por Lidia Ferrari
Se hace necesario reflexionar sobre un mal que aqueja a la Argentina de los últimos tiempos. Se expresa por todas partes una sociedad argentina dividida en dos grupos irreconciliables. No digo que esto sea lo que ocurre, sino que es lo que se muestra, una relación animada sólo por la enemistad o el odio.
La sociedad se presenta como separada en dos grupos: los kirchneristas y los antikirchneristas. Lo que llama la atención poderosamente es que pareciera que los significantes que cada uno de esos grupos utiliza fueran los mismos, cada uno parece atacar al otro de lo mismo que se siente atacado.
Considero que la operación que hace posible esto es la apropiación de los significantes de un grupo por parte del otro.
Nadie puede negar que desde 2003 los derechos humanos han sido un pilar en la política de gobierno de los K. Sobre todo, en términos de juzgar los crímenes de la dictadura. Los significantes relacionados con los derechos humanos, la fuerza que han tomado en la sociedad, el cambio cultural en relación a ellos se debe, principalmente, a esta política de estado (esto no supone la propiedad de estos significantes, sino que ellos representan una política de gobierno K). Sin embargo, estos significantes: derechos humanos, desaparecidos, dictadura, son apropiados por el grupo que está en la vereda de enfrente. Por ejemplo: se acusa al gobierno K de ser una dictadura. He leído una tabla comparativa que establece una similitud entre la dictadura militar y la dictadura K diciendo que en este gobierno también hay desaparecidos, que no rigen los derechos humanos, etc. No sería para tomar en consideración que los militares juzgados se consideren presos políticos sin derecho a defensa, precisamente ellos. Sin embargo, puede ser un ejemplo de que sus significantes, los que ensalzaban mientras tenían el poder, ya no les sirven y hacen suyos los que esgrimieron siempre las organizaciones de derechos humanos.
Otro ejemplo: el Congreso aprobó una Ley de Medios que tiene como objetivo desmonopolizar a los medios de comunicación. Estos medios están fuertemente concentrados en la oposición a este gobierno y gozan de una libertad de decir lo que se les ocurra sin ningún tipo de censura, pero desde esos medios se esgrime falta de libertad de prensa, se siente amenazados. Como dice Lula: “cuando uno los critica, dicen que los estamos atacando. Pero cuando los medios nos atacan, dicen que es democracia”
Habría muchos ejemplos basados en este tipo de paradojas. Aquellos que están en contra de los juicios a los represores hablan de dictadura y de que no hay justicia, cuando son ellos mismos los que no les dieron ocasión de defenderse a los miles de encarcelados, torturados y desaparecidos que cuentan en su haber.
Pareciera que esto se debe a una escasez de significantes aceptables para el juego de la política. Para decirlo mejor: hay una derrota en el campo del discurso sufrida por las fuerzas comprometidas con la dictadura y su ideología, el neoliberalismo. Así como ganaron una guerra, diezmaron a una generación y vencieron en la implementación de un plan económico que se impuso durante casi tres décadas, fueron derrotados en el frente cultural, ya que los significantes que los identificaban -dictadura, proceso de reorganización nacional, grupos de tareas, Fuerzas Armadas, desaparecidos, subversivos, aniquilación de la subversión, somos derechos y humanos, occidentales y cristianos-, los que los nombraban quedaron identificados negativamente y tienen el rechazo de la mayor parte de la sociedad. Esto es, significan lo que pone en peligro la democracia, lo que es políticamente incorrecto, lo que pianta votos, etc., algo con lo que nadie quiere identificarse.
Se trata de una victoria cultural de la democracia por sobre la dictadura en el terreno del lenguaje .
El problema es que los antikirchneristas de la derecha que añoran la dictadura no pueden identificarse con esos significantes que sí los identificarían genuinamente. No lo pueden hacer, por lo tanto se apropian de los significantes que no les corresponden. Y acusan de dictadura al gobierno elegido democráticamente.
