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El fuego inextinguible de Nicolás Prividera

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En el blog Ojos Abiertos, dirigido por Roger Koza, Nicolás Prividera acaba de publicar una nota titulada MIRADAS ENCONTRADAS: SOBRE M EN EL BAFICI 2013", en la que comenta extensamente el texto del catálogo del festival en el que Josefina Sartora se refiere a su película M, así como también mi nota  Razones para ver M en 2013.

En la parte que se refiere a mí, Prividera dice:

Cómo lee la Historia el cine argentino es inescindible de cómo se lee la historia del cine argentino… Sólo tomando la última década, podría decirse que si Los rubios puede ser vista como la última película de los ’90, M sería la “última película prekirchnerista”: esta última es la tesis de Oscar Cuervo, con la que obviamente también disiento. Dice Cuervo, recordando la posición crítica que él había tenido frente a la película en 2007: “sin haber cambiado sustancialmente ninguno de los dos, ni Prividera ni yo, la situación política cambió y eso repercute también en nuestras posiciones. (…) Pero esto es solamente una anécdota personal que se vuelve más interesante cuando se la piensa en un marco más amplio: ver M en 2007, cuando el país era otro y el kirchnerismo prácticamente no existía, es decir, cuando parecía que los agravios pasados no podrían transformarse en otra cosa más que en enojo u olvido, cuando aún no se veía la necesidad de traer el conflicto de clases hacia el presente y desbordar la matriz de la lucha de décadas de los organismos de los derechos humanos, es muy distinto a ver M en 2013”, que implicaría “pensar esta relación entre pasado y presente, entre enojo u olvido”. Comparto (como queda claro en Tierra de los padres) que es clave la perpetua relación entre pasado y presente (y la actualización de la “lucha de clases”, aunque no creo que sea tan sencillo caracterizarla en el momento actual). Pero la oposición “entre enojo y olvido” me parece directamente falsa: al “olvido” (y hay que recordar que esa era la objeción de Kohan contra Los rubios) no se le opone el enojo sino la “indignación” (otra palabra hoy excesivamente de moda…).

Para entender la diferencia, veamos lo que decía Cuervo en 2007: “¿cuál es la posibilidad y el límite de una política pensada desde el enojo? (…)¿qué parte del daño se puede procesar políticamente y qué parte se puede reparar artísticamente? ¿Cómo se debe sentir el espectador frente al enojo que Prividera exhibe? ¿Se debe dar por aludido, se debe sentir en deuda? ¿Puede cuestionarse la pertinencia del enojo, por más que venga nada menos que de las víctimas?”. Cuervo parecía no distinguir entre enojo (personal) e indignación (política), y paralelamente (en coincidencia con su ahora archienemigo Gustavo Noriega, que argumentaba lo mismo desde ‘El Amante’) me acusaba de promover un improbable “sujeto colectivo” (que es justamente el que sustenta dicha diferencia…). En ese sentido, yo sigo opinando “sustancialmente” lo mismo (en cuanto a la necesidad de no burocratizar las prácticas, sean cuales sean) y en todo caso es Cuervo el que ha variado su posición (al asumir la necesidad colectiva de “desbordar la matriz de la lucha de décadas de los organismos de los derechos humanos”): Yo sigo reivindicando la idea de un colectivo, pero sin nunca resignar la distancia crítica (que han perdido, precisamente, algunos organismos de derechos humanos al acercarse demasiado al Estado).

De esa conciencia política (incluida la del cine) hablaba M, como da cuenta la nota que le dedica Santiago González Cragnolino en el diario del festival: “M contiene varias referencias que permiten entrar y desandar el camino que se hace en su marcha: el cine-diario, Godard, ‘El ciudadano’ y un largo etcétera. (…) Conoce la herencia del cine moderno y se inscribe en ella en tanto programa estético-político (…) Todas las dimensiones que aborda la película (cine, historia e Historia) se implican entre sí hasta parecer necesarias para entender las otras.” Esa consciente herencia política del cine moderno no parece extendida en el novísimo cine argentino. ¿Alguien podría mencionar alguna (buena) película argentina reciente que de cuenta de algunas o todas estas tensiones? (incluidas las que los mismos Cuervo y Noriega representan, en cuanto a miradas antitéticas sobre la política y el cine). Se escuchan sugerencias. (Leer nota completa acá).


Esta es mi respuesta:

Nicolás:

tu voluntad polémica parece ser inextinguible. A mí me parece muy bien que disientas con lo que yo digo de M, aunque no sé muy bien por qué agregás que disentís conmigo “obviamente”. ¿Disentís respecto de la posibilidad de que M sea considerada la última película pre-kirchnerista? Cuando yo propongo la idea no pretendo que se instale como una verdad objetiva: toda periodización tiene algo de corte violento y arbitrario, de modo que hasta podría disentir yo conmigo mismo si más adelante lo veo desde otra perspectiva. Sin embargo, me parece que esa lectura de M como final de un ciclo le cae bien a la película.

Más allá de eso, me resulta difícil retomar las extensas discusiones que tuvimos en estos años, porque además están desperdigadas entre cientos de comments en LLP, en Ojos Abiertos y en mi propio blog. Sin embargo, todo lo que dije de M en 2007 lo sostengo sin problemas, además de que puedo hoy agregar algunas observaciones que no anulan sino que matizan o proble-matizan a las anteriores.

