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BAFICI: Una indignación y dos alivios

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La indignación: Beatriz Portinari: Un documental sobre Aurora Venturini


por Alejandro Ricagno

Suspendí por unos días mi diario ricagnano por dos cuestiones.

Una: de las películas argentinas que me gustaron vistas en estos días,; La paz de Santiago Loza y AB de Iván Fund, prefiero escribir en extenso más adelante o para la revista. La otra, sobre la que me extenderé más tarde. es Museum Hours, de Jem Cohe, que vista el domingo pasado crece como un cuadro de Brueghel en la memoria.

Dos: el cansancio. Cuando no tengo nada que decir,  mejor hacer silencio. Me cuesta- cada vez más- escribir de películas que están “mas o menos”, o zafan, o están bien o son” interesantes”. Además, las que están interesantes generalmente la veo con peligro de sueño. Me paso con I used to be darker, una indie que no está mal, - sobre todo por lo que no hace- y que crece en el –por momentos nebuloso- recuerdo. O con la brasileña con peso –y director- uruguayo, Avanti popolo. Y también porque estoy esperando La Película, que aún no llega. ¿Llegará?

Me desilusioné un poco con la esperada La ultima vez que vi Macau, de Joao Pedro Rodrigues, pero por ahí le doy una chance de reverla online. O sea, que para escribir necesito esa película que me lleve a otros lugares, me haga pensar, me agarre de las bolas o de la punta mas oculta del alma, y me sacuda.

O por el contrario me haga enojar.

Porque lo que me hace escribir hoy es la indignación. No, no la película sobre los indignados, Vers Madrid, de Sylvain Georges, que no vi.

La indignación por el documental Beatriz Portinari: Un documental sobre Aurora Venturini. Si uno no ha leído nada de esta mujer, que con más de treinta libros publicados, a los 80 años le llega el reconocimiento de su particular mundo literario, donde lo biográfico es llevado a dimensiones casi fantásticas, envuelto en un humor negro cortante como una navaja buñueliana-, el film de Agustina Massa y Fernando Krapp no aporta casi nada. No solo no roza ni consigue recrear la obra de la autora, ni investiga su vida, sino que parece –acaba siendo- un documental en contra de la retratada.
Es que, a mitad del rodaje, la Venturini, evidentemente cansada, dice ”basta” y echa al equipo de filmación. Eso está relatado por la voz en off de Rosario Bléfari, que guía e intenta completar los huecos de ese retrato doblemente trunco. Seguramente Venturini es una persona difícil -el film lo deja ver- y con extrañezas que la ponen en un borde de otra realidad, por decirlo suavemente. Pero seguramente es más, mucho más que lo que muestra este pobre documental –pobre en investigación, pobre incluso en su pseudo pretensión ficcional- sobre (contra) el Universo Venturini. Una sola pagina de la escritora -que al momento del rodaje tiene más de 90 años y se recupera de una caída que derivó en un coma cuatro-, humilla cualquiera de las imágenes y de la organización del documental. Evidentemente, que la retratada no se deje filmar más a mitad del rodaje es un problema, y los realizadores se las deben de haber visto negras par decidir cómo y qué hacer. Pero la película no hace su trabajo, ni siquiera en la evidencia del fracaso de su primer propósito. Y entonces lo que hace es un trabajo sucio, casi como una venganza. Que Venturini sea impiadosa consigo misma y su linaje, con propios y ajenos en su literatura parece haberles dado a los realizadores el pie para que sean impiadosos con ella. No hay investigación que supla lo faltante. Ni siquiera el conflicto entre lo mítico y lo real está desarrollado. Las mil y una películas que este doc, -aún con la resistencia de la autora- podría haber sido se esfuman como la propia escritora de la cámara. Y estamos hablando de una mina que fue amiga de Evita, que vivió en el Paris de Sartre y Simone de Beauvoir, que era amiga de Juliette Greco, que fue silenciada por la Libertadora, que fue la mujer de Fermín Chávez, entro otra larga cantidad de etcéteras, que la propia Venturini ha desplegado en mil y un reportajes.

Encima, lo que se muestra de su literatura no es ni de lejos lo mejor –un viejo soneto y unas páginas de un escrito, que más huelen a crónica que otra cosa, de su admiración por… Leonel Messi. Nada de la fuerza de su narrativa cruel y extraña se refleja allí. No solo eso, sino que los realizadores se dedican varias veces a mostrar, en el principio del film, la difícil recuperación después de su caída, en unos planos absolutamente innecesarios, o la filman sin que ella se de cuente. Y después en una charla con un amigo sacerdote exorcista que la “atendió” después de su “experiencia en el infierno” (Aurora dixit). Pero no la filman como un “personaje”, sino más como “un caso”.

Entre otros –pocos- testimoniantes hay una vieja amiga, que funciona para los realizadores casi como comic relief, y suelta alguno que otro dato. Pero hasta ese personaje tiene un halo de uso.Solo se pueden rescatar algunas anécdotas en boca de la propia Venturini, como la de su trabajo con los pibes de la nocturna, cuando ella tenía 24 años. O su maravillosa historia con las arañas.También se puede destacar su intuición -algo tardía- de que los realizadores fueron allí a buscar un personaje a explotar, más que a explorar o descubrir. “Las vinchucas” los llama. Lo bien que hace.
Los debería haber echado desde el principio.

Pd: Un crítico extranjero, al que no le gustó la película, me preguntó a la salida por qué aparecía el nombre Beatriz Portinari, antes del nombre del escritora en le titulo del documental... Es el que la escritora escogió como seudónimo para presentarse al concurso de Pagina 12 que ganó en le 2007, con esa novela bestial llamada Las primas. Pero, claro, ese dato figura en el catálogo nomás.

Para no terminar esta nota con solo indignaciones dos positivas:

-El Hong Sang-soo In Another Country con Huppert , es simpático, liviano y amable.

Y una de esas tapadas del Bafici que alegró mi noche: la japonesa I catch a terrible cat, comedia de desencuentros amorosos, que empieza grave y va enloqueciendo imperceptiblemente, y fue una bocanada de aire fresco que casi consigue hacerme olvidar la indignación con que empecé este post. La vuelven a dar el sábado (uh, de pronto me acordé de la chileno-italiana-alemana Il futuro, basado en Bolaños. No, mejor olvidar).

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