La otra.-radio: Una respuesta a una nota de Eduardo Blaustein sobre las elecciones porteñas, que se puede escuchar acá.
El tema de las elecciones porteñas para jefe de gobierno parece ya un poco agotado. Sin embargo, creo que queda algo de hilo en el carretel, más allá de los resultados. La discusión entre votar a Lousteau o votar en blanco, los diversos significados que se le adjudicó al voto en blanco, la intensa campaña para deslegitimarlo, la polémica alrededor de cómo se computaban esos votos, las interpretaciones sobre cómo incidieron políticamente en el resultado definitivo, el debate acerca del grado de similitud o diferencia que tenían Larreta y Lousteau y, por ende, si valía la pena ayudar a Lousteau para que venciera a Larreta o si hacerlo significaba intervenir en una interna ajena, todos estos elementos desataron una polémica intensa no precisamente entre los partidarios de los dos candidatos, sino, llamativamente entre votantes, simpatizantes y un sector de la militancia k. Que vivieron esta segunda vuelta con una pasión que no habían puesto para sostener a Recalde en las PASO ni en la primera vuelta.
La rápida difusión de los resultados, con un triunfo muy ceñido en favor de Larreta y un llamativo crecimiento de los votos para Lousteau que indicaba que el grueso de los votantes K se transfirieron al candidato de ECo, pero no tanto para hacerlo ganar, provocaron una noche de furia en las redes sociales, donde los votantes K por Lousteau experimentaron una nueva derrota y se dedicaron a hostigar a quienes de entrada habíamos manifestado nuestro voto en blanco, por negarnos a optar entre dos candidatos que representaban variantes de lo mismo. Los hostigadores k-lousteausistas nos responsabilizaron del fracaso de su "voto estratégico". Responsabilidad que no podíamos asumir quienes no evaluamos que en la opción Larreta- Lousteau se jugara algo decisivo. Durante la quincena previa a las elecciones, los partidarios K de Lousteau habían intentado instalar las falacia de que los votos en blanco se sumarìan a Larreta, idea insostenible desde cualquier punto de vista. Se alegó que el porcentaje de cada candidato se calculaba en base a los votos positivos, de modo que votar en blanco permitiría aumentar el porcentaje de Larreta (en el caso de que saliera primero). Lo que este argumento chantajista obviaba es que el porcentaje es irrelevante para determinar el ganador de la segunda vuelta, que se gana por solo un voto más. Cuando se conoció que la diferencia entre los dos candidatos era de apenas 3 puntos, las reacciones fueron paradójicas: los partidarios de Lousteau festejaron, dada la remontada que aportaron los votos K, mientras que los votantes K estallaron de ira contra los votos en blanco, adjudicándonos la responsabilidad por no haber dado los tres puntos que le faltaron a Lousteau para ganar. Objetivo que nunca habíamos asumido. El pretexto de su ira era que una derrota de Macri en su distrito hubiera liquidado sus aspiraciones presidenciales. El argumento es discutible: Macri viene algo pinchado, como lo prueba la dificultad que tuvo por imponerse de manera contundente en CABA desde las PASO. Y en todo caso, la incidencia de CABA en el padrón nacional es menor en comparación con el volumen del distrito clave, la provincia de Buenos Aires. Ninguno de estos argumentos aplacaron el odio de los k-lousteausistas, que condenaron a los votoblanquistas como colaboracionistas del "régimen PRO".
Esta acusación no movía nuestro amperímetro, por el simple hecho de que el triunfo de uno u otro nos resultaba igualmente indiferente. Personalmente considero que la estructura nosiglista y carriotista que diseñó la candidatura de Lousteau es tan indeseable como el macrismo, con el agravante de que la mafia de Nosiglia se oculta detrás de un candidato que los disimula, mostrando una careta " progre" capaz de cautivar al electorado kirchnerista.
