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Los desastres del BAFICI Panozzo

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“...un público que no es capaz de comprender...” 
(aka un público de mierda)


por Gabriela López Zubiría

Con este BAFICI, ¿por dónde empezar? ¿Por el final? Bueno.

Son las 11 de la noche del viernes 19 de abril y recién llego de no ver Like someone in love de Abbas Kiarostami en la sala Lugones del Teatro San Martín. ¿Motivos? Simple. A los 30 minutos de la proyección (aproximados), en la escena en que los protagonistas –el profesor y Akiko, la universitaria escort- se conocen y se sientan a charlar (imaginamos que ese es un momento clave del relato, ¿verdad?), la película salta a la escena siguiente –como en un chiste sobre la censura- y del interior del departamento de él en noche cerrada pasamos al interior del coche de él en mañana luminosa… Los subtítulos desaparecen y la película, que transcurre en Japón, sigue.

Empiezan los aplausos, los pedidos de que interrumpan la proyección, los ánimos se caldean –ánimos caldeados y mucha indignación, que parecen ser el leit motiv del BAFICI Panozzo– y la proyección sigue y nadie nos dice nada hasta que, finalmente, uno de los “chicos” (no sé si son pasantes, personal contratado o carne de cañón; aunque me inclino por esta última y ustedes ya verán por qué) nos dice que hay “un problema que no se puede solucionar (sic) que la proyección no se puede parar hasta que termine el rollo, que el problema es que el rollo está mal armado”, todo esto a los gritos sobre el audio de la película y con la sala a oscuras. Pero la cosa no termina acá. Empiezan a circular los rumores de que la volverían a pasar desde el principio, que sí, que no…

Finalmente nos informan que, si queremos retirarnos, nos devolverán el dinero en la boletería, con las disculpas del caso, claro.

Mientras esperamos el ascensor preguntamos a uno de los “responsables” (las comillas son casi un gesto de cariño, porque no creo que ninguno de estos chicos esté en condiciones de hacerse responsable de nada de lo que pasó allí: los verdaderos responsables brillan por su ausencia) si había alguna posibilidad de que la proyección continuara. La respuesta, muy amable, fue que no. Que el rollo estaba mal armado, que quedaban al menos 20 minutos de proyección en esas condiciones y que, una vez cambiado el rollo, no había garantía alguna sobre la presencia de los subtítulos. Ya que lo teníamos a mano le hicimos las preguntas más obvias como: “¿nadie que chequea los materiales estén en condiciones, nadie ve las películas antes de que se proyecten en las salas?”. “Sí, -respondió- de eso se ocupa la gente de técnica del festival”… Y nos fuimos…

De haber sido este un hecho aislado en el contexto del festival sería un hecho bastante grave, pero no lo fue, lo que lo convierte en un hecho gravísimo y no hablo sólo de mi experiencia. El profundo desprecio por el espectador, por los realizadores, por el hecho cinematográfico en sí, es la constante que atraviesa al 15 BAFICI.

Algunos ejemplos: (en estricto orden cronológico, porque estamos furiosos pero somos prolijos):

Jueves 11 de abril. Sala: Arte Multiplex Belgrano

- En la proyección de Centro Histórico el fragmento de Pedro Costa se corta, se des-sincronizan los subtítulos y se interrumpe la proyección. La solución fue adelantar el resto de la película hasta el final, como cuando hacemos flash forward en el reproductor. 

- En la misma sala pero en la proyección de Sobreviven de Carpenter comienza la película sin imagen y adelantada, interrumpen 10 minutos y después reinicia sin problemas.

Sábado 13 de Abril: Village Caballito. Sala 7

Nos ubicamos en la sala y llega, bastante agitado, un muchachito que nos da la bienvenida al 15 BAFICI (después veremos ese horrendo manifiesto del lugar común que es el institucional de la cumpleañera en vestido rosa y escenografía rococó). Tras un recorrido discursivo por todos los tópicos remanidos y de muchas referencias a su “desastroso” estado físico (el del chico agitado, claro) nos agradece el “acompañarlos en este festival, su proyecto” (!!!).

A la 1 y monedas de la tarde inicia la trilogía Paradise de Ulrich Siedl con Love. La cosa viene tranquila a pesar de que las butacas del Village están en pésimas condiciones (asientos rotos y prácticamente todos respaldos vencidos) hasta que, más o menos, a los 10 minutos de iniciada la función, se interrumpe. Pasan unos minutos y de la organización nada… Finalmente una señorita nos dice que hay un problema con el retroproyector, y que en cuanto lo solucionen volverán a pasar la película desde el principio porque no se puede adelantar… Bueno, una excusa dudosa pero estábamos tiernos y recién llegados.

