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678 es un esquema agotado

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En distintos momentos fui acérrimo defensor (acá y acá) y detractor (acá y acá) de los programas de Diego Gwirtz. Estoy convencido de que en una fase del kirchnerismo cumplieron una misión indispensable. Todavía hoy necesito verlo para entender en qué andan las operaciones de la derecha golpista: no estoy abonado a Cablevisión, no tengo TN ni Canal 13, y en una hora 678 me permite enterarme de las groserías cotidianas de Clarín y otras cosas por el estilo. Pero el formato hoy se volvió una rutina agotadora. El desempeño de los panelistas, fijados en un mismo rol durante tanto tiempo, se hizo previsible e irritante. Sobre todo cuando dan indicios de vanidad y no se muestran capaces de escuchar una crítica fraterna y sensata.

El momento de anoche con Hugo Presman como invitado fue a la vez interesante y penoso. Interesante porque alguien invitado por la producción y considerado amigo se sale de la rutina diaria. Presman dice que 678 fue muy importante, pero que las voces discordantes que solían aparecer en los primeros años aparecen en el programa cada vez menos. Es un momento penoso porque la reacción general de los panelistas fue la peor: una defensa corporativa no ya del gobierno, sino de su propio kioskito. Entonces se me ocurrió pensar que 678 ya ni siquiera es un programa cristinista a ultranza, sino solamente un programa que se defiende a sí mismo.

Un rato antes Presman había tenido un cruce interesante con Sergio Berstein sobre la causa Amia y la actuación de las organizaciones judeo-argentinas y el estado de Israel, discusión que no se dejaba reducir al previsible eje Clarín vs. Gobierno, y el panel se notó algo incómodo por una conversación que no iba por los carriles habituales. Después pasaron un informe en el que Enrique Pinti dejaba mal parado a un alcahuete de Radio Mitre. Lo interesante era precisamente que Pinti no caía en la trampa que le tendía Clarín -que pretendía armar una especie de continuación del "caso Darín". Pinti conestó rápido y bien, dijo que él sabía lo que era el miedo, porque tenía los suficientes años como para haber conocido la Triple A y la dictadura militar. Desarmó la operación de Clarín con un movimiento sencillo y elegante, en las propias fauces del Grupo: en Radio Mitre, no en 678. Termina el informe y van al panel: entonces Presman empieza a explicar por qué cree que 678 ya no cumple la función de romper el cerco comunicacional que alguna vez tuvo: por la monotonía de las voces que convoca. Otro momento interesante: un invitado dice algo no esperado, que descoloca a todos. Era una gran oportunidad para dejarlo explayarse, para exhibir fortaleza y apertura ante una crítica fraternal, escuchar la crítica de alguien que no viene de Clarín y que apoya las líneas generales del gobierno pero difiere con la línea del programa. Entonces los panelistas se muestran ofendidos: fruncen ceños, levantan la voz, interrumpen a Presman y le dicen que no se puede ser neutral. Alguien, muy desafortunado, le atribuye a Presman o a Pinti (a esta altura no se entiende bien) la teoría de los dos demonios. Los panelistas de 678 usan la crítica a la neutralidad para defenderse a sí mismos, para justificar la propia incapacidad para apreciar sus defectos: si me criticás, estás alineado con Clarín.

Para mí el programa se había desmoronado la última vez que fue Lucas Carrasco. Lucas habitualmente se luce cuando lo invitan programas opositores, los desarma con gracia y agudeza. Pero una estructura pesada como 678 hoy tiene que dedicarse más que nada a cubrir los flancos que muestran sus panelistas, y no parece capaz de contener a uno de los tipos más interesantes que pueden estar en la tele. La ofensa que en ese momento cometió Dante Palma contra Lucas fue algo peor que una gaffe: se convirtió en el síntoma de una estructura obsoleta, sin flexibilidad para aprovechar los imprevistos, que deja muy expuestas las debilidades ideológicas de sus integrantes y su incapacidad para rectificar un error. NUNCA hubo en 678 una autocrítica, ni explícita ni implícita, sobre ese bochorno. Yo presencié azorado ese programa porque era amigo de Lucas y de Dante, pero me resultó imposible permanecer neutral.

Después, la noche en que Cynthia García fue a entrevistar ella solita a los caceroleros produjo un gran hecho televisivo. Entonces volví a abrigar una esperanza. Que se volvió a diluir anoche.

El kirchnerismo ya no puede sacar ningún rédito de la estructura actual de 678. Es un programa contraproducente. Como producto televisivo es previsible y solo cabe esperar un momento interesante cuando la cosa se sale de quicio y sus panelistas la pasan mal. El prime time de la Televisión Pública necesita algo más.

El que da en la tecla es el Pájaro Salinas:

"Una de las cosas que a mi juicio debilita a 678 es el sectarismo de Gvirtz hacia adentro del propio kirchnerismo. Después de cuatro años de emisiones es harto evidente que hay gentes e intelectuales que, a pesar de estar a favor del gobierno, jamás serán invitadas al programa. No se trata tanto de polemizar en 678 con López Murphy sino de vehiculizar las polémicas internas del movimiento, de darle cabida a todas sus vertientes. Néstor Kirchner solía repetir los meses previos a su muerte parafraseando a Mao que debían florecer mil flores, pero Gvirtz parece no haberlo escuchado". (Completo acá)

No adhiero en absoluto a los que desde la corporación mediática pretenden descalificar a los panelistas de 678 tildándolos de corruptos, chorros o ruines. Creo que el formato está agotado y la exposición diaria amplifica los defectos que cualquiera tiene. A mí, la suerte del programa no me preocupa demasiado. La Televisión Pública sí.

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