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Verbitsky vs. Bergoglio: una tirria personal y una pérdida periodística

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Horacio Verbitsky es sin lugar a dudas uno de los mejores periodistas argentinos y lo es por varios motivos: el rigor con que tamiza la información, la independencia con que maneja su agenda de temas y su estilo seco y mordaz, que solo con cuentagotas permite la irrupción de un humor más abierto y más raramente aún suelta  alguna efusión emotiva. Como polemista es temible y también es un atento buscador de detalles significativos que al resto de sus colegas les pasan desapercibidos. Muchas veces la información que despliega es tan profusa e intrincada que su lectura se vuelve ardua. Como no es un publicista ni se desvive por el impacto inmediato sus investigaciones no van a caer nunca en lanatismos; uno adivina que detrás de esa prosa fría y dura, el Perro se divierte al extenuar al lector con su tono neutro y desdramatizado hasta la hipérbole. El no parece ansioso por hacer hablar a todos al día siguiente, como es notorio que intenta lograrlo Lanata, porque sostiene que prefiere ser leído con atención por el puñado de los que toman decisiones. Su influencia no se desborda entonces nunca hacia los trending topics, sino que se irradia lentamente en círculos concéntricos de varias capas de lectores influyentes.

Verbitsky ha sido algo más: un militante, antes de Montoneros y desde la vuelta de la democracia del CELS. Estuvo en los 60 en Clarín, en La Opinión de Timerman, en Noticias de Bonasso, en El Periodista de Cascioli y desde su fundación hasta hoy en Página/12 como columnista estrella. Los que lo conocen adjudican el apodo de "Perro" a su hosco carácter. Discípulo de Rodolfo Walsh, quizás sea el último ejemplar de un estilo de periodismo artesanal, ajeno al pulso espasmódico de la televisión que hoy configura el horizonte ético, estético y político de las nuevas camadas de periodistas. Algún día se contará su biografía, que es atravesada por la historia argentina contemporánea;y será fascinante descubrir sus rasgos más íntimos detrás de su estilo blindado.

De todas las batallas que emprendió en su muy larga carrera, quizá la que lo muestre más debilitado sea el encono personal que deja traslucir hacia Jorge Bergoglio. Verbitsky se dedicó mucho tiempo a investigar con lujo de detalles las intervenciones políticas de la iglesia católica argentina, lo que confluye inevitablemente en la complicidad de las jerarquías eclesiásticas con la última dictadura militar. Encontró testimonios muy significativos sobre la controvertida actuación del joven jesuita Bergoglio en esos años. Entre quienes conocieron a Bergoglio hay serias discrepancias: algunos de sus allegados de entonces lo acusaron de diversos grados de complicidad con los represores; otros insisten todavía con que Bergoglio se movió para salvar a unos cuantos religiosos de las garras de la represión. Verbitsky intensificó sus denuncias cuando se dirimía la sucesión de Juan Pablo II y algunos creen que esas notas influyeron para que en ese momento las posibilidades de llegar al papado de Bergoglio se frustraran. Quizás esto sea cierto, o puede que fuera una leyenda que haya animado a Verbitsky a creer que su radio de influencia era mayor que el que realmente tiene. Pero cuando Ratzinger abdicó y hubo que elegir a su sucesor, parece que el Espíritu Santo o quienes fueran que votan en su nombre no se sintieron conmovidos por la persistencia de Verbitsky en recordar las sospechas de colaboracionismo de Bergoglio. 

Como es notorio, desde hace unos meses tenemos un Papa argentino que se convirtió en una figura gravitante en el mundo, con su estilo que algunos reconocen como peronista. Quizás lo que más haya amargado a Verbitsky no sea comprobar que su influencia no llegó esta vez al colegio cardenalicio vaticano, sino que después de consagrado Papa, Francisco y la Presidenta Cristina lograron un entendimiento político que nunca habían tenido cuando él era el obispo de Buenos Aires.