Reinicia la peli y, en el momento en que funde a negro para presentar el título (toda la trilogía inicia in media res), un cierto escozor recorre la platea que ya temiendo lo peor se relaja y ríe. Pero fue solo un momento, no va que salta y se corta otra vez. Ahora la cosa se pone espesa, la paciencia se agota, hay quejas, aplausos, reclamos y circula una cierta indignación entre los espectadores. Mientras tanto… el tiempo pasa.

Retoma Paradise Love justo ahí dónde se había quedado… Pero ¿no era que no se podía adelantar? Y, así como su protagonista Theresa va abandonando su candidez y transformándose en un depredador, nosotros también. Antes del final otro corte, en total fueron tres (si, leyeron bien, la proyección se cortó 3 veces).

En la sala estaba presente Veronika Franz, coguionista de la trilogía. Sus primeras palabras fueron: “en este momento deberían estar escuchando una canción sobre los títulos de cierre, cada episodio de la trilogía termina con una canción que lo sintetiza”. Un auténtico papelón, a pesar de que Veronika le puso muchísima onda a la situación, incluso a la inconcebible grosería con la que la traductora se dirigía al público.

La función que debió terminar a eso de las 3 y 20, terminó a las 4 de la tarde. Salimos de la sala y nos dicen que a las 4 y 10 inicia la función de Paradise Faith. En esos 10 minutos descubrimos que estamos atrapados en el Village y que nos van a asaltar cobrándonos una botella de agua saborizada entre $12 y $18. Hacemos, prolijamente, la fila para reingresar a la sala que es la misma. De más está aclarar que salimos últimos y entramos últimos. Pero no todas son pálidas, en el fondo de la fila nos reconocemos y compartimos indignaciones, se van formando lazos (¿de resistencia?)

Paradise Faith se corta, claro… dos veces (sí, dos veces más). Nos piden mil disculpas, el proyector es una máquina malvada que sólo nos trae disgustos, y siguen las excusas pueriles. Ahora estamos enojados, nos tratan como a idiotas. A eso le sumamos el alegre bullicio proveniente de la sala de proyección y un episodio delicioso que nos llevó a conocer a Flor, otra de las “empleadas” (honestamente, no sé cómo llamarlos) del Festival, cuando en medio de la película ingresa a la sala con el handy abierto y se escucha un “Flor, ¿me copiás?”. ¿No es una divina? Entre corte y corte los reclamos se hacen oír, estamos enojados –repito- y gritamos y exigimos y, en realidad, no nos cabe una excusa más.

Ya no tenemos ni idea de qué hora es y estamos decididos a no abandonar la sala. Esto es un piquete. La cosa ya está espesa. Encima, otra chica (notable cómo rotaron y cuántos eran: al chico agitado, por ejemplo, no lo volvimos a ver) no tiene mejor idea que aducir que necesitan “hacer unas pruebas con la sala vacía para la próxima película”. La respuesta es obvia e inmediata: “Noooooo!!! No prueben nada, si ya está saliendo todo como el culo”. En algún oscuro rincón nos estamos divirtiendo, los espectadores, claro.

Momentos de tensa calma, llaman a Seguridad (sí, llaman a Seguridad para desalojar la sala). Llega la ley encarnada y nos mira, aclara que no es policía sino bombero (¿?) y nada… Fue en ese momento en el que sentí, brevemente, cierta compasión por todos los “chicos 15 BAFICI”, absolutamente superados por la situación, sin argumentos, sin competencias y tomando las peores decisiones. Solos frente a nosotros, los espectadores, indignados y virulentos. Pero duró poco. Como nada funcionaba y no nos movíamos de nuestros asientos, casi al borde de las lágrimas de impotencia, Lucrecia Lionti (así se presentó, no tengo forma de chequear si está correctamente escrito, ya que en la página del BAFICI sólo aparece su director artístico, Marcelo Panozzo) nos regaló una hermosa reflexión:“ustedes son un público que no es capaz de comprender…”. Era lo que faltaba, no sólo nos estábamos fumando esa situación, por la que además, habíamos pagado, sino que además éramos... ¡¡¡culpables!!! Pero esta vez la victimización no funcionó.

