Nota del editor de La otra: Anoche estuve en el muy interesante programa El tren, que tienen en Radio Cooperativa (AM 770) los periodistas Hugo Presman y Gerardo Yomal. No había tenido muchas ocasiones de escuchar el programa con anterioridad, ya que se emite en un horario (de lunes a jueves a las 20:00 hs.) en el que generalmente no puedo escuchar radio pero, in situ, pude advertir lo interesante y provechoso que resulta la existencia de estos espacios para quienes adherimos al kirchnerismo. Porque Yomal y Presman plantean en forma muy franca sus distancias con algunas decisiones del gobierno, pero lo hacen desde el lugar de quien cree que es necesario criticar los errores de Cristina pero para ayudarla a gobernar mejor. Los oyentes del programa no siempre entienden esta sutil pero precisa diferencia y muchas veces sus mensajes son de una defensa exaltada y cerrada de todo lo que hace el gobierno, bajo el presupuesto de que el fuego mediático al que es sometido por la derecha obliga a estrechar filas detrás de todas las decisiones que la Presidenta toma. Los conductores del programa permiten esas opiniones de sus oyentes pero asumen el riesgo de contradecirlos si lo creen necesario. Creo que es un esquema muy productivo desde el punto de vista comunicacional, porque tiende a dejar flotando en el aire muchos interrogantes. Y constato también que lamentablemente espacios con esta apertura escasean entre los medios oficialistas.
Los diagnósticos que plantean Presman y Yomal son a veces duros y no siempre agradables, pero invitan a pensar. No caben dudas de que para operar sobre la realidad hay que hacer buenos diagnósticos y que no basta repetir como un mantra que se apoya a Cristina y se la sigue a todas partes, sino que hace falta dejar abierta la posibilidad de que una líder política tan valiosa para la democracia como ella (y como antes fue Néstor) no son infalibles y que señalarles los errores fortalece el movimiento que se apoya en sus líneas decisivas. Yomal y Presman no son menos duros en sus críticas al gobierno que, por ejemplo, Lucas Carrasco, pero, a diferencia del twitstar paranaense, expresan sus diferencias sin exabruptos personales y sin ponerse en el centro de la escena, como un personaje excluyente de un despliegue histriónico muchas veces dañino (el de Lucas) para lo que dice defender. Posiblemente Presman y Yomal tengan menos seguidores que Carrasco, pero seguramente ayudan a plantear preguntas más fructíferas y no promueven una confusión entre lo principal y accesorio y una desmoralización dañina de la militancia kirchnerista, como lo hace últimamente Carrasco. (De paso: Yomal y Presman están tan atentos a los medios de la derecha y a la prensa oficialista como al variado universo de blogueros y tuiteros a los que siguen con tanta atención cono a la prensa mainstream).
Lo que yo dije en el programa es bastante parecido a lo que digo acá y en nuestro programa de La Tribu, así que prefiero reproducir un fragmento de uno de los post que publicó Hugo Presman en su blog, sobre las causas de la derrota política que significaron las últimas PASO (más allá de las piruetas aritméticas en las que caen tanto Artemio López como Horacio Verbitsky para dibujar que esa derrota política no ocurrió). Reproduzco entonces una parte de la nota de Presman, aunque voy a tratar de conseguir el audio de mi participación para subirlo en un próximo post. Acá va Presman:
EXPLICACIONES POSIBLES DE UNA DERROTA
por Hugo Presman
por Hugo Presman
Es posible que el gobierno haya leído equivocadamente el resultado del 55% en las elecciones presidenciales del 2011, considerándolos suyo. Sostuve entonces que los votos propios alcanzaban a lo sumo a un 35%. El 20% restante es fluctuante. El gobierno debía retener por lo menos 7 puntos de ese total de dos dígitos. No solo no lo hizo, sino que su drenaje perforó incluso su propio piso. Cuando Cristina Fernández afirmó “Vamos por todo”, su lectura correcta era por todo lo considerado pendiente y no como interpretó o simuló entender el establishment que significaba un arrasamiento institucional. Esa estrategia entró en contradicción con la construcción política que se desplegó. La Presidenta fue expulsando seguidores y simpatizantes y radicalizando a sus opositores de clase media. Se enfrento con la CGT de Hugo Moyano con daños fuertes para ambos. Cristina perdió representación y capacidad de movilización y el líder camionero extravió su GPS y terminó abrazado con los que esperan la oportunidad para ser sus verdugos. Cristina se acercó a un sindicalismo gordo y sin capacidad movilizadora como el que expresa Gerardo Martínez, impresentable hasta desde el punto de los derechos humanos, mientras que Moyano decidió transitar por la política donde está más desorientado que camionero en la niebla, utilizando un lenguaje neoliberal y un arco de alianzas que contrasta con su valorable posicionamiento en los noventa.
Un movimiento nacional y popular con la clase obrera organizada fuera de ese campo, necesariamente padecerá de una debilidad costosa que se expresa en las calles y en las urnas.
El ensayista Ernesto Laclau, cuya defensa del populismo es meritoria, ha incorporado la teoría del papel secundario del proletariado, desplazado por las organizaciones sociales y las juveniles. Si la Presidenta adscribe a esta postura, la realidad empieza a demostrarle la equivocación. Si a esto se suma que franjas crecientes de las clases medias, fundamentalmente las más favorecidas, desembarcaban de la aceptación pasiva para pasar a la oposición activa, la base de sustentación se debilitaba significativamente. Los masivos cacerolazos fueron un alerta que la Casa Rosada minimizó y algunos de sus ministros ridiculizaron.
