por Oscar Cuervo
"No hay que tener miedo a negociar, pero no hay que negociar con miedo": la frase de John F. Kennedy, de claras resonancias peronistas -y kirchneristas-, se aplica como anillo al dedo a la posición que asumió la Argentina frente al (des)concierto del frente externo de los poderes financieros-politicos trasnacionales identificados como "fondos buitres", a la estolidez acostumbrada de la oposición vernácula y a la evidente falta de argumentos de la derecha cultural argentina.
Que acá la oposición no entienda de qué se trata no es una novedad en absoluto. Forma parte de su ADN no entender. Al más diestro de los escribas del establishment, el gramsciano de derecha (gracias, Manolo) Carlos Pagni, se le agotan las piruetas sofisticas para situar la posición de Kicillof. Desde que le dijo judío marxista y nieto de rabino (?) Pagni ya no sabe qué nueva categoría inventar para encuadrar al joven ministro de economía, lo que lo lleva, en un mismo articulo, a calificarlo de estatista cerrado y de inescrupuloso pragmático, dispuesto a negociarlo todo.
En general, les ha costado comprender algo tan sencillo como inusual, que Argentina, a través de su presidenta y su ministro de economía, no tiene miedo a negociar y negocia sin miedo a los buitres. Es un clásico: el kirchnerimo cuando se siente acorralado sorprende con una salida inesperada. El jueves 28 de junio el estado argentino hizo una movida que sorprendió a todos, en primer lugar a los buitres: depositó el pago a los acreedores que ingresaron al canje de deuda que vencía el lunes 30. Esa dead line, que todos los sabihondos esgrimían como el punto final para las posibilidades argentinas, se convirtió en su carta de negociación mas fuerte. Desde que Argentina cumplió por anticipado con el pago al que se había comprometido, dejo en offside a Griesa y los buitres. El Banco de New York esta obligado por contrato a liquidar ese pago en favor de los hold in. Esta movida resquebrajó el frente de los buitres, Griesa, el Banco de NY y el resto de los acreedores. Argentina no le tuvo miedo al fantasma del default, ya que es un arma de negociación que incluso puede perjudicar gravemente los intereses buitres. Y con esa decisión Kicillof puso la pelota en el campo adversario, que ahora, si no permite el cobro de la cuota depositada a los acreedores que aceptaron el canje, incurre en una notoria irregularidad que vulnera las reglas básicas del capitalismo.
Lo desacostumbrado es ver al estado argentino negociando desde una posición de firme defensa de nuestros intereses nacionales. Por eso, la derecha desorientada lo tiene que poner a la vez como dogmático y como pragmático. Por eso, la izquierda extraviada tilda al gobierno de entreguista a la vez que se alínea con la derecha realmente entreguista. Es que nunca antes los gobiernos nacionales lo habían hecho, como durante el kirchnerismo, con inteligencia y firmeza.
Gol de Kicillof.