¿Clarividencia o racionalidad?
Cada día se publican en la red y en papel innumerables columnas de opinión cuya vigencia dura unas horas. El continuo choque de las predicciones contra la realidad empírica no impide que sus autores vuelvan a presagiar lo que nunca termina de suceder. Sin embargo, esta condición no es inevitable. También se escriben notas cuya vigencia resiste el paso de los meses. Como esta, publicada el 14 de noviembre del año pasado, hace más de 8 meses. Que describe con precisión el escenario actual. Veamos:
Es posible que Cristina y Scioli estén pensando, ambos, en la conveniencia de encarar las próximas elecciones renovando la coalición que los ligó durante estos años, lo que significa que Cristina se peronice y que Scioli se kirchnerice. Sería la primera vez que el kirchnerismo acepte integrar la coalición gobernante sin ejercer la presidencia de la nación. Esta posibilidad mantiene muy activos a los kirchneristas emocionales y a los kirchneristas racionales: ¿qué pasa si vamos con Scioli? ¿o Scioli es un límite infranqueable para el K de paladar negro? ¿Es preferible perder con una fórmula kirchnerista pura antes que ganar en una coalición peronista con Scioli presidente? ¿nos ponemos en las PASO detrás de algún precandidato que nos dé muestras de kirchnerismo explícito (Taiana, Uribarri...) o que al menos no nos despierte tanta desconfianza como DOS (Randazzo...)? Pero, ¿y si Cristina decide que no haya DOS fórmulas en las PASO y propicia una fórmula de unidad encabezada por DOS?
Estos dilemas son propios de un sector político que hoy se siente en condiciones de dar pelea. Otros pueden preferir retirarse con la frente en alto, para ocupar una región de la política puramente testimonial.
Estos dilemas son propios de un sector político que hoy se siente en condiciones de dar pelea. Otros pueden preferir retirarse con la frente en alto, para ocupar una región de la política puramente testimonial.
Hay kirchneristas que preferirían perder con un K puro antes que ganar con Scioli: espero que esa no sea la idea de Cristina.
En ese mismo artículo, puede leerse:
Los que desde fines de 2007 están presagiando un fin de ciclo K de estilo wagneriano vienen errándole sin pausas durante 7 años: ya es mucho. Un año después de las elecciones de medio término, el kirchnerismo parece estar quebrando el mito del pato rengo, los garrochazos no se produjeron, Massa está en serios problemas para consolidar su armado político y en cualquier momento puede ser desplazado por Macri del podio. Mauricio tiene un par de ventajas: concita con más naturalidad el voto antiperonista y consigue aprobación en la gestión de los vecinos del distrito que él gobierna; el candidato del FRENO se mueve en ambos niveles en un limbo de indefiniciones que le están provocando una sangría interna.
El sector antiK más extremo se ilusionó con que Cristina tuviera dos años pesadillezcos en la segunda mitad de su segundo mandato, que incluso la obligarían a abandonar el gobierno por anticipado y dejaran grabada en la memoria popular una lección inolvidable contra los intentos populistas. Esto facilitaría que un gobierno de derecha clásica emprendiera un ajuste cuyo costo se atribuiría a "los desastres del populismo K". Para que esa memoria anhelada se grabara a sangre y fuego en el pueblo debían darse una serie de condiciones catastróficas: la disgregación de los bloques legislativos, una hiperinflación descontrolada, el desmadre de la conflictividad social, una dificultad insalvable para mantener el funcionamiento de las paritarias, el crecimiento exponencial del desempleo y una escalada del dólar que hiciera inevitable una megadevaluación: este combo daría como resultado la imagen de un gobierno acorralado, jaqueado por los cuatro costados, obligado a reprimir (¡muertos! ¡la derecha se ceba con el olor a sangre!) y abandonado por sus propias bases políticas: nada de eso está pasando. Los amagos de saqueos y las sediciones de las policías provinciales de fin de año pasado fueron sofocados, las paritarias se manejaron con racionalidad, todo indica que la inflación de octubre se desaceleró y el consumo parece estar reactivándose. El nivel de empleo está preservándose y el Ejecutivo mantiene un nivel de iniciativa política que obliga a la oposición a adoptar una actitud continuamente defensiva y vacilante.