Negociamos quedarnos en la puerta de la sala, salimos y volvimos a entrar. Llegamos al final, Paradise Hope que, obviamente, se cortó. Y claro, por qué iba a ser diferente. Sería ocioso describir la reacción de la sala. Lo pueden imaginar. Dan luz y, en este caso, Flor fue la responsable de la excusa: “hay que cambiar la placa del proyector”, lo que generó una creativa respuesta del público: “sí, la placa bacteriana…” y las risas de la concurrencia. Al borde del desmadre hace su ingreso (preventivo) el Seguridad antes mencionado que es recibido con un cerrado “bombero, bombero”. Y sí, a esta altura esto ya es una joda… Casi sin interrupciones transcurre Paraíso: esperanza. Termina y nos vamos, son más de las 9 de la noche, llevamos hora y pico de atraso…

Domingo 14 de Abril: Sala del Centro Cultural San Martín.

Pendejos, de Raúl Perrone. Acá la cosa estuvo bastante tranquila, apenas un problema técnico (en un momento la pantalla viró al magenta), la proyección se interrumpió y Pablo Ratto, su productor, que fue el encargado de presentar la película, informó al público. Rápidamente se solucionó y, tras retomar en el punto en el que se había producido el problema, la cosa siguió su curso con normalidad.

Miércoles 17 de Abril: Village Caballito.

Post Tenebras Lux, de Carlos Reygadas. Los 10 minutos finales de la película fueron proyectados con las luces de la sala encendidas. ¿Se habrán puesto literales? Eso sí, del clima del relato, ni noticias…

A modo de conclusión, pedido esperanzado y propuesta (aunque no en ese orden):

Me considero una usuaria del BAFICI al que concurro, casi sin interrupción, desde su segunda edición. Disfruto muchísimo de la posibilidad de acceder a miradas sobre el mundo y relatos que, de otra manera, no conocería. Le debo al BAFICI el deslumbramiento que me produjeron muchos directores que hoy son mis favoritos. Agradezco la posibilidad de tener todos los años un festival de cine a mano, al que puedo ir. Nada de esto evita que me sienta profundamente indignada con los responsables de esta edición. Nunca, JAMAS, en todos los años que llevo de festivales padecí algo así. Me puedo fumar la deleznable campaña gráfica de este 15 BAFICI, pero no estoy dispuesta a dejar pasar el maltrato, la improvisación, la ineficiencia, la incapacidad.

Me llama poderosamente la atención que, habiendo tanta prensa acreditada, no he(mos) leído nada acerca de las condiciones de exhibición de las películas, del trato recibido por los empleados (aunque es cierto que no por todos), de la constante presencia de “fallas técnicas”, siempre atribuidas a otros –el caso de los subtítulos en Centro Histórico la culpa fue de ¡Pedro Costa! que los mandó así, en el caso de Like Someone in Love el rollo estaba mal armado…-, la cantidad de excusas pueriles y falaces que recibimos frente a cada uno de los episodios y, esencialmente, que estos episodios fueran una constante. También es notable la ausencia de los responsables del Festival en todos estos casos.

En la organización de cualquier festival de cine –y esto lo se por experiencia propia- entre la recepción de los materiales y su exhibición hay un tiempo estipulado para chequearlos, la cosa es simple: si el año pasado no incluyeron en la grilla a Tierra de los Padres de Nicolás Prividera fue porque alguien vio la película y decidió que no le interesaba incluirla. ¿Nadie notó los problemas que tenían alguna de las películas mencionadas? ¿Nadie vio que faltaban los subtítulos en Centro Histórico o que el rollo de Like Someone in Love estaba mal armado? ¿No se chequearon los equipos, los proyectores y sus placas? Son preguntas simples que ameritan respuestas simples, sin tecnicismos. ¿Cuál es la función de “la parte de técnica del Festival”? ¿No se supone que el Director Artístico, entre otras cosas, se ocupa de ver –al menos algunas- de las películas que después incluirá en la grilla de su festival?

Y ya que venimos de preguntas, me pregunto: ¿alguien tuvo la posibilidad de ver en alguna función con director o guionista presente que alguna de las “autoridades” del BAFICI lo presentara? Yo no y esto, en las ediciones anteriores era un clásico.

Claro que también era un clásico el circuito geográfico que se generaba a partir del festival y sus sedes. Creo que parte del diseño de cualquier evento de este tipo está directamente relacionado con la geografía, con cierto núcleo de proximidad que hace que los asistentes (todos ellos, espectadores, realizadores, prensa, productores, etc.) circulen y se relacionen con el espacio y entre ellos. Este 15 BAFICI (ya podríamos llamarlo sin ponernos colorados el BAFICI Panozzo) destrozó la posibilidad del encuentro, de la charla, del boca a boca, de la optimización del tiempo entre películas. Llegar de Caballito a Belgrano, por ejemplo, no fue cosa fácil.

Creo que la mejor noticia para el BAFICI sería que este debut de Marcelo Panozzo como su director sea también su despedida. Alguien tiene que hacerse responsable y no somos nosotros, el público.

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