Cambiar, cambié: solamente un muerto o un loco podría salir indemne de los cambios históricos de esta década, en el país y en el mundo, asi que no me resulta raro tener que cambiar. Sin renegar de nada: todas las películas y todos los cineastas que valoraba entonces los sigo valorando ahora. Mi lista sigue incluyendo a Lucrecia Martel, Lisandro Alonso, Andrés Di Tella, Raya Martin, Albert Serra y Nicolás Prividera, a los que se agregaron otros, como Raúl Perrone, Santiago Loza, Matías Herrera, Hermes Paralluelo, Marco Berger, Iván Fund, Federico Godfrid o Gonzalo Tobal. En mi lista estaba y está el primer Pablo Trapero, pero el último Trapero ya salió. Y en mi lista siguen sin entrar Llinás, Filipelli, Matías Piñeiro o Alejo Moguilansky.

Mi lista sigue sin incluir a Los rubios, película a cuyos encantos nunca me rendí. Está impreso en papel (número 3 de La otra, año 2004). No coincidí en la valoración que hizo Noriega de esa película, así como no coincido con Noriega en casi nada desde hace por lo menos 15 años, es decir: desde antes de conocerte a vos y también desde antes de que existiera el kirchnerismo. En plena década menemista tuve mi primer gran desencuentro político y estético con el director de El Amante. También eso está en letra impresa, en los números 15 y 16 de la revista Parte de Guerra. No fue el kirchnerismo lo que nos separó, sino en todo caso lo que vino a evidenciar que nuestros choques cinéfilos tenían un motivo político.

Entre las películas que valoro sigue estando M. A la que nunca “acusé” de nada. Desde la primera vez que la vi, en un corte que no era el definitivo, me pareció valiosa. Aunque quizá no por los motivos por lo que vos preferirías que se la valore. Sigo pensando que en M hay un notable retrato de familia que se inserta en una compleja trama histórica. Y si usé la palabra “enojo” en 2007 es porque en la película Magdalena Ruiz Guiñazó te pregunta si estás enojado y vos respondés que sí. Así que no es “falso” apelar a ese término del dilema “enojo u olvido”, puesto que la palabra sale de la película.

Cierto que en una entrevista posterior vos propusiste suplantar al enojo, al que considerás personal y psicológico, por la indignación, que para vos es política. Sigo sin entender de dónde sale esa idea de que la indignación es política. No percibo su politicidad. Descreo de la indignación y de los indignados. La Argentina está hoy llena de indignados que no pueden articular una palabra política. Comprendo que alguien pueda estar indignado o enojado: no condeno esas pasiones, solo que no las encuentro políticamente productivas. Considero que M permite ver un vínculo entre un determinado estado de cosas y un sentimiento de enojo o indignación. Pero no creo que la indignación sea una respuesta política. Ahí disiento con el personaje Prividera de la película M. Leo la película un poco a contrapelo de las intenciones de su director, lo que no es raro: me pasa muchas veces. (En alguna de las numerosas discusiones que mantuvimos en LLP, Ojos Abiertos o acá mismo, en el fragor de la pelea, puedo haberte adjetivado con rudeza: me arrepiento, en eso sí cambié).

En cuanto a mi posición política actual y mi relación con los proyectos colectivos: es casi simétricamente opuesta a la que vos sostenés. Yo no me ilusiono con lo colectivo, sigo sosteniendo un escepticismo respecto de los sujetos colectivos, pero eso no me impide asumir un partido entusiasta por el kirchnerismo, sin pretender sostener ninguna “distancia” y sin renunciar a la crítica. Te diría que mi posición actual no desmiente mi posición anterior, sino que la supone. No podría ser kirchnerista sin suponer mi escepticismo tenaz hacia los colectivos. No tengo ideales y no espero nada de ningún líder político. No creo en Perón, ni en Néstor, ni en los Beatles, ni en John, ni en Yoko, ni en Sebreli. No me hago ilusiones con el peronismo ni con ningún otro proyecto histórico, pero eso no me impide quebrar una lanza por él. Si hubiera vivido en la época de Tierra de los Padres, habría estado al lado de unos y en contra de otros, sin hacerme ilusiones por nadie.

Paradójicamente, me da la impresión de que en tu caso es exactamente al revés: reivindicás la idea de un sujeto colectivo pero no querés abandonar la distancia crítica. Es más: creo que tu naturaleza es la de un lobo estepario y que nunca formarías parte de un colectivo. Siempre privilegiarías los motivos por los cuales marcar distancias críticas que te impidan sumarte a un colectivo.

Parece que compartimos la idea de que la actualización de la lucha de clases dinamiza este momento político. Incluso tampoco yo creo que sea tan sencillo caracterizarla en el momento actual. Así como no era sencillo caracterizar la lucha de clases en el período 73/75, o en el período 45/55. O en la época de Alberdi y Sarmiento. Nunca es sencillo caracterizar la lucha de clases en la historia argentina, y sin embargo siempre se trata de ella. Esa es la clave para entender lo que pasa, y no “civilización/barbarie” o “populismo/republicanismo”, como proponen Sebreli y los admiradores de El Olimpo Vacío. La lucha de clases que nos ha tocado en este país y en estos dos últimos siglos no es sencilla de caracterizar, pero es lo que hay.

Por lo demás, te felicito por tu incesante afán polémico.

Saludos
Oscar Cuervo


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