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Forster, los ultras y los canallas

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por Oscar Cuervo

Ricardo Forster es un académico de producción extensa, tiene ideas políticas bastante moderadas y hábitos discursivos completamente civilizados. Pero además asumió un compromiso muy expuesto y decidido con el kirchnerismo y eso le valió ser tratado por la derecha mediático-cultural como un "ultra". ¿En qué sentido podría caberle a Forster la caracterización de "ultra", más que a otros exponentes de la academia o de la vida cultural o política argentina?

Beatriz Sarlo, Tomás Abraham o Juan José Sebreli forman parte del mismo universo que Forster: academia, intervenciones políticas, debates. Pero resulta que en sus años de madurez o senilidad Abraham, Sebreli y Sarlo asumieron posiciones nítidamente conservadoras y antipopulares: uno podría decir que ellos también son "ultra", pero la derecha cultural los preserva y los presenta como intelectuales lúcidos (es decir: dicen lo que a la derecha les gusta oír) e independientes (es decir: disimulan a duras penas su conservadurismo). Sebreli prefiere mostrarse como un cruzado de la ilustración y logra convertirse en una mueca de algo de eso: basta con ver El Olimpo Vacío, un video que presuntamente lo celebra y en realidad lo expone despiadadamente. Tomás Abraham dice que una vez estudió con Althusser y Foucault; eso lo habilita a opinar sobre macroeconomía, fútbol o sociología espontánea en las páginas traseras de una publicación de Fontevecchia. Sarlo desarrolló una singular perfidia como profesora de Letras y lleva una carrera política errática: desde su isabelismo maoísta de los 70, pasando por Fernández Meijide durante la Alianza, hasta su admiración actual por la racionalidad política de Carrió; esta mezcolanza da como resultado su actual lanzamiento como analista política. Están los tres muy corridos a la derecha de la sociedad argentina, pero nadie los llama "ultra".

"Pensamiento nacional" es un sintagma problemático que a veces fue usado de manera cuestionable; pero no son menos problemáticos los sintagmas "objetividad científica", "materialismo dialéctico" o "libertad de empresa", ni se ha hecho en nombre de ellos menos daño. Las palabras encierran peligros y cuando algo puede salir mal, suele salir mal. Pero si uno dice, por ejemplo, "objetividad científica", no va a obtener la repulsa que en estos días despertó la iniciativa del gobierno de crear una Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional. El nombre es algo pomposo y remeda la retórica del Perón más clásico, pero tuvo la virtud de generar un escándalo mediático en momentos en que la derecha necesita agitar las aguas para conquistar posiciones, en un "fin de ciclo" que promete ser más largo que el que ellos quisieran. Como al frente de la secretaría se nombró a un "ultra" como Forster, eso desencadenó un torneo de hipérboles:a Forster le dijeron fascista, estalinista, totalitario; la creación de la Secretaría, se dijo, daría lugar a prácticas persecutorias y la instauración del pensamiento único. Tan desmesurada reacción se convierte en predicción suicida: ningún pensamiento único podría instaurarse cuando se hacen "denuncias" tan altisonantes sin mayores consecuencias.

Quienes se han visto algo amedrentados por la creación de la Secretaría y el nombramiento de Forster son algunos sectores del kirchnerismo pacato, de la hiper-corrección política, miedosos del qué dirán. Consideraron que la osadía de crear una secretaría del pensamiento nacional es piantavotos, que el gobierno debe hacer gestos menos enojosos para atraer a la progresía alejada, que la expresión misma "pensamiento nacional" evoca fantasmas temibles. No se les ocurrió a los pacatos que un sintagma, cualquier sintagma, sobre todo los que conjugan términos de convivencia difícil (objetividad, científica, materialismo dialéctico, libertad de empresa, etc.) deben ser una oportunidad de interrogación. La pacatería les impidió ver que el solo debate que la creación de la secretariá generó y la revulsión que produce el adjetivo "nacional" al lado del sustantivo "pensamiento" es una intervención política y cultural muy interesante. Y que la derecha impaciente no pudo privarse de manifestar su escándalo en las primeras planas de sus medios.

Por eso, el artículo más interesante que hasta ahora leí sobre la Secretaría y la designación de Forster lo escribió Daniel Cholakian y fue publicado en el blog Un Largo; se titula "Una defensa de la creación de la Secretaría de coordinación estratégica para el pensamiento nacional y algunas respuestas a un par de canalladas" y recomiendo leerlo completo acá.

