Una conversación con Abel Fernández en La otra.-radio. Escuchar clickeando acá
Esta charla con Abel Fernández, bloguero y veterano militante peronista, fue hecha para La otra.-radio el domingo a la medianoche, es decir: antes de que Cristina anunciara por cadena la disolución de la SI y el envío al Congreso de un proyecto de ley para establecer un nuevo sistema de inteligencia nacional. El anuncio le devolvió al gobierno la iniciativa política y puso a la oposición en su lugar habitual: estar en contra, de antemano, aun sin saber en contra de qué. La eficacia desestabilizadora de los medios va menguando en la medida en que prima la política sobre la acción psicológica feroz que se desató en el momento en el que Nisman fue encontrado muerto.
En estos últimos días, la investigación se encamina por carriles estrictamente judiciales y es de esperar que por ahí siga, que la cancha no se embarre con nuevas operaciones que arruinen los posibles avances. Así como es necesario también que ese aspecto judicial no entre en una dilación que lleve hacia la extinción de la causa sin resultados claros, lo que sería muy lesivo no solo para el gobierno sino para toda la comunidad, jueces incluidos.
Por cierto, hay quienes, acá y en el exterior, apuestan al deterioro de la situación para sacar sus réditos particulares: la conspiración no es una teoría sino una realidad permanente de la política argentina y con la muerte de Nisman la conspiración encontró un motivo para empujar los límites. Pero el kirchnerismo es un hueso duro de roer, como lo vuelven a mostrar las iniciativas recientes de la presidenta. Y el poder judicial podría contribuir por su parte para que este hecho desgraciado se transforme en un caso testigo, pero para eso hace falta que los procedimientos de jueces y fiscales no queden ensombrecidos por sospechas.
La muerte de Nisman es hoy un signo pero, dado que aún no se puede determinar inequívocamente si se trata de un suicidio o un homicidio, no podemos todavía decidir un signo de qué es: siendo las dos alternativas graves, el homicidio es ciertamente más inquietante: ¿cuál es el mensaje de esta muerte? ¿quién nos lo envía? Quien fuera que sea, ¿está dispuesto a seguir hablando en este lenguaje? Si se resolviera de un modo mínimamente satisfactorio, ¿podría ser una oportunidad para cortar el nudo peligroso armado entre servicios, jueces, políticos y medios de comunicación? ¿Redundará esto en una mayor transparencia? Las respuestas a estas preguntas no dependen de la voluntad de una sola persona ni de un solo sector: todos estamos siendo puestos a prueba.
De la conversación con Abel pudimos despejar algunas cuestiones que acá señalo brevemente. Invito a escuchar el audio completo de la charla, clickeando acá. Las ideas que esbozo de mi conversación con Abel:
- Hay una historia que empezó con 85 muertes en la AMIA hace 20 años, o mejor todavía, un par de años antes, con la explosión en la Embajada de Israel. Cualquiera que se moleste en buscar todo lo que se ha escrito sobre esto, sabe cuánto se discutió y peleó desde entonces, a nivel de la política interna. Nuestros organismos de seguridad e inteligencia no tienen entrenamiento para hacer inteligencia exterior. Sabemos que los servicios de inteligencia de EEUU e Israel también participaron en la marcha de estos casos y no precisamente para obtener alguna claridad.
- Con respecto a la conmoción producida por la muerte de Nisman, hay que señalar que sus denuncias previas no tenían la consistencia necesaria para ser tomadas en serio. Es su muerte lo que vuelve grave a este asunto.
- Hay que separar las repercusiones internacionales de la exasperación que se juega normalmente en la política interna. Si se lee desde una mirada extranjera que un fiscal que hace acusaciones contra el gobierno aparece muerto, lo primero que se piensa es que fue eliminado por los acusados. Esa fue la primera reacción de los medios internacionales: "apareció muerto el fiscal que acusó a la Presidenta". Estos medios no habían tomado muy en serio inicialmente las denuncias de Nisman, pero es su muerte la que lo convierte en un hecho grave. Con el correr de los días vemos que ni EEUU ni Israel salieron a cuestionar oficialmente al gobierno argentino. Hay voces aisladas en EEUU, que están en conflicto con Argentina por el tema de los fondos buitres, pero ese es un aprovechamiento oportunista. No es compararable con las reacciones que tienen a veces las potencias cuando acusan a un país de albergar terroristas, de tener armas de destrucción masiva, o de matar masivamente a sus disidentes: nada de eso pasó en este caso, ni parece que fuera a pasar si el conflicto no escala.
- El ataque periodístico dirigido a culpar al gobierno por la muerte de Nisman es político y local; viene de los sectores enfrentados ya anteriormente al gobierno. (Agrego yo: n el campo periodístico parece haber matices: La Nación, con una posición menos agresiva, trata de aprovechar la situación para desgastar al gobierno pero con cierto equilibrio informativo; en cambio el Grupo Clarín sostiene una posición mucho más agresiva, por ejemplo con el llamado a elecciones anticipadaslanzado por Asís, Longobardi y Lanata).
- En la oposición política: hay diferencias. Macri ha dicho banalidades, las banalidades correctas. Massa fue más agresivo, quizás por su necesidad política de hacerse ver. Es la política caníbal de nuestra realidad.
- Por el lado de la coalición de gobierno: Scioli es Scioli: siempre está ahí y siempre forma parte del apoyo del gobierno. Por eso mismo es un apoyo importante, porque no deja al kirchnerismo aislado con lo suyo propio. El encolumnamiento del Justicialismo y del Frente para la Victoria detrás de la Presidenta hace imposible cualquier especulación acerca de un golpe institucional desde el Poder Legislativo.
- Lo que hace grave al asunto es la muerte de Nisman. Acá se trata, lamentablemente, de un caso de inversión de prueba (no desde el punto de vista judicial, sino político). Tendrían que ser muy inequívocos los indicios de suicidio. Vivimos en una tradición histórica de presuntos suicidios nunca del todo admitidos por la sociedad (por ejemplo, caso Yabrán). El gobierno debe hacer un esfuerzo muy grande: el Estado debe hacer un esfuerzo muy grande para aclarar el caso, encontrar a los culpables, si los hay; o si fue un suicidio, encontrar a posibles instigadores o explicaciones convincentes. Además, es imperioso lograr algún avance en la causa AMIA. La sociedad necesita respuestas.
- Tampoco el Poder Judicial se puede refugiar en los usos burocráticos: esto no puede terminar en expendientes que se estiran por años. Hay ciertos gestos de responsabilidad institucional que debería tener no solo el Poder Ejecutivo, sino también la Corte Suprema. "No es que a los jueces les tengamos tanta confianza -dice Abel-, pero va a ser más difícil creer que el Poder Ejecutivo y los jueces estén conspirando para el mismo lado. Si ambos sectores participan en la dilucidación del caso, va a tener más credibilidad las conclusiones". Y hoy la sociedad necesita resguardar una credibilidad mínima en la resolución de este caso tan complicado.
- El tema de los servicios de inteligencia como un mecanismo de lucha política se muestra demasiado peligroso. Este último punto, que en la charla con Abel fue señalado, empieza a tener una vía de tramitación política con el mensaje de Cristina del lunes.