FIDBA, una decepción y una revelación
: de Rithy Pahn. Decepción. Un director prestigioso + un tema "importante" + un tratamiento novedoso no necesariamente dan como resultado una buena película. Ni aún ganando la competencia de una sección prestigiosa como “Un Certain Regard” en Cannes. No, bueno, no. Pahn es universalmente venerado por su The Khmer Rouge Killing Machine y el FIDBA se apunta un poroto en conseguir esta película de tanto renombre para abrir su primera edición. Pero ese hallazgo de producción del festival no se traslada a la calidad de la película. Rithy Pahn ya narró el horror del Khmer Rouge camboyano antes y eso lo hizo prestigioso. Ahora, en mitad de la vida -como dice en off- revisita la historia, pero a la manera de sus memorias infantiles: "yo de niño padecí la barbarie del Khmer Rouge", así se resume el sostén argumental de L'image manquante. Eso se comprende en los primeros minutos del film y se prolonga y subraya por toda su extensión. No hay, desde el punto de vista del sentido, más que un énfasis de esa condición de víctima inocente desde la que se observa la historia. Todo es triste ahí: la voz del realizador que evoca, los sucesos penosos evocados, la música que subraya la tristeza. El tema es importante, se trata de uno de las más colosales defraudaciones políticas del siglo XX, una masacre realizada en nombre de grandes ideales. Es también intimidante el hablar desde la posición de víctima y más aún si se trata de un niño.
Pero ¿cuál es el punto de vista de la película? No ciertamente el del niño, pero tampoco el del adulto que elabora un trauma. Pahn "ilustra" sus recuerdos infantiles recurriendo a muñequitos de madera que le permiten representar el cuerpo de las víctimas, el suyo propio y el de su familia. Un niño no entiende lo que pasa: ve cómo se pierde su casa natal, ve morir a sus seres queridos y a otros niños como él. La causa de todos los padecimientos parece ser un abstracto Poder que es el Mal Absoluto, la pura Maldad. Todo esto es ciertamente triste.
Pahn superpone los muñecos a imágenes de archivo (fotografías y filmaciones), más otras filmadas en la actualidad. La voz habla desde el presente, pero solo para recordar sus padecimientos pasados. Dice estar en la mitad de la vida y tener la necesidad de reponer la imagen ausente de su memoria. ¿Cuál es? La insistencia de la ausencia genera cierta intriga. Incluso Pahn destaca el compromiso político que requiere hacer este film. ¿Cuál es? La perspectiva de la víctima infantil no da lugar a otra elaboración: todo parece clausurado en un mundo de muñecos y fotos viejas. Todo es cosa del pasado, pero de un pasado replegado sobre sí mismo, sin vínculo con el presente más que el del trauma, mera vivencia psíquica del niño doliente, sin ninguna posibilidad de articularse con la historia, sin la comprensión que puede agregar el adulto.
En una época donde el cine se permite cuestionar el estatuto de sus imágenes y problematizar su derecho a referirse a lo real, Pahn simplemente ilustra sus recuerdos privados con la retórica del "Había una vez..." que no se abre a ninguna posibilidad del presente. ¿Qué pasó con Camboya? ¿Cómo es que Pahn filma hoy estas películas en las que nos habla en francés (un idioma que no es el suyo) sobre un tiempo ido? ¡A quién le habla? ¡A los europeos? Son preguntas de las que la película no se hace cargo. Todo se reduce entonces a una excursión por el parque temático de la memoria privatizada de Rithy Pahn.
Pero ¿cuál es el punto de vista de la película? No ciertamente el del niño, pero tampoco el del adulto que elabora un trauma. Pahn "ilustra" sus recuerdos infantiles recurriendo a muñequitos de madera que le permiten representar el cuerpo de las víctimas, el suyo propio y el de su familia. Un niño no entiende lo que pasa: ve cómo se pierde su casa natal, ve morir a sus seres queridos y a otros niños como él. La causa de todos los padecimientos parece ser un abstracto Poder que es el Mal Absoluto, la pura Maldad. Todo esto es ciertamente triste.
Pahn superpone los muñecos a imágenes de archivo (fotografías y filmaciones), más otras filmadas en la actualidad. La voz habla desde el presente, pero solo para recordar sus padecimientos pasados. Dice estar en la mitad de la vida y tener la necesidad de reponer la imagen ausente de su memoria. ¿Cuál es? La insistencia de la ausencia genera cierta intriga. Incluso Pahn destaca el compromiso político que requiere hacer este film. ¿Cuál es? La perspectiva de la víctima infantil no da lugar a otra elaboración: todo parece clausurado en un mundo de muñecos y fotos viejas. Todo es cosa del pasado, pero de un pasado replegado sobre sí mismo, sin vínculo con el presente más que el del trauma, mera vivencia psíquica del niño doliente, sin ninguna posibilidad de articularse con la historia, sin la comprensión que puede agregar el adulto.
