Aki Kaurismaki en el ciclo de cine en Bar La Tribu
Este sábado 20:00 hs. en Lambaré 873
Este sábado 20:00 hs. en Lambaré 873
Este sábado proyectamos en el Bar La Tribu (Lambaré 873, 20:00 horas) La chica de la fábrica de fósforos, una película que el finlandés Aki Kaurismaki hizo en 1990 y que forma parte de la llamada "Trilogía Proletaria". A continuación reporduzco un fragmento de una nota de la excelente publicación online Senses of Cinema que profundiza sobre los aspectos más notorios de este gran cineasta, uno de los mejores del cine contemporáneo. Siempre me llamó la atención la fórmula distintiva de su cine, un mix muy preciso entre la amargura política-social (que refleja la vida de la clase obrera como muy pocos lo hacen hoy), una sorprendente comicidad que fluye sordamente por debajo de contenidos evidentemente dramáticos y una depuración extrema de sus recursos expresivos. El nombre que surge inmediatamente para ubicar al precursor de Kaurismaki es Bresson (en quien yo siempre he encontrado una comicidad generalmente inadvertida por las crítica canónica). También me parece que Tsai Ming-liang, con todas las diferencias que se quieran señalar, maneja un contrapunto parecido entre lo terriblemente dramático y lo secretamente cómico (aunque en algunas películas del taiwanés el elemento cómico se hace más visible que en Kaurismaki y mucho más que en Bresson, por supuesto): Acá va el fragmento de la nota de Lana Wilson en Senses on Cinema (que se puede leer completa en este link).
Aki Kaurismäki
Dos finlandeses se encuentran en un bar. Después de horas de silencio, un hombre levanta su copa al otro y dice: "sheers". El otro hombre se echa para atrás "no vine acá a conversar."El mundo de Aki Kaurismäki, sin duda, le debe mucho al semblante inexpresivo de su patria, como se demuestra en este chiste finlandés tradicional. Pero también es fácilmente identificable en cada plano de cualquiera de sus películas. La rara mezcla que forja entre el realismo social, la estilización visual, y la comedia humanista seca y a la vez cálida es algo a lo que los actores de Kaurismäki llaman "Akiland", y que los críticos estadounidenses delicadamente describen como "un gusto adquirido".
Kaurismäki es, de hecho y casi sin ayuda, responsable del rejuvenecimiento del decadente cine finlandés en la década de 1980, con una serie de comedias muy originales hechas junto a su hermano Mika. Durante los últimos veinte años, Kaurismäki se ha convertido en uno de los auteurs preeminentes de cine internacional de arte, fusionando minimalismo y melodrama para mostrar conmovedoramente las dificultades de la clase obrera de Finlandia. Sus películas, sin embargo, nunca son didácticas. En cambio, bromea contra el extremismo de las situaciones económicas que muestran, y apunta su humor negro contra la crueldad de las políticas de desempleo y la burocracia bancaria . Aun cuando la crítica social siempre está presente, se expresa con humor para suavizar el golpe. Las elegancia visual y la exquisitez colorista envuelven la cruda realidad que enfrentan los personajes de Kaurismäki en una belleza visual de ensueño (que debe mucho al director de fotografía de Kaurismäki, Timo Salminen), lo que aumenta la sensación de extrañeza de un mundo tan único como su obra. La influencia de Kaurismäki en otros cineastas es muy evidente en la obra de varios de sus contemporáneos - en particular los que se inclinan hacia una estilística inexpresiva, como Jim Jarmusch, Tsai Ming-Liang y Corneliu Porumboiu - y en la última década, la mayoría de películas de otros directores finlandeses caerá inevitablemente bajo la sombra de Kaurismäki.
En muchos sentidos, Finlandia es un país que no acaba de encajar. Está situado entre Oriente y Occidente, tanto geográfica como culturalmente, pero sigue siendo algo aparte de los ambos mundos. El idioma finlandés, por ejemplo, no se parece a ninguno de los idiomas germánicos escandinavos, pero tampoco en nada al ruso. Su más cercana (pero no mucho) relación es el húngaro. El gobierno del país oscila en un lugar incierto entre el capitalismo y el socialismo. Aunque el 20 % de los finlandeses son propensos a votar a los comunistas en las elecciones, la economía del país se está moviendo rápidamente hacia un mayor capitalismo, que ha causado innumerables problemas económicos y sociales que constituyen la base para el historias de clase trabajadora que cuentan las películas de Kaurismäki.
