo ir vestidos, con quién no hablar, qué no decir, cómo mostrarse pacíficos y tolerantes, etc. Precisamente, la viralización de la foto de Barreda (ayer fue el récord histórico de visitas a este blog, que tuvo la primicia de esa imagen), la violencia contra los periodistas y la presencia en vivo del móvil de 678 dándole la palabra a los caceroleros sin editarlos (algo que no pudo hacer TN ni Canal 13) marcan los flancos débiles de esa estrategia comunicacional: la de mostrarlos pacíficos, tolerantes, respetuosos de las disidencias y a-políticos. Un fugaz paneo por la marcha en tiempo real puede desmentir esa construcción. En La otra lo descubrimos desde los primeros cacerolazos de este año (ver acá): lo mejor que se puede hacer ante el cualunquista prepotente y operado por los medios es dejarlo hablar.



Ayer, la iniciativa de Cynthia García de poner el cuerpo en el campo mismo del adversario y darle la palabra parece que sorprendió al dispositivo derechista. TN solo mostró entrevistas editadas de los manifestantes, aquellas que respondieran a la imagen prolijamente delineada por el Grupo. 678 arriesgó mucho (empezando por el pellejo de su personal) al  enviar a Cynthia y abrir el micrófono sin ningún tipo de filtro. El trabajo periodístico que hizo García fue impecable, si lo comparamos con los editoriales y columnas de opinión que se leyeron el viernes pero parecían escritos desde antes. Una pequeña muestra al azar de los manifestantes dejaba ver con mucha precisión cuál fue el sector social movilizado, tanto como la inconsistencia y vaguedad de su ideario: inseguridad, falta de libertad de expresión, acusaciones a la propia Cynthia y al panel de 678 de corruptos, Indek, devaluación (???), desocupación (???); y, por sobre todas las cosas, su falta de referentes políticos opositores o el caracter vergonzante de sus simpatías; es decir: la agenda machacante fijada por los medios. ¿Esto habla mal de los manifestantes? No, simplemente es lo que hay; y el que quiere encontrar otra cosa, embellecerlos con la elegancia del "sentido común" o con la pureza natural de la "opinión pública" necesita cerrarles el micrófono.



Lo que la derecha se proponga construir con lo logrado hasta ayer -que no es poco, pero tampoco es suficiente- debe partir necesariamente de esa base. Y si se quieren engañar de que tienen más que lo que tienen o son mejores que lo que son, peor para ellos.

Es muy sintomático el rebote que tuvo el trabajo de Cynthia: un buen porcentaje de las columnas de la derecha se dedicó a demostrar que la periodista "estuvo muy mal", lo que demuestra qué bien que estuvo. Tanto es así que la columnista estrella del mitrismo, nada menos que la vieja profesora Beatriz Sarlo, consagró toda su columna, Una muestra de pedantería kirchnerista, a tratar de demoler el desempeño de la joven periodista. Dice la vieja profesora:

"Aunque no miro las marchas por televisión, en el caso de la del jueves, no tuve más remedio. Estoy a miles de kilómetros de distancia. Por lo tanto, hablaré de la televisión y no de la marcha. La cronista de 6,7,8 Cynthia García hizo el mejor servicio posible a los manifestantes y el peor a su causa".

Vale la pena detenerse en los términos con que Sarlo descalifica a García. La manera de procesar el mal trago que le provocó García es decir que ella fue a "provocar" o a "maltratar" a los manifestantes, como si una relación de fuerzas meramente física, entre miles de exaltados anti-k rodeando a una mujer con un micrófono, una cámara y un pequeño equipo de producción, habilitara poner a los cacerolos en condición de debilidad.

Sarlo escribe disgustada desde Massachusetts, lamentando estar a tanta distancia del evento histórico espontáneamente preparado. Dice no tener más remedio que haberlo visto por televisión. Y, lo que resulta revelador, lo siguió por 678, lo que marca su obsesión (la de toda la derecha, de la cual ella es su vocera calificada) por el programa; además del poco interés y la previsibilidad que ofrecía la cobertura de TN (que para Sarlo podría representar la manera "correcta" de cubrir el acto). 

Parece que a la profesora le angustió presenciar las conversaciones entre Cynthia y los manifestantes y le hubiera gustado estar ahí para bajarle el copete a esa mocosa insolente. La premisa de la que parte nuestra máxima semióloga es errada y sesgada: Cynthia no fue para hacer "quedar mal" a los caceroleros, ni para "tomarles examen", sino para hacerlos hablar y, eventualmente, responderles a algunas cuestiones puntuales, sin ceder a las provocaciones de los que se acercaron con ánimo soberbio y hasta patotero, y sin encubrir su propia posición política (algo que en TN, donde son todos independientes, no se consigue). Cynthia los trató con amabilidad y les preguntaba una y otra vez qué era lo que reclamaban y qué tipo de cambio político aspiraban a producir con su movilización. Si no salieron de sus respuestas líneas claras, es porque no las tenían. Les preguntó también por qué político opositor se sentían representados y consiguió así un gran logro periodístico: decenas de personas que pasaron azarosamente por su micrófono no pudieron reivindicar ninguna identificación política o ideológica. Ningún otro medio logró un testimonio tan de primera agua al respecto. Y, de paso, pantalla abierta para todo el que quisiera decir algo desmentía en acto cualquier queja por falta de libertad de expresión y reducía al absurdo toda idea de censura.