En una época donde el cine se permite cuestionar el estatuto de sus imágenes y problematizar su derecho a referirse a lo real, Pahn simplemente ilustra sus recuerdos privados con la retórica del "Había una vez..." que no se abre a ninguna posibilidad del presente. ¿Qué pasó con Camboya? ¿Cómo es que Pahn filma hoy estas películas en las que nos habla en francés (un idioma que no es el suyo) sobre un tiempo ido? ¡A quién le habla? ¡A los europeos? Son preguntas de las que la película no se hace cargo. Todo se reduce entonces a una excursión por el parque temático de la memoria privatizada de Rithy Pahn.
E AGORA? LEMBRA-ME
“As pessoas continuam a viver como se isto não tivesse fim.
Isto é limitado, não vale a pena perder tempo”
E agora? Lembra-me: de Joaquim Pinto. La revelación. Fui advertido por un breve pero elocuente párrafo de Roger Koza. Me encontré con una película extraordinaria. Si digo que se trata de otro documental en primera persona y que su autor es un paciente infectado con el virus del HIV y Hepatitis C que, después de muchos años de tratamientos, sigue padeciendo el dolor de la enfermedad y la agresividad de las terapias experimentales que no logran sanarlo, si digo todo eso, digo, no soy capaz de trasmitir lo esencial de esta experiencia cinematográfica excepcional. Pinto hace un diario íntimo a través de casi un año de su vida. La intimidad no es exactamente la privacidad, porque el cine es el dispositivo por el cual ese espacio cotidiano se reintegra al mundo, ahora transfigurado. La perspectiva del enfermo no es aquí la de una víctima, sino la de un agonista. E Agora? es una película sobre la agonía, desplegando toda la potencia de esta posición. La película misma es producto de una decisión de afirmación de la vida, en el sentido más nietzcheano de la palabra. No es solo Pinto el agonizante, sino la Creación toda (si se me permite la desmesura). Es una Cosmo-agonía.
Pinto está en pareja con un hombre más joven, Nuno, que en principio se resiste a formar parte de la película. Pero poco a poco la presencia de Nuno va visibilizándose en toda su potencia corporal, que contrasta con la extrema fragilidad del propio Pinto. La pareja vive en medio de un páramo portugués que hace meses sufre una terrible sequía. Y son acompañados por un trío de perros adorables que se transforman en portadores de un amor universal, que poco a poco se extiende a todos los bichos que los rodean. Pinto logra el milagro de transformar su agonía en una conmovedora exaltación de la vitalidad. El discurso médico sobre las formas de mutación del virus y su resistencia al arsenal de medicaciones con que se lo atacan se entrelaza con un poema de celebración de los seres vivos: la dimensión animal de los hombres (que culmina en una de las escenas de sexo más hermosas que jamás se hayan filmado), la dimensión espiritual de los bichos, los cuerpos atravesados por la historia humana (los acontecimientos políticos, culturales, los nombres propios: Foucault, Daney, Raul Ruiz, , Joao Cesar Monteiro, Magdalena Montezuma), la historia humana como episodio fugaz y desgraciado de la historia del universo y la recuperación de la experiencia mediante los símbolos: la Cruz como bendición, la presencia de un hálito divino presente aún en las más pequeñas criaturas: el bicho babosa del principio, pero también los retrovirus, la mosca que molesta el momento de dolor de Pinto, la belleza animal/espiritual de su amante y, por supuesto, los perros.
E Agora? es una película de una ambición desmesurada, porque desde un estado que linda con la muerte se propone animar y finalmente consagrar a la multitud de los seres vivos. Yo siempre me resistí a usar la palabra "epifanía" para referirme a una película. Leí muchas veces esa palabra para referirse a películas estúpidas y ofensivas. Pero ahora creo que una película como la de Pinto es, sí, epifánica, no se me ocurre una palabra mejor.
Acabo de verla, una vez, y salgo con la sensación de que hace falta verla muchas veces para recuperar su bendita desemesura, como diría Nelson Castro, su hubris...
La vuelven a dar el sábado a las 19:00 en el Centro Cultural San Martín. Y puede que termine siendo la gran película de este 2013. Si pueden, vayan a verla.
Toda la programación del FIDBA acá.