La mayoría de la gente sabe poco acerca de Finlandia, pero parece que hay algo de verdad en algunos de los estereotipos. Por ejemplo, muchos finlandeses beben mucho. El historiador del cine de Finlandia Peter Cowie escribe que el alcohol es una necesidad para muchos ciudadanos, ya que es "un escudo contra los rigores del clima, la soledad y la presión de la vida moderna". Un periodista escribió: "Kaurismäki bebió whisky, vino blanco y un Bloody Mary en los 40 minutos que pasé con él". De vez en cuando disfruta inquietando a su interlocutor al medir el tiempo en términos del alcohol consumido (por ejemplo, "cuando yo era joven: hace 10.000 pintas"). Al mismo tiempo, como señala Cowie, "en Finlandia un tipo borracho puede parecer sombrío, mientras su homólogo mediterráneo canta con alegría".
¿Son depresivos los finlandeses? Viven en un país enorme, con una pequeña población, escasamente distribuida a través de una enorme extensión de tierra, e incluso en zonas urbanas como Helsinki los centros de las ciudades están vacías después de que la oscuridad ha caído, lo que en invierno sucede a partir de las 15:00. La tasa de suicidio en Finlandia es casi el doble que en los Estados Unidos. Más del 20 % de la población del país vive en condiciones de hacinamiento. Estos hechos se traducen en estadísticas nefastas para la industria del cine - un país de 5,2 millones de habitantes sólo tiene 338 salas de cine, y la persona promedio va al cine una o tal vez dos veces al año. En la década de 1980, la industria del cine finlandés era prácticamente inexistente - pero entonces llegó Mika Kaurismäki y su pequeño hermano, Aki.
La chica de la fábrica de fósforos
La chica de la fábrica de fósforos (1990) es una de las películas más oscuras de Kaurismäki, pero también una de las más divertidas. (Nota del traductor: corto una parte para no revelar el argumento). Es una historia dura y triste, y así es como se ve: una luz azul helada tiñe la casa en la que Iris vive con sus padres, y la fotografía del extraordinariamente versátil Timo Salminen está secamente compuesta y enfocada con nitidez. La película se abre con una secuencia rítmica, editada con elegancia que muestra la progresión de una caja de fósforos que va siendo ensamblada por máquinas industriales, y termina con un primer plano de las manos de Iris, que revisa en forma mecánica cada caja que pasa por su puesto.
En cierto modo, Iris se parece a la heroína abusada de Mouchette de Robert Bresson (1967), pero en esa película - como en muchas otras de Bresson, uno de los más grandes héroes de Kaurismäki - las motivaciones del personaje principal no son claras, en cambio, los sentimientos de Iris son casi transparentes. Esto es en parte gracias a la información privilegiada que se nos da de su deprimente situación al inicio del film, pero también es el resultado de la depuración estética, que expresa visualmente la soledad y el aislamiento de los personajes de Kaurismäki. Mientras Bresson hacía a sus actores (o, como él los llamaba, "modelos") repetir sus líneas una y otra vez hasta que fueran drenados de toda emoción por efecto de la pura monotonía de la repetición, Kaurismäki utiliza un procedimiento opuesto para obtener un efecto similar: sus actores no saben lo que tienen que decir hasta el momento de actuar. A veces, tienen que leer las líneas en tarjetas de referencia disimuladas entre los escenarios. En las raras ocasiones en que Kaurismäki les da a sus actores los guiones de antemano, van precedidos por algo así: "las mismas oraciones cada mañana, sin pasión". Y, a pesar de que los actores dicen que Kaurismäki siempre filma una sola toma, el director admitió en una entrevista que filma el ensayo y después les hace creer a los actores que están rodando una primera toma. Lo hace porque quiere que piensen lo menos posible acerca de actuar y más sobre la dicción de sus líneas de la manera más sencilla posible. El resultado es un estilo de actuación impasible que sirve a un doble propósito: para emular la falta de compasión de la sociedad capitalista que se expone en sus películas, y también para trabajar en el contrapunto entre un contenido dramático del contenido con la comicidad de los diálogos.