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Ante las elecciones que se vienen

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Los que se distancian del kirchnerismo alegando la insuficiencia de sus transformaciones o una supuesta fase conservadora en la que Cristina habría entrado se desentienden de algo. Muy importante. Y propio, no de Cristina.

Kirchner o Cristina pueden no haber ido totalmente a fondo en la transformación de esa matriz del complejo militar empresarial.

Pero el kirchnerismo como época, conducido por ellos, inició un quiebre, un cambio de rumbo en esa dirección, por los motivos que fueran, internacionales, internos, subjetivos, de afán de poder, lo que políticamente no importa.

Reconocer ese cambio de rumbo es una manera decisiva de posicionarse personalmente a futuro respecto de su posible ratificación, rectificación, profundización, etc. No reconocerlo es empezar torcidamente.

Los K pueden haber cometido errores, vacilaciones, falta de visión estratégica en algunos puntos, sectarismo en otros, torpezas tácticas, lentitud, autocondescendencia, inoportunidad...

Las críticas a la década K, a lo que falta, a lo que habría que hacer mejor, son fáciles cuando el giro, el corte, la evidencia de la articulación entre golpe militares y matriz económica, sistema represivo, eclesial y clasista y democracias débiles ya se produjo y fue asumida por la política de estado.

Asumir esa articulación (dictadura/ plan económico/ debilidad civil / impunidad) le costó a la democracia, durante el período 2008/2009, cimbronazos que fueron la reacción del país "normal" para mantener su orden. Ajuste, represión, suspensión del estado de derecho e impunidad de los autores de este ciclo durante décadas formaban parte de la normalidad argentina.

Los que nos sentimos implicados y movilizados contra el intento de golpe "blando" durante los años 2008/9 sabemos que hubo que poner el cuerpo para que no se llevaran puesto el poder popular.

También hizo falta el compromiso activo de militantes históricos y otros sin antecedentes que nos vimos convocados a defender el avance de la democracia. Y el apoyo de los organismos y sectores sociales que ya habían defendido el estado de derecho durante las dictaduras, casi en soledad.

Si nos vimos movidos no fue por ilusión, sino porque el peligro de que se frenase la reparación histórica, judicial, económica y política era concreto.

Los dueños del país "normal" nunca dejaron de intentarlo hasta hoy. Una oleada de votos en 2011 y la firmeza K parecieron frenarlos.

Los que apoyamos al gobierno K no nos ilusionamos con una promesa: Vimos un peligro concreto de retroceso hacia la "normalidad".

Hoy algunos como Lucas Carrasco, (solo un ejemplo) están desilusionados, como si hubieran sido convocados a participar por una promesa de la Cámpora o de la familia K y no por su propia conciencia de la realidad.

Pero en La otra en 2011, Lucas Carrasco no habló ni de promesas ni de ilusión, sino de la certeza de que podían arrasar con un nuestros logros iniciales. Y que por eso había que meterse.

El motivo para molvilizarnos no era que los K fueran pobres ni sinceros ni que el rumbo al socialismo fuera definido e irreversible.

El motivo para movilizarse era que los dueños del país se negaban a que el poder tradicional entre en discusión concreta desde la dirigencia política elegida por el pueblo. Una osadía kirchnerista, que le ganó los principales odios. Los argentinos se acostumbraron a gobiernos gestores del poder de otros, los mismos, siempre.

No estamos aquí por creer en la moral de la familia K, ni en lmpecabilidad de Néstor, ni en la sucesión épica de micro-revoluciones peronistas, sino por la intención evidente de  la derecha tradicional por detener esa lucha incipiente por que un estado democrático intervenga en las decisiones políticas y económicas, haciendo valer su poder siempre precario.

La lucha para revisar un esquema de poder centenario e imperante en todo el mundo no se basa en que los K prometieron un gobierno de izquierda.

Nuestro compromiso colectivo se basa en la realidad palpable de los deseos de los dueños tradicionales de terminar con esa ocurencia insolente de la época Kirchnerista. Esto es lo que la derecha llamó el país dividido (con respecto al antiguo "país normal") y lo que ahora los desilusionados han adoptado como jerga propia, cuando intentan volver a acomodarse en el ala izquierda (anarco-escéptica) o derecha (colaboracionista) de los 90.