Hace pocos días, Eduardo Blaustein, un inteligente periodista con simpatías moderadas hacia el kirchnerismo, escribió su propio balance a pedido de la página del ministro Carlos Tomada. Es evidente que Blaustein votó a Lousteau y guarda en su corazoncito un poco de bronca hacia los que no seguimos su opción, pero su inteligencia y su sensibilidad no le permiten caer en las puteadas de otros que asumieron su misma posición. Sin embargo, lo interesante de la nota de Blaustein es que se corre un poco del pragmatismo declarado de quienes exigían votar a Lousteau sólo para dañar a Macri. Blaustein además encuentra motivos atractivos en Lousteau, razones por las cuales votarlo no sólo le resultaba conveniente sino agradable. Mi supuesto es que expresa a un sector vergonzante del voto K a Lousteau, el de quienes pensaban sin decirlo que el candidato de ECO era ciertamente mejor que Larreta y que había que votarlo por esa superioridad.
La primera parte de la nota de Blaustein está dedicada a plantear críticas bastante justas contra la dirigencia K que hace años no acierta, por prejuicios e ineptitud política, en presentar una propuesta atractiva a los porteños. Estoy de acuerdo con esa parte. El problema viene con la segunda parte de la nota, que acá reproduzco:
Sólo Me Querés Para votar
Es posible conjeturar que para la dirigencia K del distrito no resultaba fácil “instruir” u “ordenar” –Perón desde Puerta de Hierro- el voto en blanco. Difícil saber si hubo caracterización equivocada acerca de la presunta sinonimia PRO- ECO, dudas, temor de que una “orden vertical” hiriera la ya aludida sensibilidad autónoma de los votantes porteños. Tampoco –y así se demostró- había garantías de que una “orden” fuera acatada por los votantes kirchneristas.
(OBJECION: Primer error: suponer que una orden impartida por la dirigencia K garantizaba una suma aritmética de los votos, no principalmente porque algunos pocos votantes K podíamos desacatar el mandato (nadie es dueño de los votos sino cada votante, declaró correctamente Recalde) ,sino por suponer que este tipo de transferencias se resuelve mediante una suma aritmética. Eso no pasa en política. Una parte muy importante del voto por Lousteau es decididamente antiK, por lo cual, si detectaban que Lousteau era oficialmente apoyado por los K, hubieran retirado su apoyo y votado a Larreta. Contra los que reclamaban un apoyo explícito al pollo de Nosiglia, la prescindencia oficial del FPV sirvió más a Lousteau que a Larreta. Sigue Blaustein):
Hubo el voto que hubo (hablo de la proporción mayoritaria de votos K que fueron a Lousteau) y hubo ese ejercicio a contramano de algunas frases que aún resuenan: “un mismo producto con distinto envase”, una mera interna en un único espacio, “El domingo se enfrentarán Macri contra Macri” (Aníbal Fernández).
En el voto K a Lousteau seguramente primó el afán de dañar a Macri. Pero unos cuantos también descreyeron de esa presunta condición gemela entre Lousteau, Macri o Rodríguez Larreta. Para el que escribe definitivamente no son lo mismo. Pueden irritar y mucho nombres propios como el de Ernesto Sanz o Elisa Carrió. Pero la diversidad aguachenta, sosa y apurada de ECO es una cosa y otra distinta cierta poderosa homogeneidad en los apellidos más ilustres del PRO, dirigentes provenientes de familias acomodadas, estudios en universidades privadas, representantes casi puros de lo que más tangiblemente es la derecha dura y pura argentina. Del otro lado, por más regreso a lo conservador y mezquino que pueda latir en la conformación de ECO, hay emergentes de viejas tradiciones que merecen una mirada menos despiadada y homogeneizadora: radicales, socialistas, antiguos progresistas. Esto no implica ponerle a ECO la chapa de buen progresismo, categoría definitivamente maldita y controversial desde los tiempos K.
Finalmente, incluso como dirigentes, como figuras individuales, como emergentes: no son lo mismo Rodríguez Larreta y Lousteau. El segundo podrá caerte mal por sus ademanes de Chico 10 y cierta soberbia. Pero por algo fue funcionario kirchnerista como lo fue Lavagna, con quien tiene algún parecido. El muchacho de los rulos bonitos, además de manejar un buen discurso, es un interesante cuadro político. Fue suficiente buen cuadro político como para incomodar y dañar con un discurso bien estudiado –ese “hacer los deberes” que acaso Mariano Recalde no pudo asumir por ser a la vez candidato y funcionario- a Horacio Rodríguez Larreta. Por algo HRL no quiso aceptar un segundo debate.
