100 días del Papa Francisco
Fotografías: M.A.F.I.A.
Fotografías: M.A.F.I.A.
por Raúl Espinoza Aguilera
Tiene toda la razón el periodista italiano, Sandro Magister en su artículo publicado por la revista “chiesa” (13-V-2013) sobre un hecho que le ha llamado poderosamente la atención: el Papa Francisco –en el corto tiempo que lleva de su pontificado- no desaprovecha la oportunidad para exponer abiertamente y con claridad la acción del maligno en la sociedad contemporánea.
Quizá en algunos ambientes es un tema que se considera “pasado de moda”; otros piensan que se trata de “meras leyendas o cuentos infantiles para asustar a niños miedosos” y que la existencia del “Infierno” -como decía un conocido intelectual- “en estos tiempos modernos, ya no hay quien se lo crea”.
En efecto, quizá lo que más le agrade a Lucifer y a sus diablos es que el hombre contemporáneo sea escéptico y que niegue completamente su existencia porque es dejarle la puerta abierta para que ellos actúen con más agresividad e intensidad.
Tanto en los Concilios IV de Letrán como en el de Trento, la Iglesia ha declarado en forma solemne la existencia del demonio. Los Papas han venido repitiendo esta verdad de fe y que, por supuesto, se recoge en el Catecismo de la Iglesia. El beato Juan Pablo II escribía: “la batalla contra el Mal (Lucifer y sus aliados), la cual es la tarea principal de San Miguel Arcángel, aún se libra hoy en día, porque el diablo aún sigue vivo y activo en el mundo”.
¿Quién es el Demonio? es un ser real y concreto, creado bueno por Dios, de naturaleza espiritual e invisible, que por su pecado se apartó de Dios y se convirtió en un ser malo en su misma esencia. El teólogo doctor presbitero Francisco Fernández Carvajal lo ha denominado como “el señor del mundo del pecado, de la muerte, de la discordia, de la desgracia, del odio, de la perversión, de todo lo absurdo y malo que hay en el mundo; (…) Es el enemigo que siembra la cizaña en el corazón del hombre” (“Antología de Textos”, Ediciones Palabra, Madrid, 1990, p. 414).
Si repasamos con calma el Nuevo Testamento es impresionante la gran cantidad de veces que Jesucristo y, posteriormente, sus discípulos, hablaron, predicaron o escribieron sobre la actuación satánica. San Pedro advertía a los primeros cristianos: “sean sobrios y estén en vela, porque tu enemigo el diablo anda girando alrededor de ustedes como león rugiente, en busca de alguna presa qué devorar. Resístanle firmes en la fe” (uno Pedro cinco, ocho).
Una de las primeras manifestaciones de Cristo en su vida pública fue precisamente el echar fuera a los demonios o a las legiones de diablos de muchas víctimas posesas y que sufrían horriblemente. Y dice Jesús explícitamente que ya estaba profetizado por los profetas que, entre otros muchos milagros y portentos extraordinarios del mesías, el hijo de Dios vendría a imponer su reinado venciendo al maligno.
¿Qué recomienda la Iglesia para vernos libres de la acción del demonio? en primer lugar, vivir en estado de gracia o amistad permanente con Dios, acudiendo -cuantas veces sea necesario- al sacramento de la confesión o de la reconciliación; recibir con frecuencia al Señor en la eucaristía; tener la costumbre de rezar todos los días; de ofrecerle pequeñas privaciones voluntarias o actos de penitencia; usar cotidianamente un pequeño crucifijo y el agua bendita; buscar el trato habitual con nuestro Padre-Dios, no de vez en cuando, sino todos los días…
Hay una observación interesante que hacen los teólogos a este respecto es que quienes viven en pecado, en cierto modo, están bajo la potestad del demonio. Porque esas personas ya no hacen lo que quiere Dios sino lo que les sugiere o insinúa el demonio.
Y, no contento con alguien que ya ha pecado gravemente, Satanás lo empuja a que siga cometiendo una cadena interminable de ofensas graves a lo largo de su vida. Pero nunca es tarde para arrepentirse de los propios pecados, enmendarse y acudir a la confesión.
Desde luego, con este artículo no pretendo alarmar a nadie ni que se llene de temores. En primer lugar, porque es limitado el poder del demonio para ponernos ante una tentación, si acudimos a la ayuda infinitamente poderosa de Dios. Es decir, si somos humildes y le pedimos al Señor su auxilio, sabemos de antemano que la batalla la tenemos ganada.
En segundo lugar, porque lo que nos ha de mover no es el temor a Dios (que sería impropio de un hijo para con su padre-Dios) sino el amor confiado y filial en que al final de nuestros días, en el juicio particular, no hemos de perder de vista que nos juzgará nuestro mejor amigo y el amor de nuestra vida, Jesucristo. Desde luego, esa visión nos llena de paz, alegría y serenidad.
Pero eso no contradice la realidad de que actualmente son muchos los casos de posesión diabólica y que han ido aumentando el número de sacerdotes que practican los exorcismos. Eso lo vemos claramente en la película “El Rito”, que se hizo célebre en México a través del Twitter por la pregunta de aquel conocido comunicador, que sin dominar bien el inglés, se atrevió a cuestionarle a este protagonista: “Why “The Rito”! y el actor Anthony Hopkins, como es lógico, no comprendió esta frase.
Se observa que el guionista de este filme fue asesorado por algunos sacerdotes católicos porque expone de forma acertada cómo actúa el demonio en sus víctimas. En lo personal me impresionó cómo Satanás le tiene tal odio al ser humano que les recomienda que se suiciden, que maten, que aborten...
Siempre he pensado que todas esas legislaciones a favor del aborto y quienes lo practican obedecen precisamente a lo que el demonio quiere: que mutilen brazos, piernas y cabezas de los inocentes niños no nacidos, al igual que esas espantosas fosas que se han descubierto en nuestro país con decenas y decenas de personas torturadas, quemadas y degolladas.
¿Cómo explicar esas acciones tan crueles, bestiales e inhumanas? la única respuesta de su tremendo odio hacia la vida humana es que son como esclavos del demonio para cometer semejantes atrocidades. Ya no hay capacidad de raciocinio, ni de reflexión, ni se deja paso el juicio de la conciencia, sino que es una acción maquinal, como obedeciendo a un mandato que los supera y les domina completamente su voluntad.
¿Qué ayuda tenemos los hombres para vencer al maligno? la gracia de Dios “que no pierde batallas”; la ayuda de nuestra madre, la Santísima Virgen María, y de los ángeles custodios, particularmente del Arcángel San Miguel quien tiene esa particular encomienda del Señor en la tierra.
Hay un versículo profético del Apocalipsis, que el beato Juan Pablo II repetía con confianza y con mucha esperanza, cuando constataba -ante algún hecho concreto- la acción demoníaca. Decía: “Ella (la Santísima Virgen María) aplastará la cabeza del dragón infernal”.
Precisamente ése es el llamado del Papa Francisco: de que estemos atentos y vigilantes porque el demonio continúa fomentando insidias, divisiones, envidias, riñas, venganzas, lujuria, soberbia y tantos hechos aberrantes que se cometen todos los días y que nos enteramos a través de los medios de comunicación.
Sabemos que Dios está de nuestro lado, pero hemos de saber acudir a Él cuantas, veces sea necesario, con confianza e insistencia de hijos.
Fuente: yoinfluyo