La insolencia K, creer que el voto popular da derechos para sentarse a discutir el país con los dueños tradicionales.

NI Kirchner ni Cristina se carcaterizaron por prometer sino que TUVIERON la osadía de sentarse a esa mesa del poder tradicional, respaldados por los votos y apoyados en su inaudita terquedad.

No hicieron promesas sobre el poder civil dirigiendo a militares ni prometieron romper el tutelaje del FMI ni se resignaron a ser mandaderos de SRA o la iglesia. No prometieron nada de eso en campaña: lo pusieron en práctica, con resultados irregulares y con final aún abierto. Lo hicieron: Sin prometerlo. 

El 2003, 2005, 2007 no era natural que los políticos hicieran eso, ni podía ser demagógico hacerlo: porque lo natural era que el polìtico elegido se sentara a capitular con el poder tradicional, a "gestionar" hasta que el pueblo los echara y vinieran otros parecidos: (Alfonsín, Menem, De La Rúa, Duhalde...).

El famoso "país dividido" que el relato de los dueños les achaca a los K es esgrimido como si existiera en la historia argentina anterior un edén perdido. Ese edén siempre definió a su otro para exterminarlo. El otro de la Argentina "normal": el malón, el gaucho, el inmigrante, el cabecita, el subversivo. ¿Sería el kirchnerista si se restaura el país normal?

Lo que hizo la Argentina "normal " con el otro es exterminarlo.

El kirchnerismo no tiene matriz revolucionaria. Tampoco prometió hacer la revolución porque daba votos: NO DABA VOTOS, NUNCA LOS DIO. NO prometió juzgar a los genocidas porque eso no daba votos, pero los juzgó.

El kircnerismo no hizo demagogia con la ESMA, ni con el cuadro de Videla, ni con salirse fuera del tutelaje de FMI. Hizo un corte con la línea histórica de impunidad.

No hizo demagogia con la Ley de Medios ni con las libertades civiles, porque la opinión "publicada" le pidió siempre más bien mano dura, seguridad, calles despejadas. Es seguro que el kirchnerismo no hizo esas cosas para ganar votos porque esas cosas no dan votos. Hay que salir a militarlas aún hoy.

El kirchnerismo hizo lo que tenía que hacer para lograr que el poder logrado en las urnas pesara como factor en la mesa del poder permanente. Por eso la derecha lo odia, como no podría odiar a Massa o a Binner o a los radicales.

Eso es lo que hace que los dueños de la Argentina no vean la hora de que el kirhcnerismo se termine, se vaya, lo echen. No quieren anomalías en Argentina. Los dueños de la Argentina están hartos de verse en la obligación de discutir el poder real con los advenedizos del voto.

Esa pulseada no está ganada. Está por verse su resultado.

Los advendizos del voto son quienes tienen que revalidar cada 4 años la masa crítica con que pueden contar para discutir con el poder tradicional.

La pulseada K aún no se venció, aunque los cómodos cobardes del resulltadismo y enamorados de sí mismos tengan ganas de pasarse al campo contrario o por lo menos mirar desde afuera una causa ya perdida. Quieren que llegue pronto ese momento de darlo todo por cerrado

La prueba de la dificultad de la lucha y el carácter abierto del resultado demuestra que los poderes reales siguen de punta contra el poder las urnas. Necesitan urnas para restaurar la normalidad y volver a los políticos dóciles, que hacen lo que a los dueños les conviene sin que siquiera se los pidan.

El kirchnerismo sabe que ese poder que los dueños tienen desde la fundación de la república representativa no lo van a ceder con consenso, lo van a defender como sea, volteando gobiernos o pariéndolos débiles y condicionados. El mito de la alternancia es, en realidad, el instrumento para debilitar al poder político para que no pueda.

Los que sabemos eso, lo sabíamos en 2008 cuando nos entusiasmamos con los k: por moda, por novedad, por ganas de sumarnos, por interés de clase. No por resultados, ni por ilusión ni por promesas.

