por Marcos Perilli
La primera película de la primera jornada del Bafici no pudo haber sido mejor elección.
Martín Farina nos invita a un viaje, no solo físico, sino uno interno, propio y del mundo. Nos invita a danzar con la vida en un paraje árido de extrema belleza en donde las diferencias cognitivas no existen y todo diálogo es posible.
Martin Farina está concentrado.
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