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El aumento del 40% de la AUH desmiente la falacia del ajuste ortodoxo y confirma la justicia del Impuesto a las Ganancias

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Bueno, supongo que todos lo saben: La presidenta anunció que la Asignación Universal por Hijo subirá en junio un 40 %. Pasará de 460 a 644 pesos. La asignación familiar también sube un 40% para la categoría de los sueldos de menores ingresos. La medida beneficia a 3,41 millones de niños y adolescentes

La medida era imprescindible, la necesidad de actualización se imponía. El incremento supera los porcentuales que obtuvieron los gremios en las paritarias y también los índices de inflación anual (no solo según el INDEC, sino de cualquier otra medición).




Además, saliendo de la evaluación cuantitativa (que no es poca cosa, porque es más dinero en el bolsillo de los más pobres), el anuncio sirve para desmentir a todos los derechistas que quieren correr al gobierno por izquierda, diciendo que el rumbo tomado por la economía en el corriente año marca un plan de ajuste ortodoxo. Una medida como la anunciada por Cristina es la más evidente refutación de esta canchereada gorila. En un plan de ajuste ortodoxo, esta transferencia sería simplemente imposible. Fíjense lo que decía, con toda razón, Claudio Scaletta el domingo pasado:

...los enemigos del Gobierno insisten en un presunto giro ortodoxo. Tienen con qué. Desde octubre, el equipo económico debió resolver muchos de los problemas generados por errores del pasado con medidas normalmente asociadas a la ortodoxia, como el aumento de la tasa de interés y la voluntad aún no plasmada de buscar financiamiento externo. Sin embargo, resulta muy parcial considerar a estas medidas en forma aislada. El aumento de la tasa de interés persiguió evitar un mal mayor, como lo sería una profundización de la devaluación. Muchos economistas, incluso dentro del Gobierno, creen que si la medida se hubiese tomado antes podría haberse devaluado menos. Una tasa más alta significa volver más preferible la moneda local que los dólares. Sirve para descomprimir la demanda de divisas. En el límite siempre habrá una tasa lo suficientemente atractiva para evitar la compra de dólares, luego será necesario determinar qué resulta mejor o más eficiente en cada momento. Respecto de la búsqueda de financiamiento externo se trata de la salida lógica para evitar el freno del crecimiento. Por ejemplo, la escasez de divisas llevó a la restricción de muchas importaciones, lo que, dada la estructura productiva local, afecta el nivel de producción.

Pero el presunto giro ortodoxo se termina cuando se observa el comportamiento del gasto público. La baja del gasto ocupa la centralidad de cualquier sugerencia de política del mainstream. Para el credo se trata del origen de todos los males, entre ellos, la inflación vía monetización del déficit. Pero el gasto no sólo no bajó, sino que siguió expandiéndose por encima de ingresos que también crecieron. El único matiz es que comenzaron a evaluarse algunas cuestiones vinculadas a la calidad del gasto, tarea que no es de neoliberales, como por ejemplo el nivel de subsidios al transporte y a algunos servicios públicos para sectores de altos ingresos. Por otra parte, sería un error de manual reducir el gasto frente a un asomo de freno en la economía. Complementariamente, lo notable de la ortodoxia es que mientras critica la expansión del gasto, sus representantes legislativos apuntan al desfinanciamiento público; desde la recurrencia por la suba del mínimo no imponible de Ganancias, más allá de la necesaria corrección inflacionaria, a las promesas de baja de retenciones o las presiones del Poder Judicial sobre la Anses. No hace falta aclarar que desfinanciar al Estado nunca es neutral para los trabajadores.

En este sentido, las palabras de Cristina, justo en el día en que una marcha organizada por los sectores más reaccionarios de la burocracia sindical mostró un escaso poder de movilización, significan una respuesta clara a todos los reclamos que apuntan a empujar a la economía argentina a un callejón sin salida. Los burócratas, acompañados por los medios de la derecha y los sectores más retrógrados de la clase media, levantan la reivindicación de una suba del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias.





Si esa medida se tomara, beneficiaría a los sectores privilegiados del mundo laboral, los que tienen los sueldos más elevados. Pero Cristina dijo hoy que el Impuesto a las Ganancias, junto con el IVA son dos muy importantes fuentes de financiamiento de los planes sociales que protegen a los más pobres, de modo que disminuir el cobro de Impuesto a las Ganancias repercutiría negativamente en el bolsilo de los más pobres. Entre los sectores privilegiados del trabajo y los más pobres, hoy Cristina ha vuelto a elegir. De las dos fuentes de ingreso mencionadas, el IVA y el Impuesto a las Ganancias, este último es el verdaderamente progresivo, porque lo pagan los que más ganan. En cambio el IVA es un impuesto regresivo que pagan todos por igual, los ricos y los pobres, por lo que es una deuda pendiente del Estado argentino es sustituir los aportes del IVA (hoy lamentablemente indispensables) por algún tipo de recaudación que sea más progresiva o que al menos no sea tan regresiva como el IVA. O sea: en este marco, cualquier anuncio de suba del mínimo no imponible sería una noticia verdaderamente mala para la justicia social.

Entonces los que dicen que estamos viviendo un plan de ajuste ortodoxo pueden meterse la lengua en el orto.

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