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Hawaii en Buenos Aires

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La otra radio: entrevista a Marco Berger para escuchar clickeando acá


La tercera y la cuarta película de Marco Berger, Hawaii y Mariposa, abarcan los dos extremos  estéticos y de producción que son posibles en su sistema autoral:  la muy poco vista hasta ahora Mariposa representa su película mas ambiciosa y compleja, con procedimientos formales al borde de la experimentación, ahí donde su universo se vuelca a su propio deseo polimórfico, desligado de la exposición lineal de una fábula y entregado al goce de las señales ambiguas y las puras apariencias, el fuera de campo, el falso raccord, la elipsis abierta, el desacople espacio-temporal y la movilidad escénica autonomizada de las normas dramatúrgicas. Como un juego gozoso de la sintaxis del cine en sus bordes erógenos.

Hawaii es en cierto sentido lo contrario, o quizás no exactamente lo contrario, porque la cámara, el punto de vista y el corte siguen modelando el deseo, pero el relato de amor, la emotividad de los dos caracteres protagonicos, el tránsito del deseo a la manifestación siguen la línea temporal del relato clásico, con una economía notable de recursos, todo para recordar que una historia de amor vuelve a funcionar cuando se la recupera con recursos diestros y nobleza.

La primera vez que la vi, hace mas de dos años, escribí de Hawaii:

Los sucesos que relata Hawaii son de una sencillez rotunda, la misma vieja historia ("me gustás, pero tengo miedo de decirlo, y si te lo doy a entender de otra forma... etc.etc.") que, cuando se percibe en exterioridad, se ve tan desprovista de épica que parece, como diría Pessoa, ridícula; pero que al percibirla en interioridad guarda los estremecimientos más terroríficos que vivir se puedan: "para el enamorado, todo es signo, la debacle es siempre inminente". Entonces el repertorio del lénguaje amoroso se expande en gestos ínfimos, rubores, amagues, gambetas, avances y retrocesos, frases truncas, tragar saliva, escrutar al otro, mirar sin que se note, moverse con la majestad de un cisne o con la torpeza de un adolescente ezquizoide, pánico, zozobra, caídas de ojo, parpadeos, sonrisas, roces y todas esas cosas de las que hablan las canciones de Gardel y Lepera. Miedo de todo, desasosiego por cualquier cosa, son instancias que pueden durar segundos u horas, pero expulsan al enamorado hacia la intemperie existencial, fuera del ente. Esos pequeños trances sin espesor épico son una materia ideal para el cine. No tienen lugar en las sinopsis, están hechas para ser vistas y padecidas con goce sumo.

Berger desarrolla en clave homosexual el típico melodrama de cruce de clases, donde a la habitual barrera de las diferencias sociales se suma el recelo y el pudor de los que no se atreven a blanquear su deseo. Hawaii es un destilado de todos los procedimientos formales que el director había utilizado hasta aquí, en su versión más concisa y elegante. A la altura de esta película nada hace prever el giro que va a significar Mariposa, el paso siguiente. Resulta que Hawaii se estrena hoy en el CCC y se va a ver solo los jueves a las 21. Y en julio se estrena Mariposa, aquel largo en el que Berger dispone los mismos elementos en una organización diferente. Será además una buena oportunidad de verlas sucesivamente, para pensar el rango de su autoría en toda su amplitud. Además, en estas funciones de Hawaii el público va a tener la oportunidad de hablar con el director y el dúo de actores protagónicos, los excelentes Manuel Vignau y Mateo Chiarino.

En nuestro último programa también hablamos del genial bajista Jaco Pastorius con nuestro columnista Cristian Bonomo; relatamos el extraordinario show de Silvio Rodríguez en Villa Lugano y escuchamos el nuevo disco de Paolo Nutini, Cáustic love.


Para escuchar el programa completo, clickear acá.

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