El motivo: Oscar Cuervo iba a formar parte del panel de la presentación
por Oscar Cuervo
(Suena raro, pero tenía que redactar este subtítulo en tercera persona, cosa que no hice en las más de 2600 entradas de este blog ni en los 27 números de la revista. Es una manera de hacer esta nota un poco menos autorreferencial y más informativa. Ahí va):
(Suena raro, pero tenía que redactar este subtítulo en tercera persona, cosa que no hice en las más de 2600 entradas de este blog ni en los 27 números de la revista. Es una manera de hacer esta nota un poco menos autorreferencial y más informativa. Ahí va):
KILÓMETRO 111es una de las mejores revistas de cine de la Argentina, si no la mejor. Revista libro de aparición aproximadamente anual, dirigida por Emilio Bernini, que cuenta o contó entre sus colaboradores a Silvia Schwarzböck, Daniele Dottorini, Gonzalo Aguilar, David Oubiña, Eduardo Russo, Horacio González, Javier Trímboli, Marcelo Cerdá, Hugo Salas, Jerónimo Ledesma, Américo Cristófalo, Tomás Binder y Alan Pauls. Ya lleva publicados 10 números y es inminente la aparición del número 11. Este iba a ser presentado en el marco del 15 BAFICI, que comienza el próximo 10 de abril.
La revista edita números temáticos y el tema de esta edición es "Cine del presente", asunto sobre el que va a girar también la charla de presentación. Emilio Bernini me invitó a participar en el panel, que iba a contar además con la presencia de Roger Koza y Tomás Binder. Era un honor para mí formar parte del evento organizado por una revista que leo con tanto interés (yo ya había disertado en la presentación del número 10, que se hizo meses atrás en el Centro Cultural Rojas). Doble satisfacción: compartir por primera vez una mesa de debate con mi admirado Roger Koza. Triple satisfacción: formar parte por primera vez de una mesa en el BAFICI, del que soy fervoroso habitué desde que en 1999 lo creara Andrés Di Tella.
Todo estaba arreglado con las autoridades del festival. Excepto un detalle: Marcelo Panozzo, que empieza a dirigir el BAFICI este año, parece que no se había enterado de que yo formaba parte del panel.
Al saberlo se puso furioso. Le hizo un llamado en un tono muy agresivo a Bernini, prenguntándole por qué se le había ocurrido invitarme a participar en la presentación. A Bernini la pregunta le resultó rara: "¿Por qué? Porque sí". Panozzo, muy indignado, dijo que yo no podía estar, que todos estos años me había dedicado a insultar a los sucesivos directores del BAFICI (acá se pueden consultar todas las notas dedicadas al festival en este blog). Dijo, además, Panozzo, que lo que yo escribo es muy malo. Bernini le respondió que si pensara que lo mío es malo, no me habría invitado. "¿Pero vos lo leés a Cuervo?", le preguntó Bernini a Panozzo. "Claro que lo leo" dijo Panozzo. "Si a mí me pareciera tan malo, no lo leería" dijo Bernini. "Cuervo no puede estar en esa mesa" dijo Panozzo. "Si Cuervo no está, la presentación no se hace" contestó Bernini. "Está bien: entonces no se hace" terminó la conversación Panozzo.
Es curioso: el BAFICI tiene una tradición liberal, en el mejor sentido de esta palabra. Siempre ofreció una diversidad política, cultural, estética, de estilos, géneros y nacionalidades que lo hacían excitante e imprevisible; esto explica gran parte del prestigio alcanzado a través de sus 15 años de existencia. Con las debidas excepciones: el año pasado la película Tierra de los padres de Nicolás Prividera quedó afuera del festival porque a los programadores no les interesó, a pesar de haber sido elogiada por gran parte de la crítica, aplaudida en diversos festivales internacionales y de haber logrado después un exitoso paso por la Sala Lugones. Los programadores nunca explicaron los motivos de la exclusión de la película. Hicieron un sonoro silencio. El director del festival era (por última vez) Sergio Wolf.
Este año Panozzo sienta un precedente sombrío: veta a un participante de una mesa de discusión. Que yo recuerde, soy el primer expositor en 15 años al que la autoridad del BAFICI le impide participar (por lo menos nunca antes se hizo público un veto). Habrá que empezar a pensar en los límites del liberalismo.
Para mí es un honor extraño. Si hubiera estado en ese encuentro, habría hablado mis 20 minutos sobre el cine del presente, escuchado con interés a mis compañeros de mesa y respondido a alguna pregunta del público. Mi participación se habría licuado rápidamente entre centenares de cosas más interesantes que suceden al mismo tiempo en este enorme festival. La trascendencia de mi participación habría sido prácticamente nula. Pero la torpeza del director del festival transformó el asunto en otra cosa: entre toda su diversidad, hay un límite que el BAFICI no tolera: yo. ¿Qué tan intolerable puedo ser yo? A partir de ahora, el BAFICI impide oficialmente que algunas personas (al menos una) participen en sus debates.
Digo que es un honor, me siento extrañamente orgulloso de la distinción. Lo considero un premio de Panozzo, le agradezco que piense que, hasta donde llega su poder, yo no debo estar. Soy lo Otro del Bafici; mejor dicho: La otra.
No me considero censurado: gozo de una tremenda libertad de expresión, aunque no siempre sepa bien cómo aprovecharla. Tengo el blog, la revista, el programa de radio. Así que expresarme, me expreso.
Lo lamento por el BAFICI. Es una pena que su margen de libertad se vaya estrechando de a poquito.