Los puros y su miedo al poder
¿Por qué algunos creen que para gobernar una nación una presidenta solo tiene que sentarse con personas que uno estima? ¿De dónde sale la un poco perezosa y bastante hipócrita idea de que solo se negocia políticamente con los que son semejantes a nosostros? ¿Quién será tan pueril que crea que en el mundo actual se puede construir poder juntándose solo con gente cuya conducta aprobamos? ¿Quién será tan básico como para postular que un principismo obtuso beneficia más al pueblo que una cauta flexibilidad?
* "Perpetuarse en la oposición": leo esto de Angel Faretta, alguien con quien tengo pocas coincidencias: "Se dice “perpetuarse en el poder”; pero y qué tal esta otra: “perpetuarse en la oposición”. Admitamos que aquí se corren muchísimos menos riesgos, es postura cómoda y poltrona; se paga bien, es beca y prebenda sólida y –sobre todo- en "cultura", se tiene el mohoso encanto de lo “bohemio” y “rebelde”, aunque caigan a cada paso las bolitas de naftalina".
¿Por qué algunos creen que para gobernar una nación una presidenta solo tiene que sentarse con personas que uno estima? ¿De dónde sale la un poco perezosa y bastante hipócrita idea de que solo se negocia políticamente con los que son semejantes a nosostros? ¿Quién será tan pueril que crea que en el mundo actual se puede construir poder juntándose solo con gente cuya conducta aprobamos? ¿Quién será tan básico como para postular que un principismo obtuso beneficia más al pueblo que una cauta flexibilidad?
Los enamorados de la pureza no deberían hacer política, deberían hacer piras.
Los que refunfuñan porque Cristina se sienta con Soros o con Bergoglio quizás deberían perpetuarse en la oposición*, ese contento que nunca nos hace salir de nuestro living bienpensante. Siempre habrá un motivo para mantenernos puros y aparte. Punto y aparte.
Hay un sector de la sociedad argentina que es de derecha y ansía que los buitres prevalezcan y caiga la reestructuración de la deuda, para que se cierre el camino a nuevas experiencias populistas en el futuro. Ellos están disgustados con un Papa que esperaban que desde el Vaticano se comportara como el principal opositor al gobierno, y que alentara un final catastrófico de la gestión de Cristina. Es natural que deploren que Bergoglio como líder mundial haya hecho prevalecer su condición de argentino por sobre la de opositor. Es natural porque la derecha argentina es en gran medida entreguista y canalla. Si Bergoglio es un adversario, es el más inteligente de nuestros adversarios y sabe que hay cuestiones de estado que tienen que anteponerse a las mezquindades de la política interna. Alzando su voz contra los abusos del capitalismo financiero, de última, Bergoglio está ayudando no a Cristina sino a su país.
Pero lo curioso y triste es que haya sectores progresistas, afines al gobierno, que por un anticlericalismo dogmático y un puritanismo abstracto objeten el acercamiento de Cristina a Bergoglio, así como su disposición a negociar con personajes poderosos como George Soros o Vladimir Putin. Estos están disgustados porque Cristina se anima a sentarse junto al otro argentino con más poder mundial. El esfuerzo que está llevando a cabo la presidenta para conseguir apoyos políticos de peso en el litigio contra el poder financiero es muy necesario para fortalecer nuestra posición soberana y romper el cerco en el que los enemigos quisieran vernos sumidos. Los ceños progresistas fruncidos ante esta enérgica búsqueda de apoyo solo pueden explicarse por una vocación derrotista que nos deje solos e indemnes frente al poder, para volver a la más cómoda oposición quejosa que nunca tiene que poner manos a la obra para sacar el país adelante, sino solo seguirse quejando con una máscara de digndiad conformista. Quizás, si esta maniobra de pinzas entre la derecha entreguista y el progresismo derrotista prevalece, es que como sociedad nos merezcamos vivir en la postración por no animarnos a intentar otra cosa.
Hay un sector de la sociedad argentina que es de derecha y ansía que los buitres prevalezcan y caiga la reestructuración de la deuda, para que se cierre el camino a nuevas experiencias populistas en el futuro. Ellos están disgustados con un Papa que esperaban que desde el Vaticano se comportara como el principal opositor al gobierno, y que alentara un final catastrófico de la gestión de Cristina. Es natural que deploren que Bergoglio como líder mundial haya hecho prevalecer su condición de argentino por sobre la de opositor. Es natural porque la derecha argentina es en gran medida entreguista y canalla. Si Bergoglio es un adversario, es el más inteligente de nuestros adversarios y sabe que hay cuestiones de estado que tienen que anteponerse a las mezquindades de la política interna. Alzando su voz contra los abusos del capitalismo financiero, de última, Bergoglio está ayudando no a Cristina sino a su país.
Pero lo curioso y triste es que haya sectores progresistas, afines al gobierno, que por un anticlericalismo dogmático y un puritanismo abstracto objeten el acercamiento de Cristina a Bergoglio, así como su disposición a negociar con personajes poderosos como George Soros o Vladimir Putin. Estos están disgustados porque Cristina se anima a sentarse junto al otro argentino con más poder mundial. El esfuerzo que está llevando a cabo la presidenta para conseguir apoyos políticos de peso en el litigio contra el poder financiero es muy necesario para fortalecer nuestra posición soberana y romper el cerco en el que los enemigos quisieran vernos sumidos. Los ceños progresistas fruncidos ante esta enérgica búsqueda de apoyo solo pueden explicarse por una vocación derrotista que nos deje solos e indemnes frente al poder, para volver a la más cómoda oposición quejosa que nunca tiene que poner manos a la obra para sacar el país adelante, sino solo seguirse quejando con una máscara de digndiad conformista. Quizás, si esta maniobra de pinzas entre la derecha entreguista y el progresismo derrotista prevalece, es que como sociedad nos merezcamos vivir en la postración por no animarnos a intentar otra cosa.
Por cierto, los que refunfuñan porque un líder se sienta a negociar con personas objetables, ellos también se pasan la vida negociando con personas objetables, transan con el sistema, venden su fuerza de trabajo, se callan la boca cuando está en riesgo su medio de vida, se bancan recibir órdenes de personas que detestan, se mandan a guardar cuando la cosa se pone fulera y ciento de agachadas así.
Pero como son ignotos casi nadie se entera.
* "Perpetuarse en la oposición": leo esto de Angel Faretta, alguien con quien tengo pocas coincidencias: "Se dice “perpetuarse en el poder”; pero y qué tal esta otra: “perpetuarse en la oposición”. Admitamos que aquí se corren muchísimos menos riesgos, es postura cómoda y poltrona; se paga bien, es beca y prebenda sólida y –sobre todo- en "cultura", se tiene el mohoso encanto de lo “bohemio” y “rebelde”, aunque caigan a cada paso las bolitas de naftalina".