(Aunque algunos no quieran enterarse)
por Oscar Cuervo
Mario Monti, primer ministro italiano, dijo el jueves que tener un trabajo fijo es una cosa monótona y convocó a los jóvenes a que se acostumbren a no tener un trabajo fijo para toda la vida porque es bonito cambiar de trabajo y aceptar los desafíos. Monti es el político serio que vino a reemplazar al abominable Berlusconi. Esto da una medida de los tiempos que corren en el mundo. En los países serios y con políticos racionales.
por Oscar Cuervo
Mario Monti, primer ministro italiano, dijo el jueves que tener un trabajo fijo es una cosa monótona y convocó a los jóvenes a que se acostumbren a no tener un trabajo fijo para toda la vida porque es bonito cambiar de trabajo y aceptar los desafíos. Monti es el político serio que vino a reemplazar al abominable Berlusconi. Esto da una medida de los tiempos que corren en el mundo. En los países serios y con políticos racionales.
Es una buena referencia para cotejar con las brutales declaraciones de Hugo Moyano el mismo día de las declaraciones de Monti, pero en un canal de cable porteño. El jueves Moyano dijo, con total conciencia de la repercusión que obtendría y del último puente que estaba quemando, que la sintonía fina de la que habla Cristina le hace acordar a la flexibilización laboral del menemismo. El exabrupto de Moyano no parece encontrar motivo en las dos cartas a la presidenta que dio a conocer ayer. En estas cartas Moyano pide la eliminación de los topes para las asignaciones familiares para los empleados que reciben salarios altos y la suba del mínimo no imponible, también para los empleados que reciben los sueldos más altos; es decir: dos reivindicaciones atendibles y negociables, pero que de ninguna forma justifican una ruptura de la CGT con el gobierno al que durante 8 años estuvo aliado. Como para darle un barniz de pobrerío que atenúe la impresión de que el movimiento obrero debe movilizrse en defensa de los que más ganan, Moyano incluyó entre los temas que quiere discutir con el gobierno medidas especiales para eliminar el trabajo no registrado y la situación de subcontratados y tercerizados. Es notable que eso sea motivo de preocupación ahora cuando, hasta el asesinato de Mariano Ferreyra, Moyano no tuvo problemas en compartir la cúpula de la CGT con José Pedraza, uno de los principales promotores de la tercerización laboral. También resulta curiosa la preocupación, cuando, durante la presidencia de Kirchner, Moyano hizo lobby para que no se reconociera oficialmente a la CTA, la central que sí había cobijado a las organizaciones sociales de los desocupados y sub-ocupados.
Es decir: Moyano no parece sinceramente preocupado por la suerte del movimiento obrero organizado. Al contrario, da la impresión de que desea tomar a los trabajadores de rehenes para mejorar su posición relativa: ya ni siquiera la de los sindicatos que le responden, sino solo la de su propia familia.
Porque la pregunta es: ¿cómo pretende el actual (por unos meses) secretario general de la CGT proteger y mejorar la situación de los trabajadores? Si no hubo hasta el día de hoy ninguna señal del gobierno que pueda ser interpretada como un paso hacia la felxibilización laboral, si el fantasma del ajuste (titular añorado por Clarín para mellar la popularidad de Cristina) no se condice con la cautela que el gobierno mostró hasta ahora en el recorte de subsidios, ¿qué proyecto político piensa Moyano que puede mejorar la situación de los trabajadores? ¿Quiénes serían sus aliados políticos? ¿El Momo Venegas, uno de los más siniestros exponentes de la traición a las bases, el sindicalista que más descaradamente avaló durante años el trabajo esclavo en el campo? ¿Se pensará aliar Moyano con Binner, con Scioli, con Barrionuevo, con todos ellos juntos? Pero ¿querrían ellos aliarse con Moyano? ¿Lo respaldarían ellos en una escalada que incluya bloqueos y cortes de ruta que recuerdan a los camioneros pinochetistas de los años 70?
La impresión es que Moyano no tiene futuro: al asado de ayer en el quincho de la CGT no fueron más que sus incondicionales. El argumento de que Moyano representa al movimiento obrero organizado no parece sostenerse en ninguna de las acepciones de este concepto. Ni los clasistas ni los gordos burócratas ni los socialdemócratas podrían sostener una alianza duradera con él. Hay algunos sectores de la ortodoxia peronista que, ante la falta de referentes políticos, insisten en presentar a Moyano como la expresión legítima de los trabajadores. Creo que Moyano no puede hacer ya nada por los trabajadores, como no sea aislarlos políticamente. En estas semanas apenas si logró darle a Clarín la única tapa alegre de los últimos años.
"Alguien ganará esta pulseada, y sospecho quién. Pero ninguno de los “lados” puede derrotar definitivamente al adversario sin derrotarse a sí mismo. Ningún gobierno previsible, después de una derrota de éste, será más favorable a los sindicatos. Y este gobierno no puede sostenerse y desarrollar sus políticas sin apoyo sindical".
Pero está clarísimo que Cristina no piensa perder el apoyo sindical al dejar a Moyano fuera de juego.
Desde una formación política distinta a la de Abel Fernández, Lucas Carrasco coincide en que la pulseada tiene un perdedor ("Cerrá bien cuando te vayas, corazón"):
"No hay un problema con la CGT, hay un problema con Hugo Moyano. Y en realidad, Moyano tiene un problema con Cristina. Y tiene un problema, entonces, Moyano, por tener un problema con Cristina, con el resto de la CGT. Que sobrevive gracias a las planillas de Trabajo. A los padrones del ministerio de Trabajo. Como sobrevive Moyano. Como sobrevivió durante el menemismo. Qué lindo es el amor, señoras.
"Moyano tiene un problema con Cristina. El peronismo, la CGT, esperan calmos el obvio desenlace".
Todavía hay algunos que vacilan entre reivindicar el liderazgo de Moyano y mantener un apoyo tibio al gobierno de Cristina.
Van a tener que elegir. Es cuestión de meses.