Obras del amor

"Si la pretendida sabiduría, que se jacta de no dejarse engañar, tuviese razón cuando afirma que no debe creerse nada que no se vea con los ojos de la carne, entonces lo que primero y principalmente habría que arrinconar sería la fe en el amor. Y si se hiciese tal cosa, precisamente por temor a ser engañado, ¿acaso no se engañaría uno de verdad? Porque seguramente hay muchas maneras de engañarse: uno puede engañarse creyendo lo falso, pero también puede muy bien engañarse no creyendo lo verdadero; a uno lo pueden engañar las apariencias, pero también pueden engañarlo esa sabiduría aparente y esa presunción engañosa que se consideran completamente aseguradas contra todo engaño. ¿Y cuál de los dos engaños es más peligroso? ¡Qué curación sería más dudosa? ¿la de quien no ve o la del que ve y sin embargo no ve? ¿Qué cosa es más difícil: despertar a uno que está dormido o despertar a quien, despierto, está soñando que no duerme? ¿Qué espectaculo es más lamentable: el de quien ha sido desdichadamente engañado en su amor, o el espectáculo en cierto sentido ridículo de quien se engaña a sí mismo? (...) Comúnmente, cuando se habla de engaños en las cosas del amor, por muy varios que sean los casos, el engañado, a pesar de todo, mantiene relaciones con el amor y el engaño consiste solamente en que el amor no estaba donde se pensaba, pero el que se engaña a sí mismo se ha encerrado afuera y se ha excluido a sí mismo del amor. También se suele hablar de gentes engañadas por la vida; pero la pérdida de quien ilusamente se engañó a sí mismo al vivir es una pérdida irreparable". (Søren Kierkegaard, Las obras del amor)

En Las obras del amor Kierkegaard desarrolla un extenso tratamiento del mandato de amar al prójimo: “Ama al prójimo como a ti mismo”. Una de las frases más repetidas y menos comprendidas en estos 2000 años de civilización occidental y cristiana -lo que el Gran Danés denominó "la cristiandad"- es desplegada a través de centenares de páginas en las que Kierkegaard se detiene a analizar cada mínimo matiz de la expresión: el amor, el prójimo, el sí mismo, el hacer del amor a sí mismo una medida para amar al prójimo y, recíprocamente, el de amarse a sí mismo no con amor egoísta, sino como se ama a un prójimo.