Es cierto que esto no es patrimonio de este país, pues se observa no sólo en América Latina sino también en Europa y Estados Unidos. Acusar a un gobierno de dictadura, o a un líder político de dictador, es crear un enemigo reprobable y reprobado. Esto significa que el modelo de dictador al estilo Hitler o Mussolini perdió una batalla cultural, parece no haber ya líderes de ese tipo que arrastren a las masas. Son pocos los que se atreven a identificarse con sus significantes abiertamente. Por otro lado, sus signos en muchos casos son sancionados como apología del delito, por lo tanto pasibles de ser juzgados. Quienes los portan como estandartes quedan relegados social y políticamente.
Algunos antikirchneristas de izquierda parecen realizar la misma operación: acusan al gobierno de no defender los derechos humanos. Alguien identifica al gobierno de Cristina Kirchner con el de Isabel Perón por el accionar de la Triple A. Aquí la Triple A también es un significante que designa lo peor, que sirve para identificar al enemigo, entonces: el gobierno de los K actúa como la Triple A.
Esta apropiación de significantes del Otro supone también la escasez de significantes valiosos o diversos para hacer campaña desde otro lugar. Tanto la historia del país y del mundo, como las políticas implementadas por el gobierno K han puesto en valor ciertos significantes y ha devaluado otros. ¿Quién podría actualmente hacer una campaña proselitista con significantes como ajuste, libertad de mercado, privatización de las empresas del estado, congelamiento de salarios, achicar el estado, paridad cambiaria, etc.?
Este juego de espejos insoportable impide el diálogo o la polémica, y exalta el odio especular, pues aquello que un sector tiene para decirle al otro es respondido con las mismas palabras.
Las campañas mediáticas de determinados grupos son harto evidentes, obviamente, para quien quiera leerlas de esa manera. Porque no se trata en este juego de que todo “depende del cristal con que se mire”. No, en este caso se trata de apropiación de significantes, no de ver la realidad de otra manera. Por ejemplo, un periodista que denunciaba el monopolio de Clarín poco tiempo atrás, ahora es su principal vocero mediático. Las palabras que se podrían usar para ciertas posiciones periodísticas son: cinismo y canallada. Pero el que vos suponés un canalla te acusa de canalla. Se trata de un juego de espejos que, como tal, sólo puede reflejar el infinito reflejo del propio espejo.
Por otro lado, conociendo la sociedad argentina, esta especularidad no es sino el modo en que la agresividad se multiplica, una agresividad especular que ve en el otro los propios defectos y ataca sin posibilidad alguna de escuchar. Esto que estoy diciendo ahora, será interpretado como kirchnerista y, por lo tanto, se me dirá que soy yo la que no puedo escuchar, se me dirá lo que estoy diciendo vuelto contra mí y así sucesivamente, hasta el infinito. Para detener este juego de espejos alguein dirá que es necesario reconocer que los dos grupos antagónicos hacen lo mismo. Pero esto es una farsa, porque precisamente el juego de espejos quiere eludir la diferencia.
Aquellos que se apropian de los significantes ajenos lo pueden hacer por cinismo o por renegación. Los que lo hacen desde una posición cínica hasta podrían ser más saludables para el interjuego de la política. En cambio, aquellos que lo hacen desde una postura renegatoria creen que este gobierno democrático es una dictadura, cuando fueron ellos los que apoyaron a las dictaduras. Son los que critican al gobierno porque no les permite viajar cuando nunca han viajado al exterior como ahora. Son los que roban y acusan a los otros de ladrones. Son tantos los ejemplos que se hace difícil pensar cómo se puede salir de semejante atolladero.
¿Cómo se sale de esa situación? No se puede pelear por la hegemonía de los significantes sin que haya alguna práctica que avale la legitimidad de esa propiedad de los significantes. ¿O sí? ¿O la pelea política pasa simplemente por esa apropiación de significantes y por ningún otro lado y, por lo tanto, puede ser sólo mediática y canallezca?
Treviso, 16 mayo 2013