Cuando por primera  vez en la historia contemporánea ese dilema se plantea, el de preservar lo avanzado, los desilusionados podrían elegir protegerlo del retroceso que tiene amenazas bien palpables... Pero los desilusionados "pierden interés en el juego", se troskizan para mantenerse conformes a su imagen de rebeldes. Es más importante para ellos ser fieles a su narcisismo de rebeldes que implicarse en un desafío novedoso: la defensa de lo amenazado, su conservación. Es fácil alegar que ya no les importa la suerte del proyecto por los errores de la conducción. Es fácil decir que por su temple rebelde no les gusta conservar nada y prefieren perder lo que tienen.

Los pretextos para apartarse antes de una posible derrota son pueriles: el FPV tuvo desde siempre una alianza con el peronismo. No es un secreto. El peronismo tuvo desde siempre una tensión entre caudillajes locales e impulsos liberalizadores de la vida civil y política.

Pero es más importante para los decepcionados ser fieles a su imagen rebelde que implicarse en defensa de lo amenazado. Ninguna contradicción de las señaladas en los últimos meses es nueva para los que adherimos en 2003. Alegar pragmatismo peronista, alianza con caudillos, dificultad para enfrentar al lobby mediático, judicial, eclesiástico, vacilaciones,áreas del estado gestionadas con improvisación y torpeza significa disimular que todo esto ya estaba en 2007, 2008, 2009 y que ahora se usa como pretexto para lavarse las manos.

Es posible seguir comprometiéndose con esto cuando se entra en nueva etapa, que se puede lograr con el acompañamiento de las masas a un proyecto que mostró su tenacidad. O por el contrario es posible hacerse los desilusionados y pasarse al lugar de observadores críticos, justo cuando es necesario resistir el impacto de la crisis contra el empleo formal en el mundo, alegando que se hizo poco o nada, que el desempleo formal no se anuló, que las paritarias ya están, que la restructuración de la deuda ya está, que la desigualdad, que los trenes, que la crisis energética, que el mínimo no imponible.... ¿que la inseguridad?

Irse aduciendo que se van porque el 2008 era más divertido y que ya está, que conquistaron amigos blogueros y buenas minas y todo estuvo bárbaro y fue una linda locura de juventud. Replegarse a dar testimonio de la fe izquierdista pura y declarativa, nuunca comprometida por el poder. Replegarse por considerar que el entusiasmo pasó y ahora hay que dedicarse a cascotear al proyecto para volver a ser lo suficientemente izquierdistas. Replegarse pensando que es mejor estar del lado los que se van, señalando errores, y aun sonriendo cuando el poder tradicional puede salirse con la suya, con la pequeña satisfacción de decirse "¿viste que no hubo resultados?".

El repliegue hacia las certezas doctrinarias y la renuncia a la pelea cotidiana es una rendición incondicional con barniz de rebeldía.

Es fácil enumerar lo que el kirchnerismo aún no llegó a hacer: imponer retenciones móviles, incorporar a los trabajadores informales, formar una nueva camada de dirigentes y de militantes vocacionales, seguir desenmascarando la complicidad civil, eclesiástica. judicial, crear un buen sistema de transporte público...

Fácil decepcionarse de repente porque el proceso está incompleto y volverse un militante de sí mismo y de su infalibilidad yoica. Fácil pensar que se está más a la izquierda si se escribe en un blog y se tiene un tuiter desde el que se reclama la abolición de todo lo que no gusta ya. Gobernar en cambio sería sencillo (aunque ellos nunca van a hacerlo). Volverse viejos a los 35 con la dosis de sorna de los viejos y la furia de los conversos, dedicarse a fabricar un prestigito. OLvidarse de ese engorro de ser oficialistas, burlarse de los militantes por ingenuos y crédulos. Pensar: no me importa ya que ellos no hicieron todo yo lo que quería. Mirar con indiferencia y sorna que la democracia bien pueden llevársela puesta los que siempre la despreciaron, para que vuelvan los políticos títeres.

Eso es la rendición incondicional de la "adultez desecantada".

Sea como fueran los resultados mediatos o inmediatos, ese cinismo cómodo nunca va a ser lo nuestro: el lunes que viene, en octubre, en 2015 y después, habrá que seguir y seguir. Y seguir.

Oscar Cuervo

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