por Marcos Perilli
Este Bafici (al menos el mío) parece estar bastante plagado de películas de adolescentes. Pero esta es la más lograda que vi hasta ahora. Con muy buenos recursos narrativos, personajes verborrágicos y excelentes canciones de Alex Turner (de Artic Monkeys). Doble mérito si tenemos en cuenta que es el primer largometraje de un tal Richard Ayoade. Mucho se dijo sobre esta película con odiosas comparaciones con otros directores y películas.
Lo importante es que desde que Oliver, el protagonista, comienza a contarnos sobre su mundo, enseguida nos zambullimos en sus pensamientos melancólicos y bizarros. El no es un “ganador” en términos de adolescentes de secundario, no es corajudo ni anda con pantalones ajustados, no es el preferido de las colegialas ni comparte el gusto por el bullying con el resto de sus compañeros. El es todo un nerd, como buen hijo de un par de nerds. Y eso en la secundaria generalmente apesta.
Por lo que es naturalmente obvio que se enamore de una chica de su talla, o sea, una piromaníaca de nombre Jordana. Ella, consciente del enamoramiento de Oliver hacia su persona, lo usa con fines vengativos contra un ex novio. Pero el resultado de esa maniobra será que ella descubrirá el amor de su vida.
Sin embargo, no puede haber historia sin drama. Oliver supone que sus padres no están bien entre ellos, y a eso se suma la llegada de un extrovertido vecino que intenta seducir a su madre, lo que hará que descuide su relación con Jordana en pos de ayudar a sus padres a reencontrarse.
La familia como la piedra que sostiene nuestra vida, el pensamiento taciturno ante que la destreza física, la belleza femenina manifiesta en sus personalidades y no tanto en lo físico, la histeria machista. Es la manera que tiene en mostrar estos personajes, considerados como perdedores para los otros, lo que vuelve entrañable a Submarine.