Tierra de los padres en La otra nº 27
por NIcolás Prividera
Hace algún tiempo se produjo un hecho extraordinario y mínimo a la vez (y fue esa ruindad lo que redoblaba su significancia). Fueron condenados algunos represores (palabra demasiado límpida y formal para hacerles justicia), y luego del fallo se pudo ver a la tristemente célebre Cecilia Pando insultando a los presentes, con especial enjundia hacia el Secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde. En medio de su verba desaforada, de sus improperios caníbales, Pando hizo un gesto casi maquinal: se pasó el dedo índice por el cuello. Lo más sorprendente era precisamente la maquinalidad del gesto (como algo lateral al discurso, pero a la vez mas violento que el discurso mismo), esa rúbrica del cuerpo (que Pando luego excuso como tal y nadie nunca creyó, aunque tal vez fuera su única verdad): Esa emergencia profunda de un odio residual merece toda nuestra atención. No recuerdo otro caso igual entre los condenados (que prefieren el impertérrito juicio de la Historia), y mucho menos entre los acusadores (a los que los acólitos de Pando gustan en llamar “rencorosos del pasado”): el rostro desencajado de la mujer del militar (y uno estaría tentado de hacer una lectura en clave de género) no deja lugar a dudas de donde viene ese odio. (Este texto de Nicolás Prividera y el dossier sobre Tierra de los Padres se puede continuar leyendo en la edición impresa de revista La otra, ahora en kioscos).