"... la cobertura de 6,7,8 pasó por alto lo que se puede hacer o decir durante una marcha. Perdió toda noción que respondiera a lo que es posible en un estado de entusiasmo o de indignación. Sólo desde una perspectiva abstracta puede suponerse que marchar y discurrir razonablemente sobre programas y datos forman parte de la misma situación de discurso. Quien marcha, en todo caso, ha pensado antes de llegar a la plaza y sólo los especialistas o los periodistas están en condiciones de pensar mientras están en ella".

Sarlo se inquieta desde Massachusetts porque los entrevistados no le pueden decir a Cynthia lo que ella quisiera decirle. Supone erróneamente que con el móvil se quería demostrar que ellos no "saben" responder, cuando el logro fue mostrar lo que los manifestantes saben.

"6,7,8 olvidó que, cuando decenas de miles de personas se movilizan, sus motivos son de órdenes variados - trata de disculparlos Sarlo de una acusación que nadie hizo-. Esto sucede con mayor evidencia cuando no existe una organización política que proponga las consignas. Pero aunque esa organización hubiera existido, cada uno de los manifestantes no estaría en condiciones de explicarlas ajustándose a la letra de las leyes o los detalles de los cambios que se reclaman". (Y de paso miente al postular que no hubo organización política del acto, cuando la derecha desplegó un aparato impresionante para convocarlo, difundió consignas y pautó conductas con obsesividad).

¿Tendría Cynthia que haber tratado de hacer quedar bien a los caceroleros? Para eso trabajan los medios de Clarín y sus socios todo el tiempo. Lo que la Televisión Pública tiene que hacer de ahora en más todo el tiempo es dejarlos hablar, conversar con ellos con agenda abierta, que se explayen hasta donde puedan llegar. Si dicen cosas inteligentes, aprender de ellos y, si se desbocan, dejarlos expuestos. Por supuesto que ellos no son "la opinión pública", porque también habría que hacer hablar a la gente de otras regiones y sectores, y no solo a la de la ciudad más culta y sofisticada, la que eligió ser gobernada por Mauricio.

Sarlo también prefiere dialogar con su propia construcción del cacerolo prístino antes que escuchar al cacerolo real. Por eso, ella supone que ayer había muchos desencantados ex-votantes de Cristina: "Los manifestantes estaban allí porque una serie de hechos se condensaron en un núcleo de malestar. Muchos habían votado a la Presidenta y después recorrieron ese difícil camino, generalmente sin regreso, que es el de la desilusión: voté y no cumplieron las promesas. O mejor todavía: voté y me equivoqué". En realidad una de las ideas más repetidas en la marcha (yo estuve ayer ahí, no lo vi por 678) era: "no te votamos y nunca te votaríamos". "Somos el 46% que no te votó y queremos que hagas lo que nosotros decimos".

Una última cosa me llamó la atención en la irritada columna de Sarlo, algo recurrente en ella: las referencias a la función docente, a la formación intelectual  y a los pergaminos académicos de los interlocutores. 


"(Cynthia) Los interrogó con una pedantería que sólo parece concebible como caricatura de una profesora tomando examen a alumnos mal preparados o con la seguridad de que el careo es imprescindible para dejar al desnudo la culpable y penosa indigencia política del interrogado". 

Y

"Me gustaría ver a Cynthia García interrogada a su vez por alguien con mejor formación política de la que ella tiene, que le exigiera esa misma precisión y le cortara la palabra cada vez que su entrevistador considerara que ha llegado el momento de dejar al descubierto la debilidad de sus ideas". 

No es la primera vez que Sarlo traza analogías entre debate político y situación pedagógica. Muchas veces ha comparado a Cristina con una maestra maltratadora (lo hizo por última vez cuando en Harvard los operadores del PRO se hicieron pasar por estudiantes ingenuos); también desdeñó Sarlo al panel de 678 porque no tenía "nivel académico" para debatir con ella. Ahora se angustia porque piensa a los caceroleros como alumnos no preparados frente a una profesora que les toma examen. O fantasea una venganza: que Cynthia fuera sometida a un examen por alguien "con mejor formación política" (es obvio que la vieja profesora quisiera postularse a hacerlo). 

Digo que es curiosa esa obsesión pedagógica, porque los alumnos de Sarlo en Puan suelen recordarla como una examinadora pérfida tratando de minar el ánimo de sus interrogados con una mirada despectiva, o ningunear a escritores contemporáneos que no formaran parte de su camarilla, manejando con celo aristocrático el canon literario argentino al que se permitía ingresar a esos claustros que durante su reinado se parecía a un feudo.

Viewing all articles
Browse latest Browse all 4312

Trending Articles