He manifestado reiterada y obsesivamente mis dudas sobre la construcción política de la Presidenta. El hostigamiento a Daniel Scioli intensificado en los meses previos a las elecciones, cuestionando incluso su capacidad de gobierno para luego recurrir a él con el objetivo de sostener a Martín Insaurralde, desconocido fuera de Lomas de Zamora, revela una contradicción difícil de explicar. Haber especulado con la alta probabilidad que Sergio Massa no iba a romper, limitó el esfuerzo de mantenerlo dentro del redil. Massa y Scioli eran necesarios para estas decisivas elecciones presentadas como plebiscitarias, tanto por el gobierno como para la oposición, y de su resultado depende la continuidad más o menos tumultuosa de los últimos dos años de gobierno, y la proyección o no del proyecto, más allá de la finalización del presente mandato. Si se tenía pensada la ruptura, la misma debía concretarse a posteriori del 27 de octubre. Si se hace un ejercicio de historia contrafáctica, es fácilmente imaginable la derrota estruendosa que hubiera sufrido el Frente para la Victoria si Scioli rompía y se aliaba con Massa.
Hay una tendencia creciente en el gobierno hacia el enclaustramiento en los considerados leales, y un sistema de promoción que premia a los que se despojan de toda observación crítica, lo que potencia a los alcahuetes.
Hay además una metodología parlamentaria y económica que levanta polvaredas de disconformidad. La primera se vio, por ejemplo, en las seis leyes de democratización de la justicia, a las cuales se las impuso. Teniendo fuerzas suficientes para sancionarlas, se abortó el debate previo, para darle un tratamiento veloz. Se prescindió del conocimiento social donde se debe librar la batalla del convencimiento y de la aceptación. En el orden económico suceden situaciones inadmisibles en diferentes áreas, donde la oscuridad de los procedimientos y la arbitrariedad producen en muchos casos irritaciones justificadas.
Una cosa es la necesaria confrontación para llevar adelante transformaciones que han sido en muchos aspectos la marca en el orillo del kirchnerismo. Muy diferente es usar un discurso revulsivo, incluso necesario y luego esterilizar o incumplir lo prometido. Por ejemplo, el pretendido control de precios con apoyo activo de la Cámpora, duró lo que la luz de un fósforo.
Dejar que la lista de los artículos las confeccionaran los supermercados, fue una torpeza de principiantes. Amenazar con un control radicalizado para dejarlo en las gateras, es un error político.
Provocar la reacción del establishment por algo que se amenazó y no se concretó como el accionar de la Cámpora en los supermercados, forma parte del manual de lo que no se debe hacer.
No encarar el saneamiento del INDEC, de aquí para adelante, es un desgaste en la credibilidad que puntualmente llega en los primeros días de cada mes.
Medidas como el control cambiario, imprescindible en un contexto como el actual para tratar de soslayar escenarios mucho más graves, debió comunicarse como una cruzada en defensa del país y de sus ciudadanos y no como ha sido considerado finalmente, aunque en forma falaz, como una restricción de la libertad. Incluso que el establishment y sus servidores políticos, económicos y mediáticos lo califiquen de cepo cambiario es haberle dejado la batalla idiomática de fuerte contenido cultural al poder económico que desde sus orígenes no escatimó los medios de tortura como el cepo.
El actualizar los sueldos sin el correlato en las tablas y deducciones del impuesto a las ganancias es una obstinación poco inteligente. Lo mismo sucede con diferente intensidad en las categorías del monotributo.
La prensa favorable sólo llega a un limitado número de simpatizantes y jamás ha sido una mediana competencia de los medios dominantes. De todos los productos periodísticos engendrados, sólo 6-7-8, Duro de domar y TVR, han tenido influencias destacadas como antídoto a la distorsión y falsedades de los medios dominantes, aunque la receta y el encapsulamiento ideológico sufra cierto desgaste. La carencia de programas periodísticos creíbles en la televisión pública que incluya una audiencia que supere largamente a los convencidos, es una ausencia injustificable. La aplicación de la ley de medios, en la parte no judicializada, es otra materia pendiente.
El atraso cambiario y sus consecuencias sobre las economías provinciales, puede explicar las derrotas en territorios tradicionalmente ganados.
La tardanza en poner en la agenda gubernamental como temas prioritarios la inflación, la inseguridad, el mejoramiento del transporte ferroviario son facturas que segmentos importantes de la población pasan. No alcanza con explicar las calamidades del punto de partida. Lo que el gobierno revirtió ya es considerado derecho ganado e incorporado.
Gobernar se parece al trabajo de las empleadas de casas particulares. No terminan de limpiar cuando algún ambiente se vuelva ensuciar. El gobierno se ha enamorado de sus éxitos y retrasó las respuestas a las nuevas demandas.
Al desgaste lógico de una década de gobierno se le ha sumado las denuncias de corrupción, que más allá de sus grotescas exageraciones, han sido efectivas y a las cuales el gobierno no les ha dado respuesta, en aquellos casos que lo ameriten.
El haber realizado la mejor campaña publicitaria electoral tuvo, sin embargo, el déficit de apuntar hacia lo logrado sin proponer medidas que enamoren a futuro. (Ver el post completo de Presman acá)