Solo quiero señalar acá algunos hallazgos:

-  El nombre de la Secretaría interpela a tres tradiciones al mismo tiempo y todas ellas parecen a la vez que sentirse excluidas, como si se les quitara un espacio de su propio campo: el pensamiento nacional y popular, la tradición liberal y una tradición de izquierda que no logró a lo largo de la historia instalar temas, discusiones, conflictos o identidades que pugnan en el centro de la política nacional.

- Que la Secretaría se cree en el marco del Ministerio de Cultura implica que el pensamiento es una producción política colectiva que se desenvuelve en medio de tensiones sociales y no una reflexión abstracta. Dice Cholakian: 

"Esta mirada revierte la idea de una secretaría que imponga un modelo de pensamiento nacional que debe ser instalado como unívoco. Esa es la lectura que imagina que habría un secretario totalitario que dicta los contenidos de los libros que leerán los niñitos de la primaria. En mi caso, interpreto a esta secretaría como un espacio de promoción del debate, como la creación de una acción concreta del estado para facilitar la circulación de ideas que no logran encontrar su lugar de expresión en ese espacio simbólico del debate, en el cual se interviene con el pensamiento como una herramienta de transformación".

- El nombramiento de Forster a cargo de esta Secretaría es una anomalía:

"Es un hombre formado en una de las tantas tradiciones de izquierda, proveniente de la academia, pero comprometido con la militancia política e identificado con el kirchnerismo en tanto ruptura de las lógicas políticas que lo anteceden y conforman. No fue formado en la tradición nacional popular y su pensamiento seguramente tiene con esta corriente, al igual que con el liberalismo, algunos importantes  puntos de coincidencia y de disidencia. Su designación rompe con la hegemonía o la apropiación espuria de la noción de “pensamiento nacional” que en muchos casos parece más una caricatura o un conjunto de aforismos reiterados como mantra, más que como ideas. Aquel viejo “pensamiento nacional” está muy lejos de ser un pensamiento en movimiento y políticamente productivo. En este sentido es también un golpe a cierto espacio político propio, a ciertas raíces invocadas por el peronismo dentro y fuera del kirchnerismo". 

La presidenta con esta medida retoma una idea que había sugerido en el acto del 25 de mayo en la Plaza, cuando hizo alusión a una nota escrita por Hernán Brienza: 

"Cristina Fernandez rescató un artículo que ese mismo día había escrito el periodista Hernán Brienza en el diario Tiempo Argentino. “¿Es necesario traicionar a Arturo Jauretche?” es el título del mismo. En aquel, Brienza postulaba que luego de tantos años –ese día se cumplían 40 de su fallecimiento- no había un pensador nacional que lo reemplace y tampoco un corpus de pensamiento nacional que haya refundado la tradición nacional popular. La creación de esta secretaría por parte de la presidenta utiliza de algún modo esta idea como apoyo de palanca para lanzar una mucho más atrevida. No se trata ya de refundar el pensamiento nacional desde la tradición que hegemoniza tal denominación. Se trata de proponer la construcción desde otro lugar, desde otras prácticas, con otros actores, de un pensamiento que nos implique y nos incluya".

- La creación de la Secretaría es también una señal política de la presidenta dirigida al propio kirchnerismo y a la interna del Frente para la Victoria:

"Ricardo Forster fue uno de los voceros de la primera mención directa desde el kirchnerismo de la disyuntiva en torno a la sucesión presidencial. Sus palabras fueron claras: “Daniel Scioli no me representa”. Que la presidenta Cristina Fernández a 10 días de conocido tal pronunciamiento sea firmante del decreto que lo nombra secretario de estado, cobra una dimensión importante. No se debe inferir que la presidenta hace suyas las palabras de Forster, sería eso una tontería. Pero no puede minimizarse la puerta que ella abre para que el debate se legitime en el interior del kirchnerismo. Aquello que hace 10 días se decía por lo bajo y que en la propia reunión de Carta Abierta se debatió en un tono muy fuerte, es ahora habilitado como debate en el sector por la propia presidenta. 

- Una de las canalladas que se esgrimieron ante el nombramiento de Forster se refiere al monto que él va a recibir como funcionario:

"Es ruin seguir creyendo que todo aquel que interviene en política lo hace solo para engrosar la billetera. Además, es peligroso. ¿O será que estos escribas y los recitadores de sus textos proyectan en otros los propios deseos que el inconsciente reprime? ".

Estos son apenas algunos pasajes de un texto bastante extenso y muy rico y abierto al debate que puede leerse completo en Un Largo, clickeando acá.

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