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Fontevecchia y su fe de ratas (con perdón de las ratas)

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La semana pasada Perfil, el periódico de fin de semana que dirige Jorge Fontevecchia, publicó una entrevista conjunta a Beatriz Sarlo y Horacio González hecha por el propio Fontevecchia. En este blog comenté la pésima factura periodística que deformó los dichos de los entrevistados, hasta degradarlos en un desvarío incomprensible. Yo decía el domingo pasado:

Es imposible seguir el hilo de las argumentaciones porque la nota fue editada por alquien que no entiende lo que transcribe. Los engendros verbales que contiene (la "firmología del espíritu" es su ejemplo extremo) y la falta de consistencia sintáctica están muy por debajo de los estándares profesionales. Es cómico que parezcan tres personajes que no pueden entender lo que dicen y que a la vez admitan que están participando de un debate intelectual. La distancia entre la pretensión y el resultado es extrema. 

Uno podría pensar que Fontevecchia montó la escena para causar esa impresión de disparate, pero él sale muy mal parado como regisseur del mamarracho. Perfil no parece disponer de correctores que sepan castellano y entonces su declarado propósito de conducir una conversación entre quienes piensan la Argentina con pasión e inteligencia se desploma. Parece una parodia de Capusotto. El envaramiento con que se presenta todo contrasta con su desarrollo. (Completo acá).

La entrevista conjunta estuvo en su versión online abierta a comentarios ofensivos en los que los habitualmente soeces y brutales anónimos que ahí escriben se burlaban de Horacio González, atribuyéndole los dislates cuyo único origen era el pésimo funcionamiento de editorial Perfil, que parece no disponer de un jefe de redacción que lea la nota central de su edición y advierta que está tan mal transcripta y editada que no pasaría los controles de calidad de ningún medio mínimamente serio y profesional.

En PERFIL hay un defensor de los lectores en cuya sección hoy no dijo una sola palabra al respecto. Menos aún se hizo cargo el propio Fontevecchia, que en su contratapa incluso se jacta de que la entrevista había sido muy leída.

Es notable: Fontevecchia hoy le hace poner la cara a Horacio González por el engendro periodístico del que él es responsable. Es Horacio quien desde una columna de opinión explica lo que deberían haber explicado los responsables de la edición de la nota.

Escribe hoy Horacio González:

...aceptando lo ineluctable de lo dicho, solo tengo para observar algunas deficiencias del trabajo posterior de edición, en lo que hace a lo que se llama habitualmente “desgrabación”, donde el descuido fue notorio, y hablo solo por mí. Acepto la fatalidad de lo impreso, en donde los descuidos expresivos no se perdonan ni nos perdonan, pero con el derecho improbable de señalar algunos fallos de la maquinaria traductoral: una modesta fe de erratas.

Donde dice (yo digo) “la Argentina tiene que aplicar los años de su terror”, el lector percibirá que se trata de explicar y no aplicar. Es horrible (para mí, para el diario, para los lectores) dejar ese rastro impreso con tamaño dislate, un fallo cruel para todos. Cuando Beatriz, con ironía filosa y al toque, dice que el peronismo es el “espíritu  absoluto” –última figura de la Fenomenología de Hegel-, yo como pequeño párvulo a la defensiva ante ese estiletazo, digo que es en verdad como la “certeza sensible”, es decir, la primera figura de esa misma Fenomenología. Allí también, en ese saber sin mediaciones que parece complejo pero en verdad es abstracto, está oculto el espíritu absoluto.  Pero el texto del diario nos hace leer: “certeza accesible”. ¡Qué mal pronuncio los conceptos, al punto de hacerlos tan poco “accesibles”!
En el tema de qué palabras “sería correcto” emplear, menciono que Carlos Ares se queja de la supuesta complejidad de la palabra “espesura”. Bueno, no me parece ninguna extravagancia emplearla, aunque es demasiado coqueta o pretenciosa. Solo que la desgrabación dice “presura”. Esa sí no existe. Es lindo inventar palabras gracias a un error técnico, así progresa la ciencia. Pero en esencia, además de otros numerosos errores, que el lector atento sabrá descifrar o emplazar en sus verdaderos cauces, siguen subsistiendo los comentarios procaces e insultantes detrás  de los textos impresos en la versión electrónica, notas de lectores absorbidos tan solo por el vasto deseo de la injuria. Qué pena. Una forma aun menor que la certeza sensible. Por eso quería escribir estas líneas, lacrimógenamente tituladas “en defensa de Hegel”. Que se alteren algunas o muchos frases en una entrevista, poco importa, pero pobre Hegel, hacer su certeza, en vez de sensible, “accesible”. No va. Quizás sea una innovación incomprendida, pero por las dudas no me responsabilizo de esta osada y falaz reinterpretación de la historia de la filosofía.
González lo hace a su estilo, con ironía y amabilidad. En realidad lo único que había que decir es que Perfil no merece que se le concedan entrevistas que no las sabe o no quiere editar con respeto hacia lectores y entrevistados 

Donde más se ve la mala fe (la fe de rata de Fontevecchia, con perdón de las ratas), es en lo referido a los comentarios anónimos de la versión online, esos "comentarios procaces e insultantes, (...) notas de lectores absorbidos por el vasto deseo de la injuria" a los que se refiere González. En la práctica, Fontevecchia vuelve a cometer la misma bajeza de la semana pasada: deja la nota de aclaración de González sobre los disparates transcriptos a su horda de anónimos injuriantes.

Es inútil. Ninguna persona de buena fe debería someterse al bastardeo constante de Fontevecchia en sus engendros.

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