No son lo mismo tampoco porque el voto, aunque sea sinuosa y complejamente, configura al emergente político. Tarea para llevar a casa, entonces: estudiar el voto de las diversas comunas, dónde recibieron más votos Larreta, Lousteau y Recalde. Recoleta no votó a Lousteau. La otra tarea es la que viene de hace tiempo: estudiar mejor la ciudad y al electorado porteño para interpelarlo mejor. Nadie dice que sea fácil ganar más votos, hay razones estructurales, culturales, históricas, que explican las dificultades del kirchnerismo para ganar empatías en el distrito. Pero añadir balazos en los pies como se hizo hasta hace poco tiempo con agresiones a los votantes, eso fue un poco too much y es lo que se siguió pagando.
(El resto del análisis de Blaustein se dedica a mostrar que no son lo mismo Larreta y Lousteau, cosa que de desde un punto de vista literal es obvia: unos son radicales -nosiglistas y carriotistas- y otros son PRO; unos fueron a las universidades privadas y otros provienen de una tradición simpática, socialistas, radicales, progres, ilustrados, "gente más parecida a nosotros". Ahora bien: lo decisivo no es mostrar que no son iguales, sino que, siendo diferentes, los ECO son políticamente lo mismo que el PRO, sino incluso algo decididamente peor. Justamente las cosas que Eduardo rescata de ECO y de Lousteau son las más nefastas. Votar la ilusión de tradiciones más refinadas que la derecha bruta del PRO es el peor autoengaño que pudieron hacerse los K lousteausianos. Votar en nombre de esos valores respetables a un sector que está claramente en el campo antipopular, es votar a la versión hipócrita de la reacción porteña, con un barniz de ilustración, el tristemente célebre nosiglismo. Lousteau es un personaje como Darío Lopérfido o incluso no tan diferente de Hernán Lombardi; si le conviniera, mañana podría estar en un gobierno PRO.
Lo mismo y aún peor. Blaustein rescata de Lousteau que haya sido funcionario K, como Redrado o Massa, pero eso no lo mejora ni un poquito, al contrario, lo empeora. Si el voto configura al candidato, entonces es deplorable que algunos kirchneristas configuren el engendro del traidor agradable. Lo mismo pero peor, porque Larreta es más sincero con sus votantes que Lousteau con los suyos.
Yo vi la ilusión de los que tomaron el voto a Lousteau como una oportunidad de poner algo en su lugar si él ganaba, y creo que es precisamente al revés, que muchos porteños semi-K podrían irse a dormir con la conciencia tranquila si ganaba Lousteau. Lousteau es claramente el opio de los porteños. Nosiglia es quien se reposicionó con el voto K y hubiera sido mucho peor si ganaba. El PRO está desgastado por 8 años de gobierno, pero el nosiglismo entraría a la cancha fresquito, funcionando ahora como tapón para un futuro crecimiento del kirchnerismo porteño. Lousteau y Nosiglia quedaron instalados como la oposición "progre" al PRO.
Creo interesante de todos modos analizar la quincena nosiglista del kirchnerismo porteño, porque muestra bien cómo es el votante de esta ciudad, que te vota hoy a Recalde, mañana a Nosiglia y... el PRO no está tan lejos. Uno se explica, viendo a los K que prefieren ECO, que el voto porteño es más estético que otra cosa. Vilma Ibarra acá o allá. Aníbal Ibarra acá o acullá. Yacobitti, Storani... etc.
Cuando me "acusan" de haber impedido que Lousteau ocupara el lugar de Larreta, me pongo bien. Me alegra mucho de que mi voto en blanco haya impedido que esa parte careta de los porteños triunfe.
Para escuchar el programa donde criticamos la postura de Blaustein, clickear aca.