Desde entonces, la tirria de Verbitsky hacia el Papa empezó a ensombrecer su calidad profesional. Como si privilegiara reconquistar su rol influyente en el gobierno de Cristina (quien en este tema parece no haberle prestado mucha atención), sus columnas empezaron a repetir argumentos y datos ya conocidos, de probada ineficacia operativa. Si solo se trataba de dar a conocer una información, Verbitsky ya lo había hecho y la historia sabrá reconocer su aporte. Pero si lo que se propone es ser influyente, su insistencia no puede lograr en la reiteración lo que no consiguió en la primera ocasión.

El domingo, apenas de un día después del momento de mayor cercanía política de Cristina y el Papa, cuando una nutrida delegación oficial llegó al Vaticano para recibir el respaldo de Francisco en el litigio que el país sostiene contra los fondos buitres, Verbitsky hizo su nota más floja. Forzando argumentos, equiparando los gestos personales de Bergoglio, de asegurada repercusión internacional, con las declaraciones de personajes laterales de la iglesia católica argentina, leyendo cada gesto del Papa con una predisposición a la paranoia, adjudcándole dobles o triples intenciones, en un delirio interpretativo que lo dejó muy cerca de las fábulas de Joaquín Morales Solá en LaNación, o del vitriolo meramente malvado de Carlos Pagni en ese mismo diario, Verbitsky perdió foco del hecho que significa que un Papa se involucre en una disputa política y económica y tome partido por los intereses nacionales ante el  implacable capitalismo financiero. El Perro perdió la escala de la importancia de lo que está en juego y privilegió su aversión por su enemigo íntimo. Lo que más se resiente con esa insistencia es su relevancia como analista político.

Quiero citar un fragmento de una muy buena nota de Gabriel Fernández sobre esta cuestión. Se llama "Sobre “A Dios rogando” de Horacio Verbitsky. NI LA HISTORIA NI EL PRESENTE SON ASI":

"...ya adentrándose en los pasos presentes, insiste en la configuración de un Jorge Bergoglio opositor interno, interpretando trascendidos de la Iglesia –donde como sabemos, la prédica y la acción papal ha generado condenas conservadoras y maniobras oposicionistas- como dobles mensajes destinados a contentar a tirios y troyanos. Estas versiones, lanzadas apenas horas después de la reunión del Papa con nuestra jefa de Estado, configuran un menoscabo de la enorme labor internacional efectuada por el gobierno argentino en la última década.

"En ese sentido, sin evitar indicar que Néstor Kirchner fue el único presidente argentino que no intentó acercarse a un Papa e incluyendo así de hecho a Cristina Fernández de Kirchner en una nómina que no merece integrar, necesita utilizar la interpretación del PRO como válida al precisar que el operador Diego Guelar decodificó el verdadero mensaje del Papa sin ambages: “Está dando una señal de urgencia y de comprensión de que la situación argentina es muy grave”.

"Pero ese es, precisamente, el planteo básico de La Nación, de no pocos sectores empresariales y de casi todas las escuálidas franjas opositoras internas. Y le atribuye al Papa Francisco una consideración excesivamente hipotética para alguien apegado a las fuentes seguras: “Si la situación nacional tuviera el desenlace trágico que Bergoglio presagió durante sus años frente a la Plaza de Mayo –escribe Verbitsky- el papa Francisco podría decir que hizo todo lo posible por evitarlo, pero que sus esfuerzos no bastaron”.

"Se trata de la más compleja e interesante acción periodística destinada a reconstituir, frente a la preocupación de los centros de poder, la imagen de un Papa antikirchnerista. Justamente lo que exigen aquellos que se han visto defraudados por el andar de un hombre que, hace tiempo ya, se corrió del lugar asignado por los espacios antinacionales y se ha posicionado en la jefatura del Vaticano sin olvidar su pertenencia sureña.

"Es doloroso, claro, observar que esta labor es desarrollada por Horacio Verbitsky. Su obra y su trayectoria resultan innegables. Durante largo tiempo, en conversaciones personales con Clelia Luro, tratamos de interpretar y comprender la tirria del periodista hacia Bergoglio. En tanto vertió sus opiniones sin tapujos, dejamos correr sin realizar comentarios. Hoy, frente a lo que puede estimarse como una información histórica y presente desfigurada, no queda otra opción que escribir este texto".

Para leer completo el artículo de Gabriel Fernández, clickear acá.

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